Parte 16

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Me ha despertado una fabulosa mamada de Jeongin, que le he recompensado con una suculenta corrida en la cara, que él se ha encargado de tragar al completo, relamiéndose los dedos.

Hace un día espléndido, con un sol brillante, de los que pican, y he bajado a darme un chapuzón antes de marcharme, mientras mi joven compañero decide entregarse a una larga ducha con Taehyun.

Con las gafas de sol puestas, una taza de café humeante y dándole mordiscos a un pretzel relleno de mantequilla, he salido al jardín, descalzo y desnudo, y me he encontrado a Heeseung haciendo largos, tan en pelotas como yo.

Me desperezo y compruebo lo bien que me siento. Después lo observo, aquel cuerpo de dios atravesando el agua casi sin alterar la superficie.

Sus nalgas aparecen y desaparecen, como sus fuertes brazos.

Estoy de buen humor, y me siento en el borde de la piscina, con las piernas abiertas. Cuando llega a la meta se encuentra con mis pies sumergidos y decide salir a la superficie.

—Ya te has levantado —me dice con un acento que alarga las erres.

—¿Qué tal la noche?

Permanece en el agua, muy cerca de mí. No, no es un tipo guapo, pero es tan fuerte, tan masculino, tan sexual, que siento cómo me escuece la parte baja de la espalda, un buen síntoma de que empiezo, de nuevo, a estar cachondo.

—Bien. Soobin se pasó por la habitación y estuvimos jugando los tres un rato. ¿Y vosotros?

Le guiño un ojo.

—Jeongin y yo también nos lo hemos pasado bien.

—¿Vives en la ciudad?

—Sí. Nací aquí.

Se encoge de hombros.

—Nunca te he visto por el ambiente.

—Llevo poco en esto.

—¿Quieres decir que has salido del armario hace poco tiempo?

Creo que explicarle que hasta hace un par de días era un macho alfa al que no le habían interesado los tíos va a ser complicado. Contarle que Beomgyu me ha puesto la vida del revés, y que lo echo de menos a pesar de que me he follado al que se me ha puesto por delante desde que he legado, también.

—Llevo poco tiempo acostándome con hombres —digo al fin—, pero este fin de semana he hecho el máster.

—Se te nota —ahora es él quien me guiña un ojo—. Estás hambriento.

Me mira, mientras bracea para mantenerse a flote. Yo le doy el último trago al café y dejo la taza a un lado, porque quiero darme un buen chapuzón, pero él se acerca.

—¿Me permites?

Asiento, sin saber qué tipo de permiso estoy dando, aunque no tardo en descubrirlo.

Ya me comió la polla ayer, y he de reconocer que lo hace muy bien.

Hecho los brazos hacia atrás, apoyado en la hierba, para tener una mejor visión de su boca, de la manera en que la lame, como brillan sus ojos, y la forma en que la sujetan sus dos manos, mientras la engulle y exhala un gemido de satisfacción.

Dos mamadas en una mañana no es mal cupo. Jeongin es más visceral, más tragón. Heeseung tiene un temperamento artístico, y hasta su forma de comerme el rabo tiene buen gusto, bueno... buen gusto el que le estoy dejando yo en la boca.

El sol en la cara, un café delicioso, y una chupada espectacular. ¿Qué más se le puede pedir a una mañana?

Cuando noto que se detiene, abro los ojos, y observo que se ha alejado un par de metros sobre la superficie. Lo miro solicitando piedad. No me puede dejar así o voy a romper las losas de la piscina a pollazos, pero él me llama y yo tardo un segundo en tirarme al agua de cabeza.

Emerjo a su lado y me engancho a su cintura. Nos besamos, mientras me acaricio las nalgas y la espalda, y él busca mi verga con los dedos para masajearla.

Pasamos así un rato. Pienso en el rastro que dejará sobre la superficie el chorro de semen, porque está claro que si sigue machacándomela de esa manera me voy a correr de un momento a otro.

Pero Heeseung vuelve a alejarse, aunque esta vez tira de mí, hasta el bordillo de la piscina, sobre el que se apoya con sus firmes brazos, dejándome la retaguardia a mi merced.

Me entra un ramalazo de deseo. Y aumenta cuando, al acercarme, veo que Hyunjin tiene a mi chico ensartado, a Jeongin, a cuatro patas sobre una toalla.

Aquello termina de darme el estímulo que necesitaba y, con cuidado, indago entre las nalgas del ruso. Está más prieto que los otros dos con los que he estado esta noche, lo que me hace la boca agua.

Jugueteo con los dedos para dilatarlo, aunque ver cómo disfruta Hyunjin, cómo hace gemir al muchacho, hace que me precipite, y Heeseung se queja de dolor.

—Lo siento —me disculpo mientras lo abrazo y le beso el cuello.

—Sigue —gime—, sigue, me gusta.

No me hago de rogar, y se la deslizo entera, veintidós centímetros de gruesa polla rubia hacia su interior.

Jeongin no aparta los ojos de mí y eso me gusta. Se relame los labios mientras se masturba, usando el impuso que le da Hyunjin para pajearse.

Debo reconocer que es una maravilla. El culo de Heeseung y los ojos calientes del muchacho. Sus esfínteres se convulsionan, amplificando la sensación de placer, y cuando noto que solo me queda introducirle los huevos, al fin me detengo.

Él contiene la respiración, con la vista fija en el espectáculo que Hyunjin y Jeongin nos están ofreciendo, sobre todo en la poderosa acometida de nuestro anfitrión, que trabaja a su amante como una taladradora.

Me lo empiezo a follar, con tantas ganas que se me sale un par de veces, pero me cuenta trabajo entrar de nuevo.

Mordisqueándole la nuca, diciéndole guarradas, y trabajándole una buena paja bajo el agua, consigo que se relaje al fin, y le hago una follada portentosa.

Nos corremos los cuatro a la vez, en un grito acompasado, al que se acoplan los gemidos de otros dos, o quizá de los otros cuatros, que también han estado follando en otros rincones de la casa.

Y cuando al fin deposito un buen surtido de leche en las entrañas de Heeseung, llego a la conclusión de que esto se me está yendo de las manos.

Experimental 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora