Vidas

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Ranma ½ no me pertenece.

¿O sí?

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Fantasy Fiction Estudios

presenta

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Vidas

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Ranma se apoyó en la almohada lentamente. Sentía el cuerpo pesado y la cabeza adolorida, cada músculo y hueso le quemaban y la garganta la sentía apretada y seca. Su cuerpo entero era como una llaga lastimada y supurante, hacía tiempo que vivir era un eterno sufrimiento y se había cansado de luchar. Alzó apenas los dedos y susurró su nombre.

—A...ka...ne...

Ella tomó la mano entre las suyas y besó la punta de sus dedos. Ranma pudo sentir la humedad de las lágrimas en ellos y el estómago se le apretó todavía más. Era un cobarde por dejarla sola, pero estaba cansado, tan cansado.

—Lo lamento —susurró—. Lo... lamento...

Akane acarició con una mano trémula su frente arrugada. Los ojos azules se veían apagados, enmarcados por las profundas arrugas de la edad. El cabello, corto desde hacía mucho tiempo, blanqueaba, jaspeado de gris en torno a la coronilla y las orejas. Los labios estaban resecos y la boca entreabierta buscando el aire. Ranma soltó un suspiro lastimero y agónico.

—Akane... Akane...

—Shhhh —murmuró ella con la voz quebrada—. Descansa ahora. Descansa... amor mío.

La respiración de Ranma se hizo pesada y jadeante, pero buscó fuerzas para alzar el brazo y girar la cabeza. La silueta de su esposa se desdibujaba contra la luz de la ventana, hermosa como un ángel. Acarició su mejilla ajada y borró sus lágrimas.

—Te amo, Akane... ¿Lo sabías?

—...Sí.

Entonces, Ranma boqueó por aire una vez más, alzó la cabeza de la almohada con violencia y cayó de nuevo. Un cuerpo sin vida sobre la cama ancha de matrimonio, con los ojos abiertos y apagados para siempre.

Akane se quedó quieta, sosteniendo todavía su mano, y se dobló después para besar su frente y su cuerpo amado una última vez.

—Lo sé —le dijo. Y repitió—: Lo sé... Lo sé, lo sé... Lo sé...

Sus hombros se sacudieron y su cuerpo anciano y pequeño tembló mientras abría la boca con un llanto que le desgarraba el pecho. Se dejó caer encima de él, apretando su camisa entre los puños frágiles, gritando de dolor, de pena, de arrepentimiento. Llorando sola en la grande y silenciosa casa.

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Más arriba que Akane, en otro mundo y otro cielo, en otra dimensión que lo abarcaba todo, cinco figuras se agrupaban en una mesa ovalada, alrededor de una pantalla, observando su sufrimiento y sopesándolo en silencio. No se sabía si eran hombres o mujeres, porque usaban largas túnicas que le cubrían el cuerpo, y aún sus rostros los tapaban con grandes máscaras de colores. Ni tampoco sus nombres sabían, ni siquiera entre ellos mismos, porque un día, hacía tanto tiempo, cuando decidieron reunirse, habían elegido nombres nuevos para bautizarse, borrando por completo su pasado e inventándose su propio futuro. De ese modo, hasta las propias figuras habían olvidado quiénes eran, hasta el punto de que solo existían en ese momento del tiempo y el espacio, únicamente para ver aquella pantalla donde se reflejaba Akane Tendo.

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