10. Fallen ones (I)

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Karyme

Caminé por la calle, en dirección a la parada del autobús. Ese día salimos más tarde de lo que solíamos salir en un día normal, pero claro, aquel no era un día normal.

     ¿Cómo pudiste hacerlo Javi? ¿Tan roto estabas? ¿En qué momento nos distanciamos?

     Entonces, noté que había estado tiempo sin mirar por dónde caminaba, así que me había perdido; además, no vivía en el barrio, así que casi no podía ubicarme. Miré a mi alrededor en busca de un logo naranja que resaltase, y finalmente lo encontré. Me dirigí hacia el Burger King y giré antes de llegar a este para dirigirme a la parada.

     Me senté y saqué la mascarilla de la mochila, la cual necesitaba para subirme en el autobús. Me quedé un rato mirando hacia el pavimento, intentando digerir todo lo que había pasado en el día. Era cierto que me sentía un poco débil y algo mareada. Volví a abrir la mochila, esa vez en busca de los cascos, pero, de pronto, alguien me llamó la atención.

     —Vaya, vaya. Pero mira a quién tenemos aquí...

     Levante la cabeza y...

     Venga ya.

     —¿También vas a tu casa en el bus?  —me preguntó Candela.
     —Sí, ¿tú también? —pregunté yo a su vez, sin mucho ánimo.
     —Sí, pero nunca te había visto —respondió,
     —Debe ser porque no suelo tardar mucho en salir y hoy me he perdido, además.
     —Ah, pues vale —respondió, algo cortante, indicando que le interesaba lo más mínimo. Entonces, cambió su expresión—. Oye, ¿sabes de qué me he enterado hoy?
     —¿De qué? —pregunté, solo por mera educación, comprobando si el autobús venía ya, aunque no era así.
     —De que tu novio te ha sido infiel —dijo.

     Me quedé inmóvil. No, no había oído eso. No... Era imp-

     Espera, ¿de verdad estoy haciéndole caso, a CANDELA?

     —Estás mintiendo —respondí, levantándome de un impulso, e intenté jugársela—. Además, no estamos saliendo siquiera.
     —¡Qué dices! Silvia os oyó cuando Germán te pidió salir. Y hoy Zoe y yo hemos oído a Germán y a Iride hablando de un beso que se habían dado en el baño —dijo.

     Me tambaleé un poco.

     ¿Era eso de lo que habían hablado? No... Germán nunca haría algo así. O sí... ¿Y si se aprovechó de que Iride estaba mal para besarla?¿Y si? ¿Y si...

     De pronto, giré la cabeza y vi como el autobús cerraba sus puertas y se iba, dejándome en el sitio.

     —¡No! —grité persiguiendo al autobús, aunque por supuesto, se marchó, desapareciendo de mi vista.

     Me caí de rodillas al suelo, sollozando.

     —No puede ser... No puede ser... —murmuré, cubriéndome la cara con las manos, negando con la cabeza.

     Seguro que lo ha dicho para hacerme daño...

     ¿O no?

     Me quedé en el sitio, debatiendo sobre la verdad y la mentira. Solo había una forma de comprobarlo: llamando a Iride. Saqué el teléfono del bolsillo, aún sollozando. A duras penas pude desbloquearlo y abrir la aplicación de llamadas, pues me temblaban demasiado las manos. Busqué entre mis contactos el de Iride, y al encontrarlo, pulsé el icono del teléfono para llamarla.

     El teléfono comunicó durante un rato, hasta que oí la voz de Iride al otro lado.

     —¿Sí? —preguntó.
     —¿Iride? —dije yo.
     —¿Karyme? ¿Estás bien? —preguntó. Debía de haber notado mi tono de voz.
     —Sí, sí. Todo bien —mentí—. Oye, tengo una pregunta —titubeé—. ¿Germán y tú os besasteis?

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