CAPÍTULO SEIS

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No estaba seguro de como había hecho para salir de la consulta con el doctor Song, tal vez el aliento de Jinyoung y aquella mirada tan profunda de Seonghwa me habían hecho girarme y decirle que probablemente necesitaría un poco más de tiempo, esta vez para decidir que era lo que quería hacer.

Me encontraba abrumado por todas las emociones que se encontraban golpeándome, con un sinfín de preocupaciones que abarcaban cada centímetro de mi cabeza, sin darme tregua. La consulta con el doctor Song aún daba vueltas, intentando ahogarme. Mi corazón latía a mil pulsaciones por segundo cada que las consecuencias de dar a luz un un bebé siendo un hombre me abordaban, noqueándome.

Intentar decidir hacer lo correcto era una de las cuestiones más erráticas que había hecho en mi vida, decidir sobre lo que era correcto en ese momento no parecía ser la mejor idea. Me encontraba en un estado constante de aún no poder creer lo que estaba sucediéndome, mezclándolo con la incredulidad de saber que yo podía engendrar una vida. Y entonces, todas las cosas que Seonghwa me había dicho volvían a mi cabeza, llenándome de más preguntas son respuestas.

¿Podría ser realmente un milagro de la ciencia? ¿Realmente era un caso único en el mundo? Toda mi cabeza no paraba de darme vueltas en relación a ello, tal vez ver mucho más allá de todo lo que estaba sucediéndome estaba fuera de mi capacidad y no podría soportarlo.

Eres especial.

Recordaba la voz del chico repitiéndomelo, segundo a segundo, llenando mis pensamientos de incertidumbre.
¿Qué hacía una persona especial?
¿Qué tenía que hacer yo?

Eres único.

Una condición única en el mundo, eso era lo que las cifras decían sobre mí. Un chico con Quimera Ovotesticular que estaba gestando un feto dentro de sí. Una probabilidad inexistente para la biología. Pero ahí estaba yo.

El porcentaje de probabilidad es de cero punto, cero, cero, cero, cero, cero, uno punto por ciento.

Una probabilidad de cero no existía, y sin embargo aquí estaba yo: existiendo. Porque según el registro internacional de La Organización Mundial de la Salud; solamente una de cada mil personas era diagnosticada con Trastorno de la Diferención Sexual, eso reducía a solo a setenta y tres mil setecientos cincuenta millones de personas en todo el con alguna de la condiciones de la Anomalía de la Diferenciación Sexual, pero con las condiciones ya conocidas, ese número de personas era apenas un: cero punto uno por ciento de toda la población mundial. Y mi condición era única dentro de esos setenta y tres mil setecientos cincuenta millones de personas, yo era un cero punto, cero cero, cero, cero, cero, uno por ciento de la población mundial con esta condición.

No era tan sencillo como sonaba, el tener un bebé resultaba más frustrante para la vida de una persona de lo que debería.
Primeramente -y la razón más obvia- el vientre crecía como si te hubieras tragado un balón y eso no estaba para nada en mis planes de vida, ni un poco. No podría salir de mi casa durante el resto del embarazo, por más que las personas creyeran había subido de peso, eso era algo totalmente sospechoso y muy evidente. ¿Todos cambios que traía consigo un embarazo? Hormonas, estrías en la piel, pies hinchados y quedando prácticamente inmovilizado a hacer esfuerzo.
No, definitivamente no podía imaginarme a mí mismo con una bola como panza.

Sin embargo, todo aquellos pensamientos se veían opacados por el pequeño encogimiento dentro de mí corazón, como si de una señal se tratase. No estaba seguro de que era aquello, pero todo de pronto se volvía en un mar de dudas que me dejaba completamente agotado, sin saber exactamente por que.

Seonghwa era el mayor responsable de mi estado de incertidumbre, probablemente sin saber que era lo que causaba con cada jodido mensaje preguntándome como me encontraba, el si ya había pensado las cosas mejor. Todo se volvía más complicado con ello. Si bien, le había dejado en claro que no tenía ningún tipo de derecho a decidir sobre esto, él solo había respondido que se encontraba preocupado y no le importaba cualquiera que fuese mi decisión, cosa que creí. Porque ni siquiera nos conocíamos, no éramos amigos, no nada. Él no tenía derecho de siquiera influir un poco en mi decisión, así como nadie más, pero ciertamente, todas aquellas cosas que me había dicho hace alrededor de una semana, volvían a mi, como una grabadora.

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