Germán
Mi plan había funcionado a la perfección. A partir del siguiente día, Karyme y yo habíamos empezado a ser buenos amigos. Muy buenos amigos.
Cada vez que la veía, la saludaba como si la conociera de toda la vida, y en clase cada vez que nos pillábamos mirando al otro, sonreíamos y proseguíamos con nuestras tareas. En los cambios de las clases terminamos de leer todos los cómics de Heartstopper, y a ella le parecieron encantadores.
Otro buen punto, Javier había dejado de molestarme tanto, aunque no sabía por qué exactamente. Da igual, lo importante y lo único que cuenta es que había parado. Aunque por alguna razón, desde el recreo lo veía algo perdido en sus pensamientos y algo callado. Me molesta decir esto, pero me estaba preocupando algo por él.
«¿Y si le ha pasado algo con alguien? Quizá alguien se ha metido con él», pensé.
Aparté esos pensamientos de mi cabeza y seguí haciendo lo que había estado haciendo durante esa clase: columpiarse en mi silla y mirar a Karyme. Cada vez que la veía, descubría algo que no había visto antes. Por ejemplo, que algunos de sus mechones de pelo eran mucho más rubios que otros.
—¿A quién miras tanto? —preguntó una voz a mi espalda.
Me giré en mi asiento y vi a dos personas mirándome con una sonrisa malvada en sus rostros: Candela y Zoe. Eran el cliché de las típicas mejores amigas que se pasaban la clase hablando sobre sus crushes o rumoreando cualquier cosa. De vez en cuando, cuando me aburría, pegaba el oído para oír alguna de esas cosas y así enterarme del chisme que estuvieran contando. Candela tenía un pelo rubio antinatural y la tez pálida y Zoe tenía el pelo castaño y era más morena. Candela estaba obsesionada con Andalucía, y siempre estaba imitando el acento andaluz. Parecía la niña de Padre no hay más que uno.
—¿Eh? —me hice el tonto—. A nadie.
—Sí, seguro —dijo Candela, sarcástica.
—Si te hemos estado viendo durante toda la clase. Estás mirando todo el rato a Karyme —dijo Zoe.
—¿Pero qué dices? —me hice el ofendido.
—¿Te guhta? —preguntó Candela, muy directa.
—Qué va —respondí, tratando de aparentar indiferencia.
—Sí, seguro. Pero si te la estás comiendo con los ojos todo el día —dijo una voz a mi izquierda.Quién había dicho eso era Leire, otra con quién también había coincidido en primaria. A su lado, Silvia. Lo poco que sabía de ellas, era que también eran unas marujas, pero que también tenían indicios suicidas. Me refiero a que, si tuvieran la oportunidad, convencerían a cualquiera de cometer tal atrocidad. Por suerte, aún no se había presentado, y hasta que no se presentase, todo estaría bien.
—Sí, y les veo muy juntitos cuando leen Heartstopper —dijo Zoe.
—Sí. Aquí hay tema —dijo Silvia asintiendo.Mira que pueden llegar a ser pesadas.
—Mira, ni me gusta, ni me gustará. ¿Ha quedado claro? —corté, ya impaciente.
—No. ¡Pero si te gusta! Declárale tu amor por ella —dijo Leire.Comprobé que Karyme no estaba escuchando la conversación. No; estaba leyendo Heartstopper.
—¿Pero qué dices? Estáis como una cabra —dije.
—¿Qué nos has llamado? —dijo Zoe, algo enfadada.
—Eso, ¿qué noh hah llamao? —le siguió Candela.
—Chicas, ¿podríais callaros? —dijo el profesor.
—¡Pero si Germán también está hablando! —protestó Zoe.
—No, a las únicas a las que he oído ha sido a vosotras.
—¿Perdón? —dijo Candela.
—Sí, ahora callaos —dijo poniéndose el dedo en los labios, para luego seguir con la clase.
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Amores de instituto
RomanceUna clase Alumnos con las hormonas a flor de piel Amoríos alocados ¿Que podría salir mal?