Parte 13

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Cuando desciendo las escaleras, el espacio se ha transformado.

Han retirado los grandes sofás, que ocupan ahora una de las paredes, y juraría que antes no había tantas alfombras, que prácticamente dejan invisible el suelo de madera.

Incienso y velas, como hace Beomgyu, que dan una luz muy especial y embalsama el ambiente. También hay música. Me parece que toda suena igual, pero he de reconocer que me gusta.

Bajo las escaleras descalzo, y solo ataviado con el pareo, que he recogido en la cintura y me llega a media pantorrilla. Me he decidido por el rojo. No sé. Es el color que ha acudido a mí cuando, indeciso, he tomado uno.

Los demás ya están reunidos en el centro, ataviados como yo. Me fijo en Jeongin de inmediato, quizá porque él no aparta la mirada desde que me ha descubierto. El pareo le sienta bien, uno blanco, que resalta su piel dorada, salpicada de pecas, y la suavidad se unos músculos incipientes. También me fijo en Soobin, el vikingo, que tiene unas dimensiones formidables, y en Heeseung, el eslavo, una escultura griega que acaricia la espalda de Jungwon mientras charla con nuestro anfitrión.

Este me ve bajar y viene hacia mí.

—¿Te ha sentado bien la ducha?

—De maravilla.

—Entonces empezamos.

Saludo, me saludan y Hyunjin nos indica que nos pongamos cómodos, da igual sentado que tumbados.

Elijo un rincón, ligeramente apartado, y me recuesto contra la pared, justo enfrente de él, que guiará la sesión. Jeongin se coloca a mi lado de inmediato, aunque separado un par de metros, y me doy cuenta de que ha estado esperando a ver qué hacía yo, para tomar una decisión. Al otro lado se sitúa Wooyoung, que me sonríe y se tumba a todo lo largo, con los brazos extendidos. El pareo se le sube, pero parece no importarle.

Ocho hombres cómodamente situados, envueltos por el aroma a incienso y la tenue y cálida luz de las velas que arropan el sonido de la música oriental.

La primera parte es muy parecida a como ya hiciera con Beomgyu: la voz profunda de Hyunjin nos guía en una relajación donde noto cómo pesa mi cuerpo, cómo se aclara mi mente y cómo se diluye el tiempo, mientras voy tomando consciencia de mí mismo. En mi cabeza se forman imágenes difusas mientras nuestras respiraciones se acompasan y llevamos la energía allí donde la voz de Hyunjin nos indica. A veces es a una mano, otras al estómago, terminamos tomando conciencia de nuestros genitales. Primero de la polla, que siento cómo descansa sobre mi muslo. Después sobre los testículos que cuelgan, casi ingrávidos, uno más pesado que el otro.

La música cambia y Hyunjin nos invita a una nueva fase de meditación activa. Con los ojos cerrados nos vamos poniendo de pie para convertirnos en árboles cuyas ramas son nuestros brazos que se mueven libres, impulsados por el viento. Y, poco a poco, este movimiento se convierte en una danza, una danza improvisaba donde nos vamos desplazando por la sala, como si fuéramos una tribu perdida que hace sus rituales alrededor de un fuego ancestral.

El tiempo ha pasado muy lentamente, pero cuando abro los ojos, de manera fugaz, veo la luna alta a través de los ventanales y me doy cuenta que podemos llevar varias horas de sesión, sumergidos en nosotros mismos y en nuestros propios cuerpos. Eso me sorprende y fascina a partes iguales, porque comprendo cómo hemos traspasado la dimensión temporal.

También aprovecho para echar una ojeada a mis compañeros, por supuesto. Menos Taehyun y yo, el resto se ha deshecho de los pareos y danzan desnudos como faunos, con los ojos cerrados y una falta absoluta de pudor. Me llama la atención la polla enorme de Soobin que se muestra morcillona y le golpea las caderas cuando danza, con un vello tan rubio como el mío. Y sobre todo me fijo en el culo redondo y delicioso de Jeongin, que ahora está en cuclillas, expuesto, y muestra una ligera línea oscura de vellos que llevan hacia su interior. Me doy cuenta de que todo me lleva hacia allí, y que le deseo. Tanto que casi me duele.

Cierro de nuevo los ojos y me arranco el pareo. Tengo una sensación que bascula entre relajada y eufórica, donde mi corazón palpita con fuerza y mis sentidos se agudizan hasta captar el sonido del algodón cuando rozo la alfombra e infinidad de matices de una sola estrofa de música.

Esta cambia de nuevo, y adquiere un ritmo más sereno.

—Os invito a que os dejéis sentir. Sin prisa. Sin urgencia alguna —dice la voz de Hyunjin—. Abrid los ojos.

Cuando los abro observo que todos estamos desnudos. Hasta la polla de Heeseung es bonita, como su cuerpo de estatua. Y me sorprende Hyunjin, que tiene torso de nadador y un buen rabo sin circuncidar. Taehyun y Wooyoung están abrazados, y se besan lentamente, al compás de la música. Hay una especie de energía en el ambiente, una corriente mágica que nos une a todos, como a una comunidad. No he sentido nada así antes, pero me acoge como si fuera un útero.

—Ha llegado el momento de conectar —profunda y hermosa la voz de Hyunjin—. Estamos detrás de nuestros ojos, así que observa a la divinidad que se asoma en cada compañero.

Es una sensación extraña. Caminamos, nos detenemos delante de alguno de nosotros, y nos miramos largamente a los ojos.

Con Jungwon siento una conexión inmediata y su mirada asiática me parece la más hermosa del mundo. Con Soobin, cuando nos miramos, me entran ganas de abrazarlo y lo hago. Y él me besa el cuello y yo le chupo el lóbulo de la oreja antes de separarnos. Con Jeongin siento deseo. Cálido y puro deseo. Voy hacia él y le tomo el rostro con una mano para alzarlo, y le como la boca. Muy despacio porque ha desaparecido el tiempo.

Siento cómo él alarga la mano y me acaricia la polla y, solo entonces, me doy cuenta de lo excitado que estoy, y de que un ligero hilo de semen se me ha escapado por la abertura.

Miro alrededor, sorprendido y extasiado. Cada gesto, cada caricia, parecen tener ahora otra dimensión. Es como si se hubieran potenciado por cien, por mil, por un número elevado al infinito.

Hyunjin está tumbado boca arriba y, sobre su cara, se encuentra en cuclillas el rapado Wooyoung. Desde donde me encuentro, y con la penumbra de la sala, no puedo verlo bien, pero intuyo que su lengua está allí dentro, preparando el terreno para lo que vendrá después.

Jeongin se aparta de mí con delicadeza porque el vikingo lo ha tomado por la cintura y empieza a besarlo, aunque él no deja de mirarme mientras se lo hace. Las manos de Soobin descienden por su espalda y acarician sus nalgas, incluso observo cómo sus dedos buscan y encuentran allí dentro, donde manipulan, mientras al chico se le escapan algunos suspiros.

Y entonces, los tres que quedan, Heeseung el ruso, como le he llamado, el chico coreano, y Taehyun, el de la cresta, viene hacia mí, hacia el nuevo, y comprendo que aún queda mucho por hacer esta noche.


Experimental 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora