Parte 10

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Una jodida lluvia de primavera nos coge sin paraguas a media humanidad y a mí en bici de alquiler, porque no encuentro un taxi disponible.

Cuando llamo a la puerta estoy empapado hasta los huesos y Beomgyu se me queda mirando, sorprendido.

—Te vas a acatarrar. —Me sonríe y se aparta para que entre.

Después de la charla con Karina he vuelto a la oficina para encontrarme con mi jefe, que está aún más encabronado que antes. Ha sido una tarde de pesadilla, a la que he sumado que la chica con la que he compartido mi vida el último año me ha bloqueado en WhatsApp y en todas las Redes Sociales.

Podría haberme ido a casa al terminar, o meterme en un bar a tomar cerveza hasta que me quedara dormido en la barra, pero he optado por visitar a Beomgyu. Quizá porque no sale de mi cabeza, quizá porque su última promesa de sexo tántrico me quema la punta de los dedos casi tanto como la punta de la polla.

Entro en su casa dejando un reguero de agua a mi paso. No sé si el traje de chaqueta y la corbata de seda tendrán arreglo.

—Estás muy guapo. No te imaginaba así vestido.

Me tiende una toalla, y me dice que me dé una buena ducha caliente, para alejar el frío.

—¿Por qué no te duchas conmigo? —le sugiero.

—Porque tú y yo tuvimos una conversación anoche.

—Las cosas han cambiado bastante desde que hablamos.

—Toma, ropa seca. Te preparo una copa. Te sentará bien.

El agua caliente hace milagros, y cuando salgo del baño, Beomgyu me tiende una copa de un licor fuerte y dorado, que parece whisky, pero sabe diferente

—Es fenny —me aclara—. Típico de Goa.

Apenas me ha dado tiempo a mirarlo, entre la mojada y el deseo.

Hoy está especialmente guapo, con un jersey amplio de un verde muy intenso y pantalones de yoga inmaculados. Descalzo, como tan a menudo, y con el cabello suelto y ondulado.

Yo llevo unas calzonas de algodón a medio muslo y una sudadera blanca. Cómodo y bastante sexy, diría yo.

—¿Un día complicado?

—He hablado con Karina.

Me mira con preocupación.

—Supongo que no lo ha encajado bien.

—Muy mal, diría yo.

Me pone una mano en el hombro. Se le ve preocupado por mí, y eso me gusta.

—Lo lamento, de verdad. Pero tenía que dejarte clara mi postura.

Yo me encojo de hombros.

—La decisión ha sido mía. Podría habérselo ocultado, pero pensé que sería injusto.

—Mucho.

Trago saliva y lo miro a los ojos. Está arrebatador, con la luz de las velas que acaba de prender y esa mirada oscura, llena de matices, que me tiene fascinado.

—Necesitaba verte —declaro.

—Eres bienvenido.

—También necesito besarte.

Beomgyu se inclina, despacio, hasta que la punta de su nariz toca la mía. Lo miro a los ojos y me deslizo hasta sus labios. Es un contacto suave, delicado. Sin prisas por primera vez, desde que toqué su piel hace nada, pero que parece que fue una eternidad atrás.

Experimental 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora