Historia 3. La condesa.

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Historia 3.

La condesa.

Lady Amelia se preparaba para la gran fiesta que iban a celebrar en la casa de los condes de Devonshire.
Realmente para ella era algo bastante tedioso. Estaba cansada de tanta fiesta y una vida un tanto díscola. O más bien era que la vida le estaba resultando demasiado larga, por muy joven que fuera. O que su vida era realmente monótona. O todo a la vez. No sabría decirlo.

Su vestido blanco y dorado iba a causar furor entre las mujeres y hombres de la nobleza. Era bastante provocativo y hermoso. Al menos sería interesante por los murmullos que oiría al pasar entre las mujeres hablando de su vestido y las miradas libidinosas de los hombres en la fiesta. O al menos algo divertido. Le gustaba crear cierta molestia entre las mujeres y cierto interés en los hombres.

Tras terminar de arreglarse y quedar tremendamente hermosa, se dirigió hacia su carruaje, para que este la llevase hacia la fiesta.

Nada más llegar las miradas se dirigieron hacia ella. Los hombres la miraban de manera tremendamente lasciva mientras que las mujeres con desaprobación. Eso era algo que le encantaba producir entre los demás. Y era lo único que iba a disfrutar en toda la noche, salvo que la situación se volviera más interesante.

Mientras caminaba entre la gente, observaba a todos ellos. A la mayoría ya los conocía. Pero por lo que podía comprobar, había personas que no conocía.
Aunque según ella, se parecían excesivamente a los demás. No encontraba ninguna diferencia con los demás. Igual de estirados, insulsos, sin temas de conversación y sobre todo, aburridos.

Estuvo entreteniéndose observando a los demás mientras que recibía los lagos de los hombres y las críticas de más mujeres, e intentaba que las horas pasarán lo más rápido posible, hasta que observó a un extraño hombre.
Era un hombre totalmente distinto a los demás, no solo en su aspecto sino también por la forma en que se comportaba. Llamaba mucho la atención, sobre todo de las damas, muchas de las cuales estaban intentando darle conversación mientras que revoloteaban a su alrededor.

Aunque parecía contestar con cortesía y educación, no parecía muy interesado en los temas de conversación que las damas le estaban sacando, lo que hacía que su rostro se viera tremendamente aburrido, aunque intentase evitarlo.

Lady Amelia entonces, se dedicó a observarle, mientras interactuaba con esas mujeres.
Así la noche fue pasando y la fiesta parecía algo más entretenida que otras anteriores.

- Parecéis aburrida. - dijo una voz grave y fuerte detrás de su espalda. Se giró rápidamente para saber de quién se trataba, pues esa voz no la conocía. Era el hombre que había estado observando. Pero, ¿Cómo llegó hasta ella si acababa de verlo en la otra punta del salón de baile?

- Estás fiestas son siempre iguales. Estás en una, has estado en todas. - contestó mirándole a los ojos. No se había dado cuenta pero, aunque tenía ojeras debajo de estos, llamaban mucho la atención y no podía dejar de mirarlos.

- Entonces, ¿Qué hace aquí? - preguntó aquel hombre.

- Podría hacerle la misma pregunta. Usted parece tan aburrido como yo. - dijo Lady Amelia.

- Pensé que sería algo más interesante. - dijo sonriendo. - por cierto, he sido tremendamente maleducado, mi nombre es Carl von Nassau. ¿Y usted es...?

- Lady Amelia, condesa de Warwick. Un placer, señor. - dijo Lady Amelia sonriendo.

Ambos siguieron hablando, mientras la noche pasaba.
Lady Amelia no podía dejar de mirar esos ojos, que tanto le llamaban la atención. Su color verde intenso y su extraña mirada, hacía que no podía dejar de mirarle, como si sus ojos llegaran a hipnotizar.

El tiempo no parecía pasar.

Sin darse cuenta, acabaron en una pequeña habitación, los dos solos. En soledad siguieron hablando, hasta que lady Amelia se comenzó a sentir mal. Sentía malestar, miedo, cierta angustia...como si aquel hombre que tenía delante le diera malas vibraciones, como si fuera peligroso, como si pudiera hacerle daño.

No sabía cómo dejar la conversación e irse con los demás. Intentaba darle poca conversación e irse acercando a la puerta para ir al salón principal pero le fue imposible. Él siempre conseguía que estuvieran lo más apartados posibles de la puerta, haciendo que estuvieran aún más apartados de los demás.

Cada vez se acercaba más a ella y la acorralaba. Comenzaba a tener mucho más miedo. La angustia iba en aumento, pues sentía qué no podría escapar.

Empezó a notar que su piel era algo más blanquecina de lo normal y el tacto de esta era como la tiza. Sus uñas eran algo más largas de lo habitual, algo más amarillentas, sus aliento era bastante helador y sus dientes afilados.
¿Cómo es que antes no se había dado cuenta? ¿Cómo es que pudo verlo antes atractivo? ¿Qué le había hecho para que ella se sintiera atraída por él? Tenía mucho miedo.

Intentó irse de allí, pero él la sujetó por el brazo y la acercó hacia él.

No vas a ninguna parte. - le dijo mientras se acercaba poco a poco hacia su cuello. Ella notaba su corazón latir con fuerza. Su cuerpo se había paralizado. No podía moverse. Notó como la mordía con fuerza en el cuello mientras su mano la sujetaba por la cintura.

No pudo evitar pegar un grito por el dolor causado. Tras esto, perdió el conocimiento. Carl la dejó caer en el suelo y con gran agilidad, salió por la ventana, pegando un fuerte salto.

Al poco tiempo, comenzó a llegar la gente alertada por el gritó de Lady Amelia, a la cual se la encontraron en el suelo, con una pequeña herida en el cuello y un charco de sangre en el suelo.
Entre varios hombres la recogieron y la llevaron a un sofá, mientras que otros miraban en la estancia en búsqueda de alguien o algo. Al salir por la ventana vieron como una sombra corría por los jardines de la mansión entre la tenue luz de la luna. No pudieron identificar, lo que era.

Finalmente, acabaron llamando a un médico que atendió a la joven Lady Amelia, pero poco se pudo hacer por ella. En cuanto la llevaron a su casa, donde, en su cama, acabó yéndose su vida poco a poco, hasta que la muerte vino a recogerla. O eso esperaban todos.

Tras el entierro de Lady Amelia, donde toda la aristocracia se reunió para dar el último adiós a esa joven condesa y quedarse solo el panteón, en una noche oscura, con una luna nueva, un extraño caballero apareció en el cementerio.

Buscaba un panteón muy determinado, donde habían enterrado a la joven, dos días atrás.
Tras una breve búsqueda, entró en el panteón, donde la habían enterrado y con bastante fuerza, logró abrir el sarcófago.
Allí, totalmente pálida y con un vestido rosado, estaba enterrada Lady Amelia. El conde de Nassau, mordiendo su muñeca, se hizo una herida.
De esta herida brotó algo de sangre que vertió en la boca de la joven.
Tras esperar, un tiempo, ella abrió los ojos, y lo vio allí, con una sonrisa, mientras le daba la mano para que se levantara y saliera de allí

- He venido a buscaros, Lady Amelia. Ahora, sois mía. - le dijo el conde, mientras le ayudaba a salir.

Desde entonces, jamás se han vuelto a separar. Ella es su criatura, su creación. Nunca supo el porqué la eligió a ella y no a cualquier otra mujer. Tal vez, porque le pareció más interesante o la que menos se parecía a los demás, o tal vez porque estaba cansada de esa vida..... Pero nunca llegó a saberlo. Ahora solo sabía que compartía la misma maldición que él y que su vida había cambia por completo.

P.D. se que está historia me quedó algo más pequeña y que llega algo tarde. Lo siento.

P.D. 2. No se si me quedó de miedo o romanticona, jajajaj

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