Una cena a la luz de las velas, música suave, el manto de la noche llena de estrellas, arropándolos, ambos con sonrisas bobas y enamoradas en sus rostros.
Entre copas de vino y algunas risas, Blitzø llevó a su amante a la cama, la cuál estaba llena de rosas rojas y blancas, Blitzø se subió encima y empezó a dejar besos en todo su cuello, mientras sus manos se paseaban por su cintura y caderas, todo de forma calmada y amorosa, no quería ser rudo esta vez.
Stolas suspiraba, sus garras fueron a la espalda de su pequeño.
Ambos amaban el sexo duro y sin control, pero también anhelaban una caricia romántica.
Poco a poco, las ropas fueron sobrando. Se dieron un beso duradero mientras Blitzø separaba las piernas de Stolas.
Y lo que escuchó luego fueron los dulces y encantadores gemidos de su buhito, como se agitaba y empezaba a jadear sin control.
Blitzø se encargaría de demostrarle a Stolas cuánto lo amaba.
Se fundieron en un beso, mientras los minutos pasaban, las estocadas perdían su control, ambos jadeando más agitados hasta que un grito ahogado por su besos fue provocado por el orgasmo.
Esa fue la noche más linda del mundo.
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