Capitulo VI

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Fui guiada por mis abuelos al carruaje donde al sentarme me quede dormida.

El viaje no se si fue corto o largo, porque no supe la hora en que habíamos partido, pero si la de llegada. Era las diez de la noche, la hora en que hablaba con Edmund normalmente, sin saber que era él. Sé que suena raro que me le cuente todo sobre mí a alguien que no conocía, y, además, enamorarme de él. Pero si estuvieran en mi situación y tuvieran un sexto sentido como yo se les sería más fácil entenderlo.

Aunque todo había cambiado en las últimas horas. Ahora sabía quien era mi misterioso amigo. Siempre pensé de que cuando me enterara quien era me sentiría… llena de alegría y sentimientos parecidos, pero nunca imagine que me sentiría como en esos momentos. Lo único que quería era llegar a mi pieza y pensar, ordenar mis ideas.

Mis abuelos me miraron un poco preocupados por mi actitud, pero se tranquilizaron cuando les invente que estaba cansada.

Mi familia me recibió calurosamente. Me habían preparado una fiesta sorpresa de bienvenida, por suerte para mí, fue una pequeña comida familiar, y al ver que estaba tan cansada me dejaron levantarme e ir a acostarme.

En el silencio y tranquilidad de mi pieza me relaje y deje que mis pensamientos fluyan lentamente inundando mi mente.

Mi forma de pensar y ver el mundo había cambiado. Siempre había pensado que el enemigo que tanto me hablaba mi abuela era algo muy lejano, por no decir que no existía. Pero ahora existía y estaba más cerca de lo que había pensado, ¿por qué mi abuela no me había contado más sobre este enemigo y hacérmelo tomar en serio?

Si hubiera estado más atenta tal vez me abría dado cuenta antes, pero no lo hice y me entere de la peor forma posible de quien era mi famoso enemigo.

Me quede dormida con estos pensamientos en la mente y antes de quedarme dormida apareció ante mi la imagen de Edmund; con sus ojos verde intenso mirándome cálidamente, concordando con su sonrisa, con su pelo café osuro desordenado.

Desperté a la mañana siguiente, ya pasada el medio día, más tranquila de lo que me había acostado.

Me levante lentamente, tomando me mi tiempo en ver el desorden de mí pieza, no había llegado ni hace un día y mi pieza era todo un caos. Mis maletas estaban tiradas en un rincón y mi mochila al otro extremo. Pero aparte del desorden que yo

acababa de traer a mi pieza, estaba ordenada y tal como la había dejado al irme. La

estantería que estaba en la pared de la puerta estaba con todos los libros en sus respectivos lugares y los recuerdos esparcidos entre los libros de todos los lugares del mundo que había visitado estaban tal como lo había dejado. La pequeña torre Eiffel a escala que había comprad hace unos tres años al visitar Francia está allí, entre los libros románticos. Una imitación en miniatura de las pirámides de Egipto estaba entre los de aventura. Y así sucesivamente mis demás recuerdos.

Tenía un abanico gigante de China estaba colgado de la pared. Y alrededor de él colgaban diferentes fotos de mí en lugares históricos, como la torre Eiffel, el Partenón, la torre inclinada de pizza, en el coliseo, con las pirámides de Egipto detrás de mí, junto al gran reloj de Londres… y muchas más.

Una parte de mi escritorio estaba lleno de fotos mías con mis amigas del colegio normal.

Había otro librero más chico bajo una ventana con unos libros que solo pueden leer los magos. Y al lado de este librero había una pequeña mesa redonda con unas sillas cómodas para poder sentarse alrededor. Arriba del libreo, junto a la ventana habían habilitado y acomodado la pequeña tarima que dejaba el librero para que yo pudiera leer cómodamente en ese lugar.

A los pies de mi cama había un gran baúl de madera, para que pudiera guardar todo lo que yo quisiera bajo llave. Un lugar perfecto para guardar mis libros mágicos.

De repente me acorde de mi pequeña mascota, Drachen estaba acostado cómodamente entre mis sabanas durmiendo tranquilamente.

Me levante con cuidado para no despertarlo, pero no lo logre, apenas tuve fuera de mi cama abrió los ojos y me miro con su típica mirada. Me quede un raro jugando con él, pero cuando me rugió el estomago, decidí bañarme y arreglar mi pieza para bajar a comer algo, tal vez el almuerzo, por la hora que era.

Me duche y vestí rápidamente. Le dije a Drachen que me esperara en mi pieza sin salir ni moverse de mi cama.

Baje corriendo la escalera y entre en la cocina. Mis hermanos estaban sentados comiendo, mientras comentaban algún partido de fútbol que acababan de dar.

Cuando entre, se giraron y me dieron nuevamente una bienvenida. Estaban almorzando lo que había quedado ayer de la bienvenida que me habían hecho mis padres, carne albergada con papas hilo, una de mis comidas favoritas.

Me senté entre mis hermanos y empezó el interrogatorio que me había saltado la noche anterior. Les conté sobre el colegio, los amigos que había hecho y otras cosas más, pero obviamente nada relacionado con la magia.

Yo en cambio les pregunte  cómo estaban ellos y mis demás hermanos no presentes, Juan Pedro y Cristóbal. Mis dos hermanos mayores ya no vivían en la casa, ya que tenían la suya propia junto a su esposa. Me entere de que Juan Pedro había ido de viaje a Brasil, Río de Janeiro, con su mujer. Y que la señora de Cristóbal

está esperando un hijo, que ya tenía tres meses. Casi me muero de la impresión al saberlo.

Por otra parte, Matías, Antonio, Carlos y Sebastián, mis otros hermanos, que ahora estaban alrededor mío, habían ido al campo casi todo Febrero, como todos los años junto con mis primos.

Cuando termine de almorzar y estaba saliendo de la cocina, sonó el teléfono. Era mi abuelo Matías, que se había enterado de que había vuelto y me invitaba a su casa para que le contara mi aventura en otro país. Sonreí, por supuesto que quería ir a su casa, allí siempre lo pasaba increíble.

Salí de la cocina con una pelea de mis hermanos viendo quien me iba a llevar a la casa del abuelo Matías. Como era la menor y única mujer era la favorita y regalona de todos y siempre había peleas sobre quien me llevaba a algún lugar, por lo que nunca me había quedado aburrida en mi casa. A veces me invitaban a ver una película o me acompañaban a comprar. Se podía decir que era mimada, pero no es verdad, por mucho que me dieran todo lo que quiera, a veces yo no lo aceptaba, porque encontraba que era malcriarme. Para mis quince, por ejemplo, me habían ofrecido un viaje por Europa, un computador y el último celular que había salido. Yo por supuesto me había negado diciendo que era demasiado y convenciendo a mis padres que me regalaran ropa.

El secreto de EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora