Capítulo 9

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—¡¿Taylor?!... ¡¿Taylor de la secundaria?!

La despampanante mujer rió divertida.

—Pues sí. ¿No me digas que quieres empezar con eso del rol desde ahora? Primero comamos algo, encanto.

Lincoln no entendió a qué se refería con eso. Aún estaba tratando de procesar que su cita de trabajo sería con una chica que le había hecho calzón chino a su amiga Stella mientras a él también se lo hacían uno de aquellos matones con los que Taylor se juntaba cuando él tenía doce años.

—¡Lincoln! —algo repiqueteó en el oído del niño y que sonaba a la voz de su prima Lina—. ¡Haz que esos dos ya se muevan!

El Lincoln más joven tosió para llamar la atención de la pareja, igual procurando que la cara no se le viera mucho.

—Ah... Su mesa es por... —miró al recepcionista, quien le señaló con el pulgar el sitio sin complicaciones—. ¡Por aquí!... Síganme.

Espero que les guste la mesa que elegí —desde el baño, Hugh comentaba a sus primos—. Cuando por teléfono la reservé... Es decir, cuando el señor Hassam la reservó, escogió uno de los espacios más privados y con mejor vista para incentivar el acercamiento entre ambos.

Aunque estaban de acuerdo con el plan, a los hijos del señor Loud aún les costaba algo de trabajo aceptar del todo la idea.

—Lynn, ¿estás ocupado?

El niño se rascó el oído y se cubrió la boca para responderle a su prima.

—Bueno, estaba por atender la mesa dos y...

—¡Deja eso y ve a atender a mi tío y a Taylor!

Cuando el chico se apresuró para ir a la mesa de ambos, vio a Taylor de pie frente a una silla mirando por encima del hombro a Lincoln detrás de ella. Su acompañante la pasó de largo para tomar asiento. Sin embargo, al percatarse de la miradita acusatoria que le dirigió, de inmediato se puso de pie para regresar con ella, sacar la silla y cedérsela.

—Gracias, Lincoln —dijo Taylor, un tanto disgustada por haber tenido que ser tan obvia—. Eres todo un caballero.

El peliblanco, algo apenado, no estaba muy seguro sobre que decir al comprender la indirecta tan directa. Cuando Lynn lo resolvió al acercarse más y entregarles los menús a ambos, se aclaró la garganta y enronqueció su voz para simular al igual que lo había hecho su hermano.

—Hola... Ah... Pueden tomarse su tiempo para...

—Un whisky con soda para mí —pidió Taylor sin apartar la vista del menú.

—Sí, por supuesto —se volvió hacia su padre tratando de ocultar su cara casi pegándose la libreta a la misma—. ¿Tú quieres algo?

Aunque le tentaba bastante pedir alguna bebida como su acompañante, tal vez algo mucho más fuerte incluso, teniendo en mente la petición de su socio de comportarse de la forma más profesional posible, Lincoln tuvo a buen criterio abstenerse.

—No, gracias. Estoy bien por ahora.

—¡Oh, vamos! —le reclamó Taylor—. ¿Es que quieres hacerme ver mal bebiendo sola?

—¡No! ¡Claro que no! Hmm... Un refresco de cola para mi está bien.

La mujer hizo una mueca.

—Creía que con el tiempo también te habrías vuelto más divertido —sonrió con malicia—. Tal vez deba irme a buscar algo mejor.

Mientras Taylor esperaba que Lincoln se indignara ante la posibilidad de dejarlo plantado para ir a buscar un mejor prospecto que él, el propio Lincoln pensó aterrado en lo mucho que a Hassam le disgustaría saber que su cliente decidió ir a otra inmobiliaria para buscar una casa.

El plan de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora