Parte 18

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Es domingo y mañana tengo que madrugar, pero me da igual.

En cuanto he llegado a casa le he mandado un mensaje a Beomgyu, diciéndole que cene conmigo. No se lo he pedido. Tampoco exigido.

Simplemente lo he expuesto: «Cena conmigo. Hoy. A las nueve.»

Ha contestado de inmediato.

Me apetece mucho. Además, tendrás muchas cosas que contarme.

Le siguen tres emoticonos donde el muñeco se tapa la boca con una mano para disimular su sonrisa y su vergüenza.

Después me he quedado dormido. Normal, mi cuerpo necesita reponer energía después de tanto sexo.

Tras la ducha he sido cuidadoso al elegir qué me pongo. Quiero ser yo mismo, quiero mostrarme como soy, no proyectar una imagen para agradar a otro.

Me pongo un traje, sí, un traje. Es moderno y deportivo, pero no deja de ser una prenda elegante, y mi uniforme de trabajo diario. Si he de definirme, esta es mi manera, y así quiero que me vea. Una camisa celeste y sin corbata. Zapatos marrones. El cabello con raya al lado.

Llego un cuarto de hora antes, nervioso como un colegial. Es un restaurante del centro que suelo frecuentar. El camarero me reconoce con un «¿lo de siempre?», y le digo que no, hoy es diferente.

Pido un vino blanco, una botella, y me sirvo.

Beomgyu llega también un poco antes.

Cuando lo veo aparecer se me seca la boca.

Va vestido de blanco, con unos amplios pantalones de algodón y una sudadera también muy holgada. Sandalias de tiras. Quizá encaja poco en un sitio elegante como este, pero eso es precisamente lo que me gusta de él.

Bueno, eso y varias cosas más.

El cabello suelto y ondulado le da el aspecto de alguien santo. De alguien delicioso, muy follable, y santo, para ser exactos.

—Vaya —se sonroja—, qué guapo.

—Tú también.

Me tiende la mano, pero cuando la estrecho tiro ligeramente de él y le doy un beso en los labios.

—¿Vino? —le ofrezco.

Él asiente, un tanto sorprendido por lo que acabo de hacer, y cuando vierto el líquido dorado en la copa me doy cuenta de que me tiembla la mano, lo que hace que me sonroje.

—¿Qué tal el finde? —me pregunta tras dar un sorbo.

—Bien.

—¿Nada más?

Por toda respuesta alzo la copa y él la choca.

—Por mi profesor de Tantra.

—¿Soy yo? —pregunta con buen humor.

—Sí, eres tú. Sin duda.

Hay mucha intención detrás de esas palabras, pero ya tendré tiempo de explicárselo.

El camarero se acerca y nos comenta la carta. Pedimos para compartir y cuando quedamos a solas de nuevo lo miro a los ojos, a aquellos preciosos ojos que se ocultan tras las ondas delicadas de su cabello.

—Ha sido intenso —digo cuando al fin puedo apartar la mirada.

—Supongo que te refieres a la sesión.

—He sentido muchas cosas y muchas se han movido en mí.

Sus ojos son brillantes, y me miran con una mezcla de ternura y deseo que me gusta.

Experimental 《Yeongyu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora