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Ranma no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

presenta

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Escucha...

Siente...

Piensa...

¡Akane!

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Abrió los ojos y pestañeó para ajustarse a la intensa luz. Se incorporó y miró alrededor. Estaba en un gigantesco prado hasta donde le alcanzaba la vista, cubierto de flores blancas y rojas, acariciado por una brisa suave y perfumada. Iluminado por el sol radiante de la mañana.

Se puso de pie y alzó la cabeza. En ese instante un fénix cruzó entre las nubes y el sol, desplegando sus enormes alas y agitando una cola de plumas rojas y doradas. Akane abrió la boca asombrada y alzó un mano para hacerle sombra a sus ojos, entonces descubrió que tenía puesta una túnica china ancha, y pantalones amplios de tela suave.

Se miró los brazos y las manos, agachando la cabeza para observar sus pies calzados con zapatillas de lona negras.

—Bienvenida, Akane —dijo una vocecita a su espalda.

Akane se dio la vuelta asustada, pero no había nadie. Se giró hacia el otro lado. Otro ser gigantesco cruzó volando por el cielo, un dragón con las alas abiertas, cubriéndola con su sombra. Ella alzó la cabeza de nuevo para mirar, mientras el dragón se alejaba con un gruñido ensordecedor y el agitar de las formidables alas.

—¡Akane! Por aquí —habló de nuevo la voz.

La chica se giró. Otra vez, no vio a nadie.

—¡Aquí abajo, caramba!

Akane vio a un conejo, pequeño, de pelaje blanco y ojos alargados y rojos. Estaba parado en sus patas traseras, con las orejas largas y grandes bien alzadas. Akane inclinó la cabeza.

—Puedes oírme, ¿cierto? —preguntó el conejo abriendo la boca y mostrando unos dientes blancos y pequeños—. ¿O acaso hay interferencia?

Akane lo miró asombrada y lanzó un grito de terror.

—¡Un conejo que habla!

Se volvió y echó a correr, aplastando las flores con cada uno de sus pasos. El conejo soltó un suspiro, bajó un poco las orejas y la siguió dando saltitos.

Avanzó a trompicones, agitando los brazos para no perder el equilibrio en su carrera desesperada. Pero el prado de flores se interrumpía bruscamente en un precipicio, y abajo solo había un fondo negro, interminable, rodeado de nubes grises y azules que se movían incesantes y peligrosas. Akane detuvo sus pasos y cayó al suelo, asustada, inclinándose por el borde del prado para mirar hacia abajo.

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