۵ i can't ۵

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A las seis de la mañana del siguiente día, los pobres oídos de tres japonesas eran taladrados por el sonoro despertador, una de ellas lo apagó para levantarse de la cama de inmediato, la otra apenas lo alcanzó con la yema de los dedos para lanzarlo tan lejos como fuera posible, y la restante estaba bien despierta, con los ojos fijos en un agujero del techo de su habitación, pensando en cuanto más tendría que mentir por el bien de su vida.

No había dormido nada de solo recordar cuántas falsedades había dicho ya, sentía la culpa que corrompía su alma de buena voluntad, y todo empeoraba cada vez que la hermosa sonrisa de una coreana pelinegra se dibujaba en su mente.

Ya no quería seguir engañandola, ya no podía, pero por la estabilidad que con mucho esfuerzo había conseguido, no tenía más opción que tragarse sus principios y su sinceridad, y continuar mintiendo tantas veces fuera necesario.

- Sana - el delicado llamado de su lacia amiga pelinegra la hizo al fin despegar su atención del pequeño gran hoyo - ¿Trabajarás con Daniel hoy? - Minatosaki volvió a mirar el techo, recién empezaba el día y la razón de su insomnio ya se presentaba.

- Hoy solo quiero quedarme aquí - dijo la castaña clara mientras cubría su rostro con las sábanas.

La menor, que estaba de pie en el marco de la puerta, de inmediato se dió cuenta que algo andaba mal, pues Sana pocas veces huía de sus responsabilidades, así que con sumo cuidado fue hasta ella, y dejo que su peso descansará en la cama antes de quitarle la tela de la cara.

- Hey, ¿Paso algo? - los cálidos orbes de la japonesa más baja reconfortaron a la mayor, pero aún había algo que le impedía ser sincera con ella, tal vez era el miedo a ser juzgada por mentir, o por sentir amor hacia alguien a quién estaba lastimando.

- ¿Crees que soy mala, Minari? - cuestionó Minatosaki luego de soltar una gran suspiro.

Mina la miró, buscó algo que pudiera decirle las verdaderas intenciones detrás de la pregunta, sin embargo, no fue capaz de encontrar nada, por lo que pensó un largo momento qué debería decir.

¿Era Sana Minatosaki una mala persona?

No, claro que no.

Era la mujer con el corazón más grande que Myoui hubiera conocido, siempre metiéndose en líos por salvar sus traseros de cualquier problema, iba todos los días al parque cerca de su departamento para darle alpiste a los pajaritos de la zona, le compraba galletas de gengibre a la abuela que se pasaba los fines de semana por su tienda, aunque la castaña odiara el gengibre, le regalaba dulces a cada niño que entraba a la perfumería, y en todo momento la veía ser amable, sin importar como la tratarán los demás.

- Sana-chan, eres la persona más buena que existe en el mundo - respondió al fin con una deslumbrante sonrisa llena de cariño y sinceridad - ¿Quién se atrevió a decirte eso? Le diré a Momo para que le parta la cara - "Yo misma" contestó la mayor en una simple mirada evitativa que termino puesta en el oscuro agujero del techo, otra vez.

- No puedes estar segura, he hecho cosas horribles estos días - volvió a pronunciar Sana con la duda creciendo en su corazón.

- Sana-chan - inició Mina mientras tomaba la mano de su amiga - El bien y el mal son extremos muy juntos, puede que hayas hecho una que otra cosa mala por querer hacer el bien - la castaña le dió su atención por segunda ocasión - Cómo cuando le dijiste a mi madre que viviríamos con tus padres para que me dejara venir a Seúl. O cuando te echaste la culpa por el vidrio que Momo rompió en la secundaria, también está esa vez que fingiste estar enferma para que no rindieramos el examen de cálculo, porque la tonta de Hirai no había estudiado - de pronto la delicada voz de la extranjera pelinegra se detuvo - Ahora que lo pienso - dijo retomando sus ideas - Momori siempre está jalandote a sus desastres

La amante de mi esposo (SaHyo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora