Capítulo 6

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Ya había caído la noche, haciendo que las calles se iluminen con las farolas y las luces de las casas cercanas.

Jennie escribía en la agenda que le había regalado Roseanne, escribiendo todo lo que sentía en ese momento: Sus pesadillas, temores y sentimientos. A veces era más fácil escribir en un par de hojas todo lo que no te atreves a decir en voz alta.

Roseanne tocó la puerta con su mano, pidiendo permiso para entrar. Escuchó un "Pase" y abrió la puerta, encontrándose con la castaña escribiendo.

—¿Pasa algo? —preguntó Jennie al ver a su amiga nerviosa y tensa.

Se conocían hace unos años, específicamente desde que ambas estaban en los primeros años de universidad: El mayor estaba en su segundo año, mientras que el menor en el primero. Curiosamente, ambos estaban cursando la misma carrera, siendo "Administración de empresas". En el segundo año de, en ese entonces Jimin, fue que decidieron arrendar un departamento juntos, convirtiéndose en compañeros de piso.

Y aunque tuvieran gustos y costumbres diferentes, supieron acoplarse bien.

—Vi a mi mamá en la tienda de decoraciones —se recostó en la cama de Jennie, relajando su cuerpo— ¿Cuándo les diremos a nuestros cercanos que somos nosotros?

—Lisa ya lo sabe —Roseanne miró sorprendida y confusa a la otra, esperando una explicación. Jennie rodó los ojos y se recostó al lado de la rubia— Fui a la cafetería y ahí le dije. Me costó un poco que me creyera, pero lo hizo al final.

—Una menos, ahora faltan los demás —Jennie asintió— Que complicado es volver a la vida.

[🍀]

El día en la cafetería solía variar según la estación del año, pero incluso en verano, la cafetería se volvía famosa con sus cafés helados y postres frescos.

Los meseros tomaban ordenes por doquier, llevando las ordenes en las bandejas que estaban en sus manos.

Lisa y Jennie estaban revisando el presupuesto. Pronto tendrían que pedir algunas cosas para el lugar. Aunque, la única que realmente estaba revisando y sacando cuentas era Jennie, ya que Lisa la miraba de vez en cuando, ignorando los papeles en sus manos.

—¿Acaso te gusto que me miras tanto? —Lisa negó rápidamente, haciendo una mueca— ¿Entonces?

—Es solo que me estaba preguntando cuantas personas que han muerto volvieron a la vida.

—No tengo ni la menor idea, pero supongo que no somos las únicas.

La puerta fue abierta abruptamente por uno de los meseros.

—Lo siento por interrumpir, jefas, pero hay una chica que dice que las conoce y quiere hablar con ustedes.

—Está bien, déjala pasar —dijo sin interés Jennie.

Roseanne entró nerviosa a la oficina de la cafetería, viendo tímidamente a Lisa, esperando en silencio que Lisa la reconociera.

Lisa llevó su vista a la recién llegada, enarcando una ceja al mirarla de pies a cabeza.

—Siento que ya te he visto antes.

—Pues claro, si es Jimin —Lisa abrió su boca sorprendida, formando una "O".

—Cuanto tiempo, eh —saludó un poco incomoda al sentir la mirada curiosa de Lisa.

—Ustedes me volverán loca —suspiró cansada, apartando la mirada. Jennie solo negó divertida, y Roseanne se sentó en el sillón que estaba en el lugar.

Roseanne no tenía nada mejor que hacer en el departamento, además de que no le gustaba estar sola justo cuando escuchaba bocinas de autos provenientes de la calle. Así que decidió ir a ver la cafetería un rato.

Obviamente fue caminando: No quería volver a subirse a un auto por ningún motivo.

Cuando llegó la noche y cerraron la cafetería, se despidieron de Lisa y caminaron hasta su departamento.

Cada vez que pasaba un auto, o se escuchaban las bocinas de estos sonar, Roseanne se colocaba nerviosa, empezando a jugar con sus manos y ponerse alerta.

Jennie solo pudo entrelazar sus manos con las contrarias, dándole apoyo y tranquilidad a la rubia.

Sabía que la contraria no quería volverse a subir a un auto, menos si debía manejar. Pero no se quedaría de brazos cruzados; Jennie se prometió a si misma que ayudaría a Roseanne a superar el miedo, ¡sino dejaría de llamarse Kim Jennie! Y realmente esperaba que lo pudiera lograr porque amaba su nuevo nombre.

Nunca era fácil superar un miedo o un trauma, pero tarde o temprano tendrías que enfrentarlo. Claro que esto podría lograrse con ayuda profesional.

Pero en ese momento, ambas jóvenes no estaban completamente listas para hablar con un psiquiatra. En cuanto vieran que su vida iba recuperando estabilidad y se acostumbraran al cambio, irían con un doctor.

Cada mala experiencia nos deja una consecuencia, y estaba en nuestras manos si esforzarse para superarlo, o solo dejarlo de lado porque, aunque quisiéramos, jamás podríamos olvidar algo que nos marcó. Tal vez nuestra mente bloqueara aquel recuerdo, pero nuestro cuerpo reaccionaría como cuando se provocó el miedo.

Y no necesariamente lo podríamos lograr de la noche a la mañana: Todo costaba tiempo.     

¡𝑬𝒔𝒕𝒆 𝑵𝒐 𝑬𝒔 𝑴𝒊 𝑪𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐! - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora