CAPÍTULO VEINTE

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Los últimos meses parecían difusos ahora mismo, podía recordarlos si ponía un poco más de esfuerzo y presión en ello, simplemente, no quería hacerlo. Los recuerdos flotaban alrededor mío, persiguiéndome como un fantasma, y estaba consciente de ello. Sin embargo, se sentían nebulosos.
Era un estado en el que me encontraba adormecido flotando sobre ellos, todos y cada uno de ellos probablemente dolorosos. Las últimas semanas transcurrieron de la misma manera.

Mientras el infierno crecía a mi alrededor, mientras el apellido de mi familia era maldecido y los pecados de mi padre quedaban al descubierto, lo único en que podía pensar, una y otra vez, como disco rayado, era en él; Seonghwa. De pie, sobre el jardín frontal, escudriñándome con mirada y dejándome sin aliento.

—¿San? —Su mirada se volvió preocupada vagando alrededor del lugar una vez que habíamos perdido la mirada sobre el otro, recordando el sitio donde nos encontrábamos.— ¿Estás bien? —Su voz dubitativa golpeaba fuertemente dentro de mis oídos, recordando un poco de aquella noche.

Había logrado asentir a duras penas, sintiendo todo el peso de los recuerdos sobre mis hombros una vez que pude sentir al chico tan cerca de mí. La tensión continuaba acechándonos y acabándonos un poco, cada vez.

Aquella voz dentro de mi cabeza, recordándome como había matado a nuestro bebé.

¿Sucedió algo? —Su voz sonaba profunda, quebrada, tal vez, jamás volveríamos a ser nosotros mismos de nuevo.

Negué cerrando los ojos, tratando de organizar mis ideas, formular una oración coherente y gesticularla con mi boca.

—Yo-... —Mi voz sonaba apagada, como si mis cuerdas vocales se encontraran desgarradas y un ardor familiar subió desde mi garganta.

—Quería saber si estabas bien, HongJoong-... —Sus palabras murieron dentro de su boca, deteniéndose momentáneamente.— He estado preocupado.

Mi corazón latió fuertemente, podía escucharlo a través de todo el bullicio del lugar, todas las malditas personas paseándose y los altavoces de los radios, estaba casi seguro que Seonghwa podía escuchar mi corazón incluso con todo ello.

Podía sentir la incomodidad, nuestras miradas viajando a través de todo el lugar disponible que no fuéramos nosotros, la tensión que nos rodeaba parecía haber creado su propio barrera alrededor, apartándonos del mundo por unos minutos, antes de que el infierno interfiriera nuevamente.

—¿Qué estás...?

—¿Joven Choi? —Justo en el momento en que había parecido encontrar mi voz me ví interrumpido por la oficial que anteriormente me había detenido en la sala de estar, quien me había pedido hacer algunas declaraciones.— Necesito tomar un par de declaraciones, no será nada oficial, solo es para llenar el reporte. Tomará un par de minutos.

Sentí la mirada del pelinegro sobre mí, justo cuando la mujer en uniforme nos miraba con una disculpa grabada en su rostro. Asentí sin muchos ánimos, sintiendo la necesidad de pedirle a Seonghwa que se quedara a mi lado, que me esperara unos minutos.

Siguiendo a la oficial hasta la sala de estar nuevamente, miré a través de mi hombro, cerciorándome que Seonghwa se encontrara en el mismo sitio. Sin embargo, no debí suponer que se quedaría, ¿por qué lo haría?

Cuarenta minutos después, cuando mi cabeza vibraba y el dolor punzante se extendía a lo largo de mi nuca, HongJoong apareció por la puerta de entrada que ahora se encontraba mucho más vacía.

Y Seonghwa, no estaba.

Todo había sucedido tan rápido después de eso, como un verdadero pestañeo, un sinfín de preguntas, declaraciones y entrevistas de los medios, éramos el centro del huracán que mi padre había formado.

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