Germán
Por fin. Finalmente había llegado el lunes. Esos dos días de fin de semana me habían matado por dentro. Tenía que volver a ver a esa chica. Tenía miedo de que se me olvidase su cara. Quién diría que tenía una motivación para ir a clase.
Cuando me despertó mi alarma, me levanté y fui a la cocina a desayunar. Cuando me vieron mis padres se extrañaron, ya que no era habitual que me despertase por mi cuenta.
—Vaya, ¿ya te has despertado? —me preguntó mi padre.
—Eh, sí. Tengo muchas ganas de empezar el instituto —mentí descaradamente.Afortunadamente, se lo tragaron. Cuando completé mi rutina matutina y bajé a la calle, salí disparado hacia el instituto.
Como no vuelva a ver a esa chica, juro que me moriré.
Cuando llegué a las puertas, no había mucha gente. Desesperado, busqué a la desconocida, pero sin resultado. Sus ojos volvieron a pasar por mi cabeza.
¿Qué tiene esta chica para tenerme tan loco?
El timbre me sacó de mis pensamientos, y subí a mi clase. No tuve problemas para encontrarla; me había hecho unos recordatorios mentales para llegar: subir la primera escalera hasta la última planta, comprobarlo viendo un cartel que hay en la pared y girar hacia la izquierda, hacia mi clase.
Llegué el primero, y lo primero que hice fue ir a mi sitio y bajar la silla de la mesa. Di un vistazo a mi alrededor. La clase no tenía nada que la destacase de cualquier otra.
Mentira, hay una modelo internacional.
Solamente tenía la mesa del profesor, la pizarra, el corcho y las mesas de los alumnos. Fue entonces cuando me di cuenta de que no sabía el resto de gente que iba a mi clase. Solo me había fijado en un par más aparte de la chica. Tendría que fijarme a medida que entrasen.
Me senté en mi silla y esperé al resto. Al rato, llegó un grupo numeroso. Supe quiénes eran porque una amiga en común me los había presentado, concretamente, la hermana de uno de ellos, de Isabel. No la conocía mucho, solo lo que me había dicho su hermana. El resto eran Eva, Carmen y, el único chico, Sergio. Isabel tenía el pelo un poco corto y llevaba gafas, que si se las quitaba tenía un poco de parecido con la gente asiática. Eva también tenía los ojos algo achinados, pero el pelo largo y castaño. Carmen tenía gafas también y tenía el pelo largo y oscuro. Sergio tenía el pelo castaño y corto y los ojos marrones.
Esperemos que sea gay, aunque no creo que los otros cinco chicos lo sean. O sí, cualquier día me podría llevar una sorpresa.
Al rato, llegó un chaval rubio que me sonaba porque iba a balonmano y alguna vez le había visto en algún partido. Creo que se llamaba Eduardo. No, ese no era. Empezaba por E... ¡Emilio! Eso es, Emilio. Había oído alguna vez su nombre, pero no le conocía personalmente. Lamentablemente, estaba seguro de que ese no era gay.
Esperemos que no intente ligar con nadie, porque como lo haga, juro que no vuelve a ver la luz del sol.
Sin embargo, cuando se sentó en su sitio, al lado de Sergio, vi como se daban la mano y se miraban con ternura.
¿Pero qué-
Por la puerta entró Iride. Ella y yo nos conocíamos desde bien pequeños y habíamos coincidido en clase varias veces. Ella tenía el pelo muy corto y castaño y también llevaba gafas. Volví a mirar a Sergio y a Emilio y vi que ya no se daban la mano y que Sergio se estaba levantando e iba directo hacia Iride. Cuando estuvieron frente a frente, se dieron un beso.
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Amores de instituto
RomanceUna clase Alumnos con las hormonas a flor de piel Amoríos alocados ¿Que podría salir mal?