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La segunda sesión.

En este encuentro, la tarea de Evan esta vez, era tratar de encontrar algún punto débil en Tn, algo que le preocupase. Para así, poder dar con un diagnóstico y comenzar con la nueva evaluación psiquiátrica.

Aunque, sabe que eso es algo completamente imprescindible. El hecho de que lleguen a tener un nivel adecuado de confianza para que pueda expresarse con total libertad, sin miedos ni dudas, es complicado, pero no imposible.

—Bienvenida—Le dice al verla ingresar por la puerta.

—Hola—Desconfiada, toma asiento en la silla del frente. Una mesa los separa, cómo en la sesión anterior.

—¿Estás bien?—Preguntó intranquilo al verla así, tan insegura y tímida.

—La verdad es que no.—Frunció el ceño.—Anoche me permitieron elegir entre dos películas, Milagros del cielo o el Pianista.

—Y...¿cuál elegiste? —dijo, poniéndose cómodo en su silla y borrando toda preocupación interna al darse cuenta que la cara de desánimo era por culpa de una película y no por algo mas profundo.

—La del pianista. ¡es totalmente una injusticia! Juro que queria sobre pasar la pantalla y arrancarles el poco pelo que tenian esos terroristas.

Él soltó una carcajada.

—No es gracioso, ¿acaso piensas qué vivir todo el dia preocupado cómo el protagonista es divertido? —Frunció el ceño, pero no estaba enojada, simplemente tenía un sentimiento de furia mezclado con tristeza debido a la pelicula.

—Claro que no—Evan, inconscientemente, quiso acercase más a ella. Para ello, colocó sus brazos en la mesa, y empujó, con ayuda del cuerpo, su silla hacia adelante. —Aún no he visto la película, estará entre mis pendientes, pero soy más de terror.

—Cuando miro una película de terror no duermo por una semana. —Aseguró, también acercando su silla hacia adelante. El vio ese pequeño acercamiento y en cuestiones de segundos, fue consciente de que el había hecho lo mismo. Arrugó la frente, tratando de pensar sobre aquello, pero al rato lo ignoró. Es que escucharla era algo que le resultaba tan fácil con ella, y sobre todo, interesante. Se dio cuenta que comenzaba a disfrutarlo, pero también se dio cuenta que esto no era una conversación de amigo-amiga.

—¿Que hubieras hecho en su situación?—Preguntó, arreglado su postura y centrándose más en el tema.

—Hubiera dejado que me aniquilaran de una vez por todas, no me gusta sufrir. —Respondió enseguida.

—Claro, a nadie le gusta sufrir.

—A menos que te guste el masoquismo, ya sabes.

—Por desgracia, no me gusta.—Bromeó.—Yo, en ese caso, hubiera huido.

—¿Por qué?—Preguntó, inquieta.

—Porque es obvio que no se puede hacer nada para cambiar lo que ya esta sucediendo. —Intervino.

—¿Y qué hay de las preocupaciones? ¿No estarias constantemente preocupado?—Cuestionó.

—Pues si, pero no hay otra salida más que huir y seguir huyendo.

Se aproximó demasiado. Una de las reglas principales entre doctor y paciente es no dar tu punto de vista muy seguido, y menos cuando el punto de vista es deprimente, como el de él. Es mejor dar la opinión propia al final de la sesión. De repente, ella preguntó;

—Evan, ¿preocuparse es malo?

No supo que responder. En primer lugar, le gustaba mucho que lo llamara por su nombre. Ha tenido pacientes que por años lo han tratado de usted, y lo cierto es que odia aquello. Además, suena lindo proveniente de ella. En segundo lugar, le sorprendió el hecho de que una película sobre el Holocausto lo ayudara poder hablar sobre algo que el buscaba en esta sesión. Y por ultimo, nunca le habian preguntado algo tan concreto.

I TOOK YOU HEART -evan petersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora