Javier
Volvimos a besarnos. En el recreo. De verdad, me siento genial. Jamás me había sentido así de bien. Diría que estoy en las nubes. Sin embargo, algo también me abruma un poco: aunque en el recreo Mario se muestra muy cariñoso e intenso, el resto del día actúa completamente normal, como si no hubiera pasado nada. Me molestaba un poco, ya que estaría bien que le hiciera referencia a lo nuestro alguna vez, pero no lo hace. Supongo que será porque quiere mantener lo nuestro en secreto.
Sin embargo, fuera del instituto pasa lo mismo. El día que nos besamos por primera vez intenté escribirle, pero solo me dejó en visto. Ni siquiera lo mencionó en clase al día siguiente. Es como si durante el resto del día no quisiera saber nada de mí.
Pero luego, cuando estamos solos, todo es magia y me olvido de esos pensamientos. El problema es que esa magia solo dura treinta minutos de veinticuatro horas que tiene el día, así que es difícil no pensar en ello.
• • •
Estábamos a viernes a última hora. Por lo que me había dicho Karyme, ella y Germán habían quedado esa tarde. No me parecía mala idea para hacer con Mario, así que cuando sonó el timbre final, me dirigí hacia él.
—Oye, ¿te gustaría quedar esta tarde? —pregunté.
—Ah, no. He quedado con alguien —dijo, sin siquiera mirarme a los ojos.
—Ah. Bueno, no te preocupes. Otro día será —respondí mientras se iba de la clase, sin despedirse.
—¿Vamos? —me sorprendió una voz a mi espalda.Era Germán. Asentí y salí del instituto con él. Durante el trayecto, le hablé sobre alguna de las locuras que había en mi antiguo instituto. Él siempre parecía muy sorprendido.
—Bueno... —empezó—. ¿Y has quedado con Mario?
—No. Al parecer, ha quedado ya con alguien —dije, sonando más triste de lo que me hubiera gustado.
—No te preocupes, seguro que la semana que viene puede.Ni siquiera yo lo creo.
—¿Y qué crees que pasará con Karyme? —pregunté
—Pues que nos besaremos. Estoy seguro —respondió.Llegó el momento en el que nuestros caminos se separaban así que chocamos los puños, como de costumbre, y nos despedimos.
Esa tarde, no había quedado con mis amigos y me aburría, así que decidí salir a dar una vuelta. Salí y me dirigí a la zona en la que se encontraba la mayoría de los restaurantes. Tras pasarla, paseé por el paseo que separaba las dos calzadas que había en esa zona. En los bancos de los lados había alguna que otra persona sentada. Me saqué los cascos del bolsillo y me los puse. La música empezó a sonar por ellos. Bajé la mirada al suelo y seguí caminando.
Por mi mente pasó el final de la clase con Mario.
¿Y si realmente no quiere nada conmigo?
O quizá no quiere tener más contacto conmigo por alguna razón.Eché un vistazo a los bancos de los lados. En el lado izquierdo, no había nadie y al otro...
Espera... ¿Esos no son Emilio y Sergio? Pero están... besándose.
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Amores de instituto
RomanceUna clase Alumnos con las hormonas a flor de piel Amoríos alocados ¿Que podría salir mal?