Capítulo 4 Hasta que la muerte nos separé

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Dicen que el odio es dañino, te consume por dentro, te oprime el pecho, he inunda tu mente de ideas, dañando tu estabilidad mental

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Dicen que el odio es dañino, te consume por dentro, te oprime el pecho, he inunda tu mente de ideas, dañando tu estabilidad mental.

No sé si se puede odiar a tu alma gemela, pero estoy sintiendo algo parecido en este momento.

Dos semanas han pasado desde que se fue, en las que mi cuerpo ha sufrido múltiples cambios y uno de ellos es la cosa negra que he vomitado.

Al principio dejé toda preocupación en la curación acelerada, fue uno de mis primeros errores en años, mi piel comenzaba a presentar moretones negros, mis ojos se habían tornado de color naranja.

Lucían me obligó a llamar a un doctor, pero minutos antes de que llegara comencé a tener dolores fuertes en mi abdomen bajo.

Sentí como algo pegajoso, resbalaba por mis piernas y vi lo mismo que he estado vomitando manchar mi vestido.

—¡Adara! —había gritado Nora alarmada.

En ese momento Lucían pasaba las puertas y al verme corrió y me llevo en sus brazos a mi habitación.

Deje que el doctor me revisara y lo que me dijo mato todo rastro felicidad que aún conservaba.

—Lo siento mi señora, acaba de tener un aborto espontáneo.

—Eso... Eso es imposible, yo como...

No podía creerlo, no tenía ningún síntoma, ¿cómo es posible?

Niego repetidas veces, busco a Lucían y aunque no lo veo se sienta detrás de mí para que no me levanté.

—Doctor puede explicarse mejor.

—Si señor —el hombre se notaba incómodo— según lo que puse ver, su cuerpo tiene el hechizo de acelerare eso causo que la implantación del óvulo fuera en horas. Quiero decir que el feto a las dos semanas tenía un tamaño de uno de dieciséis semanas, pero por alguna razón caos lo trato como algo maligno para su cuerpo.

—Pudo haber influido que mi pareja inicie el rechazo.

La mirada del hombre no me gustó para nada.

—Sí, mi señora en realidad tiene sentido. Caos protege de todo daño al cuerpo y si su pareja comenzó el rechazo la maldición de los rechazos debió haber caído en su pareja y como el feto lleva su sangre —se queda mudo por un momento— ya sabe por dónde va todo.

—¡Ese maldito! —gruñe Lucían.

—Además, es muy probable que no pueda volver a embarazarse...

No lo dejo terminar.

—Salgan quiero estar sola.

—Pero, debo ayudarte —intenta negarse Nora.

—¡Dije que salgan!

Ambos salieron de la habitación, aunque sé que Nora está en la puerta, justo en ese momento no quiero aguantarla.

La Traición del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora