CAPÍTULO DIECINUEVE

50 8 0
                                    





Mi cuerpo vibraba ante el dolor que subía hasta mi cabeza, sacudiéndome casi imperceptiblemente. La amplia pared frente a mí se hacía más alta, y se alejaba a cada segundo, volviéndome diminuto en la habitación, recordándome como me encontraba. Solo.

Escuchaba el golpeteo sordo de mi corazón en el silencio, latiendo pesadamente, constantemente y como una burla. La habitación se sentía demasiado grande, vacía, solitaria y fría, probablemente siempre se había sentido de esa manera. Mi visión se nubló de nuevo, sintiendo el ardor de las lágrimas que amenazaban en descender.

Las baldosas estaban heladas, podía sentir el frío subir a través de mis huesos hasta mis pulmones, cortándome la respiración y congelándome la sangre. Mi cuerpo a penas respondía para alcanzar la cama, sintiendo como el entumecimiento alcanzaba cada parte de mí, dejándome caer justo al pie del colchón, en el desorden que apenas visiblemente dentro de la obscura habitación se distinguía.

Dolía, jodidamente dolía cada segundo que una nueva respiración entraba en mis pulmones, sintiendo el ardor en mi pecho y los recuerdos me inundaban, sintiendo mi abdomen plano, no sintiendo a mi bebé. Sentía como la obscuridad lentamente me arrastraba durante las noches, sofocándome. Con mi corazón latiendo a mil por segundo y despertando exaltado y agitado. Siempre era el mismo sueño, una y otra vez.

La vibración que proviene de algún punto de la habitación llama mi atención, logrando mantenerme enfocado en la realidad de nuevo.
Mi celular estaba sonando en algún sitio, pero como el resto de los días pasados, lo ignoraría, esperaría hasta que se cansaran de marcar, en algún momento Yeosang y HongJoong lo comprenderían y me dejarían solo.
Luego de lo que había sucedido con mi padre, lo harían.

Todo parecía surreal, un sueño del cual no podía despertar y la soledad se encargaba de mantenerme cautivo.
La fría habitación a mi alrededor me consumía y me dejaba mareado. Con mi cabeza dando vueltas, todas las imágenes me atacaban fuertemente, el vacío en mi vientre se extendía hasta mi pecho y me asfixiaba hasta doblarme. El dolor solo crecía, expandiéndose a lo largo de mi cuerpo y llenando cada centímetro debajo de piel de una sensación paralizante; nada.

Mis ojos se rindieron, ardiendo y liberando el río de lágrimas que inundó mis mejillas rápidamente, con mi mano derecha tratando de acallar los sollozos que se escapaban desesperadamente desde mi garganta, mientras mi brazo izquierdo apretaba mi vientre plano en un intento desesperado por conseguir que un poco de oxígeno ingresara hasta mis pulmones.

Las imágenes aparecieron dentro dek cabeza, burlándose; los recuerdos torturándome en cada maldita imagen. Mi pecho se oprimía, y todo a mi alrededor era nebuloso, la habitación era grande, y el frío del azulejo se filtraba a través de mi ropa, subiendo silenciosamente a cada rincón de mi cuerpo. Si tuviera la opción de volver, probablemente la tomaría.

Cuatro meses atrás podía recordar el sentimiento de desesperación e incredulidad que se había apoderado de mí al descubrir el embarazo, las palabras del doctor Park resonando fuertemente contra mis oídos, mi cuerpo entero temblando ante la noticia y el desmayo repentino que había tenido en el consultorio. Todas las señales habían estado ahí, las náuseas por la mañana, mi cambio de apetito, los mareos repentinos, todo. Mi corazón se había estrujado al saber toda la mentira que fue mi vida hasta ese entonces, todo lo que comenzaría a cambiar desde ese mismo y el terror que sentí filtrándose por cada poro de mi piel, penetrando cada milímetro. Todas las emociones me habían dejado agotado, aislándome como mejor sabía hacer y afrontar las cosas por mí mismo.

Un tirón en el pecho llevó mi mano hasta allí, tratando de apretarlo desde afuera, estrujando la tela de mi camisa en su lugar cuando los nuevos recuerdos aparecieron en mi cabeza: "es imperativo sacarte aquello dentro de ti." La falta de aire se vuelve dolorosa, la respiración errática obliga a mi corazón a latir fuertemente y ahora ambas manos golpean mi pecho en un intento por detener el dolor.
Mi cabeza golpea contra la base de la cama; un ataque de pánico.

0.000001%Donde viven las historias. Descúbrelo ahora