Lanstain

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Días después de que Valentina se fuera a la citadelle con tía Verónica, mi madre, Camile, se ofreció a enseñarme magia por su propia cuenta. Hemos estado practicando día tras día en una de las terrazas del castillo. En ese lugar no había absolutamente nada y por lo general nadie subía, por lo que Camile lo adecuo para que se pudiera entrenar de una manera casi perfecta, aunque el propio viento del reino solía llevarse todo, de lo fuerte que soplaba. Un viento tan frío que, sin mi bufanda, se me congelarían hasta los huesos.

Este era el cuarto día de entrenamiento y nada me salía bien. El primer día probamos con hechizos del agua, el segundo con hechizos de la tierra y el tercer día con hechizos del viento. Hoy me tocaba aprender cosas del elemento del fuego, pero cada vez me convencía más de que la prueba había sido un error.

—hoy aprenderás una técnica básica en todo combate de magia— dijo Camile— aprenderás a imbuir un arma, así que desenfunda tu espada

Desde que Verónica me regalo la nueva espada, no la he probado en lo absoluto. Días atrás cree un Tahalí, una pieza de cuero negro que rodea mi pecho, y en la parte de atrás le amarre una herramienta de la citadelle que conseguí en una chatarreria en la zona del trevol. Este artefacto conseguia mantener mi espada en mi espalda, de esa manera podía quitarla y volverla a poner detrás de mí con mucha más facilidad, incluso más, que si solo tuviera una simple vaina.

—Tía Verónica dijo que no usara magia con esta espada—le digo con una mano ya en la empuñadura

—entonces no usaremos esa espada. Ve a ver una de práctica, las de madera estarán bien—se queda quieta mientras yo voy a ver las espadas de madera— y no te olvides de los guantes

llego a un rincón de la terraza que estaba siendo custodiada por storn, y cojo dos guantes, eran de un color marrón con pequeños agujeros en los nudillos, al colocármelos recojo dos espadas y regreso con mi madre. Ella, quien ya tenía puestos sus guantes, coge una de las espadas.

—como estaba diciendo. El imbuir un arma, sea cual sea, es uno de los hechizos básicos que cualquier mago debería saber—lo dice señalando la espada

—¿Y como hago eso? Hasta ahora de todos los hechizos que hemos probado, ninguno me ha salido bien... no creo que este sea diferente

—El intentar nunca ha matado a nadie

—yo creo que si

—Probaremos con el fuego. Ya que lo hemos probado de todo...— Camile coge con su mano izquierda la empuñadura de la espada y su mano derecha la coloca en el principio de la hoja. Su mano comienza a recorrerla de manera lenta—toda tu concentración debe estar en tus guantes, estos son catalizadores de tu poder, recuerda...

—sin un catalizador, tu magia no sirve— completo la frase de Camile antes de que la pronuncie

Termina de pasar su mano por toda la hoja y esta misma arde de manera incontrolable sin quemar la madera.

—¿lo ves? Sencillo— me apunta con la espada en llamas— tu turno— me lanza una sonrisa de confianza 

replico lo mismo que hizo ella, con mi mano izquierda cojo la empuñadura de la espada y la mano derecha la coloco al inicio de la hoja. Cierro los ojos intentando concentrarme lo que más podía en imbuir la espada de fuego, la palma de mi mano recorre la hoja poco a poco. «Concéntrate», pensaba, y cuando mi palma siente la punta del filo, abro los ojos y no había pasado nada, no había podido lograrlo, otra vez.

—tu problema es que no visualizas lo que quieres

—no hay ningún problema, simplemente esto no es para mí— camino hacia storn y dejo la espada donde la recogí

ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora