Renacer

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Aún no he comido, llevo en la cama desde que se fue el predicador y mi mente aún sigue buscando una respuesta. Ya no tenía ninguna pregunta que hacerme, pero necesitaba que mi cerebro buscase una respuesta a algo. Aún no tengo apetito. Mi paladar solo busca volver a probar la sangre.

Me dirigí a la puerta que Austin acababa de abrir. Intenté entrar pero estaba cerrada a cal y canto. Me fijé en que una de las ventanas del edificio no estaba completamente cerrada, así que me aferré a la tubería de plomo, puse mis pies en la pared, y comencé a trepar. No quería que nadie me viese haciendo esto, y por suerte, nadie lo hizo.

Me escurrí por la ventana intentando no tropezarme con todo lo que había en el suelo de la habitación para no hacer ruido. Busqué a Austin, y lo encontré en la habitación contigua hablando solo. O eso creía yo. En una silla pude ver una silueta femenina atada de pies y manos, con la cabeza tapada y completamente desnuda.

Austin la estaba apretando los pechos mientras le pedía una felación, según él, la chica tenía que llegar virgen al evento de esta noche.

No pude evitar pensar en mi hija después de ver a esta chica. No creo que tuviesen mucha diferencia de edad, ninguna de las dos llegaba a los 13 años.

En ningún momento pensé en lo que estaba apunto de hacer, hasta que era demasiado tarde para lamentarse. Entré en la habitación, abrí mi mano y agarré del cuello a mi mejor amigo. Me miró a los ojos sin poder decir nada. En ese momento ya estaba de rodillas en el suelo, apunto de desmayarse.

Volví a por mi coche para dejarlo más cerca del callejón y arrastrar el cuerpo de Austin hasta él evitando que nadie lo viese. Le senté a mi lado, aparentemente dormido, le abroché el cinturón e hice una llamadad anónima a la policía para informar de la situación. Nunca pude despedirme de aquella chica, simplemente la dije: no tengas miedo, ahora estoy yo aquí. La desaté sin darla tiempo a quitarse la mascara para verme la cara. Cuando lo hizo, ya había desaparecido.

Ahora avanzaba por la autovía con mi mejor amigo en el asiento del copiloto. Ahora me dirigía a la granja de mis padrastros, donde nadie podría oírle gritar.

FríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora