Capitulo II

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Paso el tiempo y cumplí los trece y catorce años, esperando con ansia los quince, la edad que debía tener un mago para controlar perfectamente sus poderes e ir al colegio, pero como yo era “especial”, como solía decir mi abuela, no tuve necesidad de esperar tanto tiempo.

  El día que cumplí 15 mis abuelos salieron conmigo a hablar y contarme las tradiciones del mundo mágico, que yo ya conocía perfectamente gracias a Tere, pero ellos no tenían por qué saberlo.

  Mis papás me regalaron libros y ropa, igual que mis abuelos, porque no querían regalarme nada mágico, por miedo a mis papás. Tere me regalo una pequeña esfera que responde a todas tus preguntas, pero solo respondiendo si o no, eso fue lo único mágico que recibí para mi cumpleaños y lo tuve que esconder para que mis hermanos no lo descubrieran.

  Después de mi cumpleaños, que es a principios de años (7 de enero) tuve que esperar hasta final de años para poder ir a la escuela de magos. La espera fue muy larga, pero por suerte Tere también estaba conmigo esperándola, haciéndose más corta. 

  Era fin de año y se acercaba la fecha en la que tenia que ir a vivir unos meses con los demás magos de mi edad para conocerlos, hacer amistad con ellos e ir al colegio de magos para aprender más hechizos y como hacer pociones más complicadas, pero efectivas.

  Durante todo el año escolar humano me esforcé  al máximo para tener buenas notas, por mi mamá, que me estaba cateteando para que me esforzara, porque desde ese año las notas entraban para la universidad. Pero no sé para que me servirían a mí. Yo era una bruja y me preocuparía para sacar una carera en el mundo mágico, mi mundo. Pero mis abuelos me habían obligado a que estudiara más las cosas humanas dejándome menos tareas mágicas, pero haciendo las clases más intensas, donde terminaba agotada. Pero estaban de acuerdo de que cuando crezca saque una carrera mágica.             

  Lo único que me preocupaba era el momento en que tendría que decirles toda la verdad a mis papás, pero mis abuelos me prometieron que cuando llegara el momento, cuando yo encuentre que sea el momento, me ayudarían y me apoyarían.

  Paso la navidad y con eso se acercaba año nuevo y al día siguiente me iría al colegio de magia.

  Era de noche y todos mis hermanos habían ido a ver los fuegos artificiales, mientras tanto yo me había quedado en casa para terminar de armar mi maleta con todo lo que necesitaría para el colegio.

  Mis abuelos habían inventado una escusa para que yo me ausentara de casa los meses en que estaría en el colegio, que consistía en que me invitaban a una temporada de intercambio en Estados Unidos para aprender ingles, mi mamá no se opuso, todo lo contrario, le encanto la idea, ya que yo no soy muy buena, mejor dicho: soy increíblemente mala. Partiría esa noche, antes de que vuelvan de ver los fuegos artificiales, por lo que me había despedido antes. Mi mamá me quiso acompañar a dejar al aeropuerto, pero la convencí de que no era necesario, que me las podría arreglar con los abuelos.

  Estaba sumida en mis pensamientos cuando alguien toca a la puerta y di un salto que me hizo botar todo lo que tenia en las manos, unos cuantos libros que necesitaría, lápices, un estuche y mi diario de vida.

  -Tus abuelos te esperan abajo- dijo Nancy, la empleada que se encargaba de mis hermanos y de mí.

  -Bajo enseguida-respondí.

  Recogí lo que se me había caído antes y lo metí en mi mochila, me la colgué al hombro y tomé la maleta de las asas. Recorrí la pieza con la mirada, estaba todo ordenado a la perfección, un gran avance para mí, Inés estaría orgullosa si lo hubiera visto. Espero encontrarlo igual como lo deje, pensé antes de salir, cerrar la puerta detrás de mí y salir corriendo escaleras abajo donde me esperaban mis abuelos, tal y como lo había dicho Nancy.

El secreto de EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora