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Si pensaba que las cosas no podrían estar peor, esto le demostraba que estaba en lo incorrecto.

Aquel traje pegado a su cuerpo quedó atrás, según los estúpidos policías, el no debía de vestir de manera mala como si fuera un malechor, esta ves le dieron una ropa distinta, era algo más casual pero tampoco dejaba de ser incómodo.

Hoy sería su primer día bailando, el no sabía bailar, lo instruyeron un poco pero casi no se le pegó nada. Estaba nervioso, se sentía horrible y tenía ganas de vomitar, el mejor día de su vida sin duda.

— Solo sigue lo acordado y no pasará nada. — el policía pelinegro saco un collar plateado de fantasía y prosiguió a ponérselo — Recuerda que después de esto serás libre, no arruines las cosas — abrochó el collar y miro directo a los ojos del menor.

Debía de admitir que el menor era muy bien parecido, lo que le llamaba más la atención eran sus ojos, en todos los días en los que pelearon estos se veían oscuros, enojados, pero ahora era distinto, veía un brillo de tristeza y mucho miedo, se sintió una porquería por lo que estaban haciendo.

Si le preguntarán al Jimin del pasado (el de hace un par de meses)  no se sentiría mal ya que el castaño es un delincuente, muy lindo y todo, pero es un delincuente. No hay remordimientos con alguien que no respeta la ley, después de todo es un policía.

Trago suave antes de darle un pequeño papel envuelto.

— Tiene mi número anotado, si sientes miedo o tienes información, estás en todo tu derecho de usarlo.

— ...gracias — fue susurrado tan suave que casi no lo escucho.

Ambos se quedaron mirándose a los ojos por unos segundos.

Quizás buscando la razón de porque pasaban aquellas cosas extrañas entre los dos, Jimin jamás se sintió tan confundido por una mirada, era extraño para el ver unos ojos tan expresivos, los delincuentes no tienen ojos lindos, este insolente si los tenía.

A Jungkook le pasaba algo distinto, el sentía un gran desprecio por el pelinegro, más sin duda admitía que le parecía generosa la acción que tuvo con el, le ayudo a darle comida a los pequeños (apesar de haberlo amenazado por ello) y ahora sentía que la única persona que lo podría salvar era el, el oficial idiota de ojos fríos, ese de sonrisa altanera.

Ambos estaban tan enredados que no se dieron cuenta de lo que poco a poco surgía en el medio, si lo manejaban mal quizás se odiaran hasta la eternidad, y si aceptaban lo que iba a pasar, podrían encontrar la paz que tanto añoraban, la que tanto deseaban, con un amor fuerte y profundo.

— Es hora, recuerda todo lo que te dije, no seas tonto mocoso.

— ¡Deja de llamarme así!







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El ambiente no podía ser peor.

Gritos y más gritos sonaban alrededor de el, su cuerpo solo era cubierto de una fina tela gris que tapaba parte de sus hombros y caía en una pequeña tira sobre su boxer del mismo color, unas joyas de oro falso simulaban diademas en su frente y las manillas de metales tintineaban en sus muñecas y tobillos. Le habían dicho que representaría al Príncipe del deseo, que era por ello su ropa medieval de telas casi transparentes, admitía que no era un mal vestuario, sus compañeros al contrario no corrieron la misma suerte ya que todos ellos solo eran tapados con una misera hoja falsa de color verde en el miembro y sus traceros al descubierto.

El baile finalizó con todos los presentes eufóricos, muchos de ellos intentaron tocarlo, pero los de seguridad los retuvieron.

Jungkook se sentía muy asustado, aquellos hombres no eran buenas personas y sentía sus miradas en algo más que el baile, podía sentirlos examinando cada parte de su cuerpo con morbo y suciedad. Con las piernas temblando dejo el escenario, habían pasado más de tres horas ahí adentro y ya realizó cuatro actos, todos ellos con el mismo vestuario y la misma coreografía, lo odiaba, lo aborrecía desde lo más profundo de su ser.

𝚉𝚘𝚗𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊 •ᴊɪᴋᴏᴏᴋ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora