Aún recuerdo cuando llegué a mi nuevo "hogar", cuando ví las miradas de mis nuevos compañeros. Dos agentes me escoltaban a cada uno de mis costados llevándome a mi nueva habitación. Por fin se acababa mi soledad. Ahora no estoy en una celda aislada. Ahora me llevan al corredor de la muerte.
Todo empezó una madrugada en el otoño de 1997, cuando me desperté por el sonido de mi teléfono. Con voz adormecida, contesté a mi interlocutor, segundos antes de que me vida cambiase para siempre.
-Parker, tío. Tienes que venir por favor. Estoy en peligro. Estoy en la cabina del antiguo teatro.
-¿Qué cojones? Austin. ¡Austin que coño pasa!
-...Nunca me contestó. ¿Qué ostias pasa?. Me vestí, me puse los zapatos y cargué mi Magnum 44 heredada de mi padrastro.
-¡Sarah! Si en una hora no he vuelto, llama a la policía.Respiré hondo, me monté en el coche y aceleré todo lo que mi antiguo El Dorado daba de sí. Llegué en apenas unos minutos. La calle estaba vacía. No había tráfico, no habia gente y parecía que todos los animales hubiesen dejado de existir.
No había nadie en la puerta del teatro. El único rastro humano que había era una esclava y un casquillo de 9mm con olor a pólvora. Sentí un nudo en la garganta, esa esclava era la de mi difunta esposa, la que mi hija siempre llevaba en la muñeca izquierda. No puede ser, pensé. ¿Qué cojones está pasando?
Agarré con fuerza mi revolver, abrí la puerta del teatro y sin perder de vista el cañón, fui inspeccionando pasillo por pasillo, sala por sala. Al llegar a la sala 6, mi corazón dió un vuelco. En lo que quedaba de escenario, había 5 velas negras, una a cada arista de la estrella satánica, tres velas blancas volcadas en el suelo y un cuerpo desnudo en el centro del círculo.
-¿Sarah?, mierda Sarah. Despierta. ¡Sarah joder!. ¡Hablame!. ¡Sarah!.
Estaba tan ciego mirando el cadaver desnudo de mi hija que no vi que su corazón estaba clavado con un puñal en el centro de una tabla Ouija.
No se qué mierda había pasado, pero lo iba a averiguar.