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— ¡Deberías estar más concentrado niño!— después de que esas palabras se escucha una risa ensordecedora proveniente de un viejo gordo que toma su jarra de hidromiel sin remordimiento enfrente mío mientras estoy inmerso en mis pensamientos, como es de costumbre. — ¡sí ya no quieres jugar está bien! Deja las cartas y lárgate— y el gordo sigue riéndose.

Solamente se me sale una pequeña sonrisa y tomo de mi cuerno de hidromiel.

—Después de haber perdido tres manos seguidas solo te queda rendirte

— siento que esta vez tengo oportunidad— mi cabeza no se separa de mis cartas

La masa amorfa «Drue» era un viejo amigo que conocí hace mucho tiempo atrás, además era el dueño de la taberna en la que estábamos apostando, una taberna vieja, un tanto destartalada, pero pese a eso tenía una sensación acogedora. Ahí podías encontrar de todo, alcohólicos desmayados en las mesas después de beber todo el día, bestias mitad humanos comiendo sin parar en la barra y jóvenes magos intentando hacerse los interesantes con sus libros. Esa noche mi objetivo era Drue, alguien que lo que tenía de gordo, también lo tenía de rico.

—Entonces dices... que subirías, ¿la apuesta?— lo dice mientras agita su jarra.

Dudo un poco mientras reviso mi bolsa con monedas. Después de no reflexionarlo tanto, lanzo la bolsa con todos los dragones de oro y plata que tenía —¡Entonces lo apuesto todo!— al momento de decirlo se genera una ola de gritos de emoción en toda la taberna, Drue iguala la apuesta y muestra sus cartas mientras ríe como hiena.

—¡REYES Y ACES! Jamás le ganarías a eso— a punto de recoger su recompensa muestro mis cartas.

—es una pena— muestro mis cartas con tres reyes y estallo de emoción a la vez que empiezo a reír descontroladamente.

El ruido de la taberna empieza a disiparse y el único ruido que queda son mis carcajadas después de haberle ganado.

—bueno... —dejo de reírme y empiezo a recoger mis cosas— buen juego, chicos, creo que a la próxima habrá que esforzarse mucho más, ¿no creen?

Mientras recojo mi recompensa, la gigantesca mano de Drue agarra mi brazo.

—hiciste trampa— dijo mientras me apretaba.

—No, ¿cómo crees?— lo digo un tanto nervioso.

—sacaste tres reyes, yo tenía dos en mi mano y un As. La mesa tenía cuatro reyes más y un siete, ¡sin contar que en las otras tres partidas! EN TODA LA NOCHE HAN SALIDO 14 REYES¡

—Bu... bu... bueno, al menos sabemos que sabes contar— lo digo con una voz quebradiza intentando librarme de la mano.

—Tú— aprieta más mi brazo

—En serio grandote me haces daño.

—¡NO GANASTE ABSOLUTAMENTE NADA! - lo dice mientras coge mi dinero, el cual había ganado obviamente haciendo trampa.

—de acuerdo, eso no salió como esperaba

Le doy un fuerte tirón a su mano, librando mi brazo y rápidamente agarro las bolsas con monedas, Drue intenta agarrarme de nuevo, pero vuelco la mesa en la que jugábamos poniéndola en medio de los dos y salgo corriendo de la taberna.

—¡NO DEJEN QUE ESCAPE!

—¡Mínimo, dame unos minutos de ventajas!— salgo de la taberna con una estampida de borrachos y algún que otro asesino detrás de mí.

Las calles de Grinson me las conozco como la palma de mi mano, la parte del reino en la que estaba se llamaba el barrio del corazón. Una zona caracterizada por sus tabernas y burdeles, de seguro habría algún lugar a donde podría esconderme, mientras corría a lo lejos pude observar la ventana de una casa a obscuras, en el momento en que vi esa ventana sabia que sería el escondite perfecto.

ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora