15

116 10 0
                                    

Desestabilizada por lo que acababa de leer, cerró la puerta de su habitación tan fuerte como sus brazos pudieron. Fue hasta su cama, se subió a ella y comenzó a arrancar todos sus dibujos, como si cada uno de ellos tuviera la culpa de su estabilidad emocional. Sacada de si, rompía sus retratos; sus problemas reflejados en el arte y por su puesto, su identidad.

En el fondo de su mente, ella había muerto.

Luego, un poco más calmada físicamente, estalló en un llanto que ni ella misma pudo hacer callar. Dejo caer su cuerpo sobre la cama, la cual crujió. Rápidamente sus sábanas se vieron humedecidas ante tal llanto.

Volvió a tener entre sus manos la carta. No la leyo, sino que la apreció por afuera. Un sobre, perfectamente hecho, pero sucio y arrugado, color marrón. Comenzó a girarlo con sus manos, buscando alguna referencia que diga que esa carta era para ella, como solían hacerlo comúnmente las cartas.

No encontró nada. Incluso intento abrir la carta otra vez, leerla, pero nada. Nada indicaba que era para ella.

Sin duda, la carta había estado en manos de alguien mas que Evan. A Evan se la entregó alguien.

—¿Quién es ese alguien?—Se preguntó ella misma.

La carta no la escribió ese alguien, fue mandandada por otra persona más. El sobre y su antigüedad lo demuestran. Un ciclo. Todo un ciclo por una carta. Debía de ser realmente importante que ella la leyera.

Ahora, ¿No es ilegal entregarle pertenencias del afuera a los pacientes? Más en situaciones cómo estas.

El ciclo iba tomando camino en su mente.

Sin pensarlo dos veces, salió del cuarto y fue a pasos rápido a recepción, donde se encontró a un Carlos concentrado en su celular disfrutado de unos snacks. El hombre levantó la vista y se llevó una grande sorpresa al verla allí.

—Tn, hola.—Apagó su celular y acomodó sus lentes, los cuales ya estaban casi por su tabique.

—Hola, Carlos.—Sonrió. En el breve caminó pensó en sonar tranquila y amable, para conseguir mas confianza en él y por ende, más respuestas.

—¿Cómo estás, Tn? Se te ve mucho mejor que antes.

Eso, de cierta manera, le dolió un poco. Pero rápidamente lo ignoró. 

—De hecho, Carlos, una compañera recibió hace unas horas una carta.—Mintió—No quiso decirme su contendio y por supuesto, acepto su privacidad, pero esta realmente distante y un poco amarga. —Confesó, como si de una historia real se tratase.

—Aja...—Aseguraba con la cabeza, atento al tema

—Quería saber si has visto algo, o alguien por aquí—continuó—Tal vez sepas quién le mando esa carta, o si fue alguien de aquí para gastarle una broma.—Comentó sonando realmente preocupada. —¿Has visto algo extraño que pueda ayudarme con el tema, Carlos?—Terminó por preguntar.

—Mmm, déjame pensar. —Carlos miró hacia arriba, como si ideas pasadas cayeran del techo. Si había que describir al pobre hombre: Desorden y desinterés serían palabras claves.

Por su parte, Tn se preocupo, esta vez en serio. Vio en Carlos cierta confusión, como si ni supiera que día es hoy. Sin duda era alguien en quien no confiar.

—¡Ahí esta!—Largó él.

Los ojos de Tn se iluminaron como dos grandes estrellas fugaces. Estrellas de necesidad y felicidad.

—Hace tiempo que suele venir un hombre—La miró a los ojos—Todos los días se acerca hasta la reja y nos ofrece una carta, un dresser y no se que mierda más. La verdad es que es un pesado que tarde o temprano va a estar aquí adentro.

—¿Puedes describirlo? —Indagó.

—Ojos negros, pelo blanco y barba igual. Creo que más chico en altura que yo y bastante sucio, a decir verdad. Espero que esto te ayude para tu compañera, Tn.

—Si, de veras muchas gracias. Te debo una. —Dijo para terminar e irse. Si algo que podía deberle a Carlos eran snacks y gaseosas.

Ahora ya sabía de quien era la carta, estaba más que segura. Sin embargo, algo aún no le cerraba. Y es que su madre tiene menos gramática que ella en sus estudios. Su madre nunca fue a la escuela y nunca toco un lápiz ni un papel en su vida.

Entonces, la carta era de su madre, o no.

Mas que respuestas, ahora necesitaba atención, su atención, alguien que la escuchara, que la atendiera más como persona que como paciente. Lo necesitaba a él, a Evan.

Además de su compañía, necesitaba escuchar su versión.

I TOOK YOU HEART -evan petersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora