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Los siguientes días Jihyo agradeció que la explotarán en el trabajo, porque así llegaba lo suficientemente cansada para no pensar en nada más que dormir, la infidelidad de su esposo se había borrado casi por completo de su mente, y este actuó demasiado cariñoso esa semana, así que, muy crédula, pensó que aquella pasajera aventura se había acabado.

Hasta que el celular de su marido brillo con un mensaje de ella.

Jihyo no quería ser entrometida, reconocía que era una muy clara violación a la privacidad de su esposo, pero, ¡Al diablo!, Él era el maldito que la estaba engañando, por qué se supone que debía tenerle consideración cuando andaba revolcándose con esa otra mujer.

Así que cuando Daniel se puso de pie para ir por las llaves del auto, tomo el teléfono entre sus manos y rápidamente, con una seguridad que desconocía de sí misma, reviso el mensaje donde la mujer con la que había hablado días atrás, le enviaba una dirección para verse en unas pocas horas.

La rabia que había guardado desde el momento en que se enteró de la amante de su esposo, casi explotó, quería llorar, gritar, ir escaleras arriba y abofetear al hombre que le había arrebatado el corazón para hacerlo trizas sin pensar ni un poco en su promesa eterna, pero no hizo nada, se quedó quieta leyendo una y otra vez el mensaje, se sorprendía de si misma por tener tanta fuerza de voluntad para contener el dolor que sentía.

Los apresurados pasos de su esposo la trajeron de vuelta al presente.

Jihyo elimino el mensaje y puso el aparato en el lugar exacto de dónde lo había tomado, respiro profundamente haciendo de su rostro el de la mujer enamorada con una deslumbrante sonrisa, y como toda la semana, fingió que no sabía ni un carajo sobre la aventura que estaba partiendo su pobre alma.

- Listo, ¿Vamos por ese helado? - la mujer asintió con su usual energía y fue hasta él para colgarse de su brazo.

Durante el camino a la heladería no dijeron nada, pero mientras Daniel sentía ese cómodo silencio que siempre había entre ellos, Jihyo sentía que el infierno crecía desde lo más profundo de su ser.

Las palabras de Nayeon resonaban en su cabeza, "Hoy puedes llorar todo lo que quieras, pero mañana tu plan de venganza empieza a primera hora", ya no quería derramar más lágrimas por alguien que no lo valía, y en cuanto a la venganza, no estaba segura de que en realidad quisiera hacerlo, nunca había sido partidaria de tomar justicia por su propia mano, así que, a pesar de lo desgarrador que iba a ser tomar una decisión sobre alejarse del hombre que le estaba viendo la cara, no le pasaba por la cabeza hacer nada contra los responsables de sus próximos malos momentos.

"Todos somos humanos y cometemos errores", pensaba, "No soy nadie para juzgar a los demás por eso, ni aunque esto me concierna".

- Jisoo - Jihyo miro rápidamente a su esposo, odiaba ese nombre, se lo había dicho millones de veces - No me estás prestando atención

- Perdón, pensaba en... - "En ti, malnacido infiel" - El cumpleaños de Chae, no sé que regalarle

- Es tu hermanita, incluso si le das una roca va a amarla - la sonrisa de sus labios se le escapó de inmediato, era una respuesta reflejo del chiste, y ahora la detestaba - Otra vez

- ¿Qué? - los ojos del hombre con cabellos cenizos dieron una vuelta de fastidio.

A Daniel le costaba saber que pasaba por la mente de su esposa, desde hace unos días la había notado diferente, como si hubiera algo que la perturbara, y no tenía idea de lo que podía ser, Jihyo siempre había sido muy reservada con sus problemas, y él nunca la obligaba a hablar si no lo quería, pero la situación empezaba a colmarle un poco demasiado la paciencia.

- Da igual. ¿Qué sabor vas a querer?

La pelinegra evito el contacto visual de su esposo al sentir un piquete en el pecho, no podía creer que luego de dos años de noviazgo y dos más de matrimonio, el hombre no fuera capaz de recordar su sabor de helado favorito, no era nada del otro mundo.

Pero aún con su amor herido, respondió dibujando una bella sonrisa y recobrando el brillo de sus ojos.

- Beso de ángel*

Y mientras la incertidumbre seguía creciendo en Jihyo, la joven pareja de casados recibió sus helados para ir a sentarse a una mesa pegada a la gran ventana del sitio.

El sol calentaba cómo era habitual en esa época del año, las jardineras de afuera relucían mil colores de flores distintas, y el canto de los pájaros alegraba a los caminantes que se detenían un solo segundo a respirar de la ajeteadra vida que se vivía en los suburbios.

Si Jihyo no se hubiera enterado de que Daniel le estaba pintando los cuernos, tal vez habría disfrutado mucho de esa primavera, como todas las anteriores, pero no, ahora tenía que enfrentarse a una ruptura de la que comenzaba a dudar.

- Beso de ángel para mi ángel de besos - ¿Cómo era posible que ese hombre la estuviera engañando? - Uy, eso no sonó tan bien - ¿Cómo podía un hombre tan encantador ser un perro infiel?

- ¿Daniel? - la sonrisa amorosa que el de pelo cenizo tenía, se borró en un milisegundo - Pero q- - la ligera voz femenina detuvo sus palabras cuando Kang le señalo a la mujer sentada frente a él - Ou, hola

- Mi amor - la pelinegra dejo de lado sus inestables pensamientos y miro a su esposo, hacia mucho que no la llamaba así - Está es-

- Minatosaki Sana, un gusto - cuando la recién llegada termino de hacer la reverencia, y sus largos cabellos castaños claros se movieron hasta su lugar, Jihyo pudo reconocer a la mujer que se había presentado con tanta amabilidad - Tu debes ser Park Jihyo, la esposa de Dani

Era ella.

Era la amante de su esposo.

- Jisoo - la mano de Kang le dió un leve apretón a la suya, que estaba petrificada sobre la mesa - Jisoo, Sana est-

- Perdón, Daniel no me ha hablado de ti - la respuesta que dió la esposa estaba cargada de enojo mal disimulado.

Le importaba nada ser la amigable mujer de siempre, ellos no merecían su amabilidad.

- Eso hiere un poco mi orgullo - dijo la japonesa con una sonrisa un tanto incomoda - Estamos trabajando juntos en un proyecto

- Vaya... Que bien - Jihyo sabía que estaba siendo muy grosera con la mujer, que además de ser amante de su esposo, era su colega, pero ¿Alguien podía culparla?

Había peleado consigo durante unos segundos cuando reconoció a Minatosaki Sana, había decidido no ser cruel con ella, pero el collar de oro que colgaba del cuello de la japonesa termino exasperandola.

Era el mismo que brillaba en su propio cuello, aquel que Daniel le había regalado luego de haberse entregado completamente uno al otro.

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*𝙱𝚎𝚜𝚘 𝚍𝚎 á𝚗𝚐𝚎𝚕.- en México, es el nombre de un helado hecho de cerezas, nuez y pasas. En algunas ocasiones le ponen otras frutas.

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La amante de mi esposo (SaHyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora