Parte 11

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Hemos follado mientras Beomgyu intentaba preparar un plato de pasta para cenar, que nos hemos comido con un poco de aceite y queso, ya que la boloñesa ha quedado carbonizada. Ha sido de pie, contra la encimera de la cocina, sin más ropa que el delantal que él se ha puesto y que dejaba la retaguardia desprotegida.

Hemos follado en la cama, donde me ha invitado a quedarme a dormir esta noche, mientras subíamos por la escalera que lleva a esta entreplanta sujeta por pilares de hierro, sobre el suelo de madera, tumbados en la alfombra, y al fin sobre las sábanas. Con la misma pasión de antes, como si en mis huevos pudiera quedan aún alguna gota de semen.

Ahora reposamos abrazados, intentado recuperar la respiración que el buen sexo ha disparado. Él tiene apoyado el rostro sobre mi pecho, y una pierna desnuda me cruza los muslos. Yo miro al techo, a las piezas de hormigón que se sostienen sobre vigas de acero, mientras acaricio su costado con una mano y descanso mi cabeza en la otra.

Los minutos pasan inmóviles, arrastrando una sensación de paz que pocas veces he sentido. Y no, no es porque en dos horas hayamos echado tres polvos. Eso lo he hecho antes y no he alcanzado esta paz, la sensación de...

—¿Qué piensas? —me pregunta.

Tardó en responder, porque hay multitud de formas de hacerlo y tengo que elegir solo una.

—Que no lo hubiera creído.

—¿A quién?

—A quien me hubiera dicho que haría esto contigo.

Mueve la cabeza para mirarme a los ojos y recula para alcanzar a besarme los labios.

—¿Follar con un hombre?

Eso, por supuesto. Insisto en que no tengo reparo ni he juzgado nunca a quien lo ha hecho, pero un rabo ha tenido hasta ahora el mismo interés para mí que una cantante danesa bailando reguetón.

De nuevo intento aclararme antes de contestar.

—Jamás hubiera creído —consigo articular—, que pudiera sentir que las cosas están en el sitio justo... después de follar con alguien como tú.

Vuelve a besarme. El cabello oscuro y ondulado le cubre media cara, pero deja ver sus espléndidos ojos.

—Se dice que las cosas suceden cuando estamos preparados para asumirlas.

He oído ese dicho, aunque siempre he pensado que jamás estamos preparados para el dolor, y pocas veces para la felicidad.

—Me pregunto qué pasará —le digo.

—¿Con Karina?

Ahora es a mí a quien se le escapa una sonrisa,

—Entre tú y yo.

Noto cómo se pone tenso. Se aparta el cabello de la cara y asciende un poco más, hasta apoyarse en el codo, para poder mirarme a los ojos sin distracción.

—No existe un tú y yo en este momento, Yeonjun. —No hay en sus palabras una intención de hacerme daño, solo de dejar las cosas claras—. Me gustas, me gustas mucho, pero hace dos días eras un macho hetero con novia — sonríe y me entran ganas de besarlo—. Creo que deberías dejar que las cosas sucedan, sin forzarlas. Es posible que te aburras de esto y encuentres otro camino, o recuperes el que transitabas.

Lo beso.

—No creo que me aburra de ti.

—Ni siquiera has estado con otros hombres. No sabes nada de este mundo.

—No me atraen otros hombres. ¿Tan imposible lo ves?

Se me queda mirando. En verdad me estudia. Beomgyu es un misterio para mí, este mundo desconocido en el que me estoy introduciendo de su mano, su manera de encarar la vida, su desprendimiento. Pero ahora me doy cuenta de que yo para él soy igual de exótico, como un ave rara.

—Es bastante extraño, sí —concuerda.

Yo también me incorporo sobre el codo, aunque no dejo de tocarlo. Es como si mis dedos necesitaran el contacto de su piel.

—No sé... —lo dudo—, podríamos vernos de vez en cuando.

Su mirada se llena de humor. También de sorpresa.

—¿Algo así como... salir?

Lo ha dicho él, no yo.

—Sí, ¿por qué no?

Se sienta en la cama con las piernas cruzadas. Me gusta cómo se acopla su verga sobre el muslo, relajada pero aún rebosante de sangre, la que hace unos minutos la llenaba por completo.

—¿Te has planteado lo que puede suponer para tu entorno? Tus padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo....

Yo también me siento.

—Me importa bastante poco.

Sus manos se apoyan sobre la cama, hacia atrás.

—Eres más raro de lo que pensaba.

—¿Porque tengo esas cosas claras?

Se tumba de espaldas. Yo lo deseo de nuevo, así que hago lo mismo, pero de frente y sobre su cuerpo, teniendo especial cuidado de que nuestros sexos se rocen.

—Me gustaría proponerte algo —me dice Beomgyu.

Sumerjo mis labios en su cuello. Huele a algo exótico, quizá a mirra.

También a sudor, y a semen, y vida.

—Si en la propuesta están mi polla y tus nalgas —qué ganas le tengo—, cuenta con ello.

Él continúa, con cierta gravedad, como si lo que estoy trazando sobre su piel no le afectara.

—Mañana hay una sesión muy especial —me dice—. A cincuenta millas de aquí, hacia el norte. Quien la conduce es amigo y un buen profesional. Creo que deberías ir.

Me alzo para mirarlo a los ojos.

—¿Los dos?

—No, solo tú. Y deberías probarlo. Y observarte. Si, cuando vuelvas, sigues pensando lo mismo que ahora, te prometo que le daré una vuelta a la idea de vernos a menudo.

No me termina de gustar.

—Pero yo quiero que vengas.

—No puedo convertirme en un obstáculo en tu camino. Cuando vuelvas, yo estaré aquí.

Me aparto, para tumbarme en la cama boca arriba, pero sin dejar de tener contacto con su piel.

—¿Qué me voy a encontrar?

De nuevo me mira, girando la cabeza.

—El Tantra no se explica, hay que experimentarlo.

Me cruzo de brazos.

—No quiero acostarme con otros tíos.

—No tienes que hacerlo si no quieres

Tantra rojo es sexo tántrico, al menos eso me dijo.

—Mañana —gruño.

—Yo llamaré para reservar tu plaza. Solo tienes que ser tú mismo.

Es lo único que no tengo claro.

—En estos momentos no hay una respuesta para eso, para ser yo mismo.

—Siempre la hay. —Me besa la clavícula—. Siempre.

Y yo no puedo resistirme, y me tiro a su boca.

Experimental 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora