La cafetería nuevamente estaba llena, y que dos almas estuvieran jugueteando por ahí con los clientes no ayudaba de nada.
—¿Pueden dejar de joder a los clientes de una vez, inútiles? —pidió Jennie con el ceño fruncido y apretando fuertemente un paño que estaba usando hace unos segundos para limpiar el mostrador. Miró con una mirada filosa a las almas que era ni más ni menos que Dahyun y Jihyo.
—Jen, cuidado, que luego te miraran como una loca al estar enojada con la nada —dijo Roseanne mirando a los clientes para disimular, sonriendo nerviosamente.
—¿Y eso que carajos me importa? No estoy de humor para que vengan unas inútiles a jugar como si fueran niñas de cinco años. Si van a venir a la cafetería, al menos trabajen o sirvan de algo.
Fue el turno de Jihyo para fruncir su ceño.
—Hemos estado muchos años muertas, permítenos pasarla bien, ¿no?
—No —se negó rotundamente Jennie.
—Te regreso la vida y así me lo agradeces. Que asco de valores los que tienes —atacó Jihyo cruzándose de brazos con un mohín. Jennie solo hizo una mueca y siguió limpiando, retirando pequeñas migajas y basuritas del mostrador.
Mientras tanto, Roseanne miró hacia la entrada al escuchar la campanita de la puerta sonar.
Sus ojos se abrieron como platos y su boca quedó entreabierta al ver a las dos señoras que venían juntas caminando a su dirección, mirándolos directamente.
—Cuidado, Roseanne, que te entra una mosca —molestó Dahyun tirando un pedacito de galleta hacia dentro de la boca de la rubia, la cual la miró con el ceño fruncido, masticando de cualquier forma la galleta.
—Buenos días —dijeron al unísono las mujeres adultas una vez llegaron al mostrador, frente a las jóvenes.
Ambas chicas se miraron entre ellas por un segundo de forma nerviosa y saludaron de igual forma al mismo tiempo.
—Buenos días.
—¿Qué les podemos servir? —preguntó educadamente Roseanne con una mini sonrisa, intentando aparentar tranquila.
—Me gustaría un espresso —comentó la señora Min. Jennie miró confundida a su mamá porque a ella no le gusta el espresso. Asintió de todas maneras y empezó a prepararlo.
—A mí un americano —Roseanne asintió dudosa dándose vuelta para empezar a preparar el café de su mamá. A su madre no le gustaba los americanos, ¿por qué pediría algo así?
Ambas jóvenes se tomaron el atrevimiento de echarles ellas mismos cierta cantidad de azúcar a los cafés de sus madres para que no les sepa mal, y es que ambas conocían cuantas cucharadas usaban sus mamás al tener que tomar esos cafés en ciertas ocasiones.
Entregaron los cafés a cada una, dejando las tazas en el mostrador bajo la atenta mirada de las señoras.
Ambas mujeres tomaron un sorbo de los cafés, y se miraron entre ellas como si con sus miradas pudieran saber lo que pensaba la otra.
—Chica —llamó la señora Park, captando la atención de su hija de forma inmediata— ¿Podría pedirte poner otra canción, por favor? —pidió refiriéndose a la música clásica que sonaba por la cafetería.
Roseanne asintió.
—¿Alguna de preferencia?
—Intenta adivinar una canción que me guste.
Jennie intercambió miradas con Roseanne, ambas buscando respuestas entre ellas ante la situación que cada vez se les hacía más rara.
La rubia solo asintió y fue a cambiar la canción, eligiendo reproducir una canción que su madre amaba: La vie en rose de Louis Armstrong.
Apenas empezó a sonar la canción, la señora Park abrió su boca sorprendida para luego llevar su mano a esta misma, esta vez para retener sus sollozos.
La castaña que miraba todo no tenía idea de que hacer o cómo actuar. Estaba entrando en pánico.
Justo llegó Roseanne que miró preocupada a su mamá, acercándose de inmediato a ella para tomar sus manos como solía hacerlo cuando era Jimin.
—Estoy aquí, puedes llorar cuanto quieras —consoló Roseanne, acercando a la mujer hacia ella para abrazarla y refugiarla en sus brazos.
Aunque los demás no lo veían, las que eran unos tipos de ángeles para Roseanne y Jennie, miraban nerviosas a la rubia, con el miedo que revele la verdad directamente.
Jennie tampoco sabía qué hacer. Tenía miedo de lo próximo que pudiera decir la menor.
—Jiminie, mi pequeño Jiminie —ese simple apodo que hizo el corazón de Roseanne para por un momento para latir más rápido.
Su madre ya le había reconocido, y la verdad podría decirse sin romper reglas.
—Creo que es mejor si van a la oficina a hablar, Roseanne. Yo cubro aquí —dijo Jennie.
—¿No deberías hablar conmigo también, Yoon? —habló esta vez la señora Min. La castaña le miró sorprendida, sus ojos prontamente llenándose de lágrimas.
Jihyo al ver que estaban siendo reconocidas, corrió a la oficina para ser visible y salió de esta caminando tranquila, ahora si pudiendo verse ante los ojos de los vivos.
—Tranquilas, yo cubriré junto a Dahyun —avisó Jihyo, permitiendo que las reencarnadas puedan irse junto a sus madres a la oficina para poder hablar tranquilamente luego de tantos meses.
[🍀]
—Entonces, ¿reencarnaron? —preguntó la señora Park sorprendida.
—Se podría decir que sí —respondió Roseanne asintiendo con su cabeza.
—¿Alguien más sabe sobre esto? —preguntó esta vez la mamá de Jennie.
—Lisa y Jisoo lo saben —le informó Jennie a su madre.
—¿Cómo supieron que éramos nosotros? O, bueno, nosotras —preguntó Jennie curiosa.
—Tu madre me dijo lo que pasó en el cementerio y, aunque parecía alocado, tenía sentido en cuanto a acontecimientos anteriores. Confirmamos todo con los cafés y la canción —la señora Park se veía feliz y tranquila, totalmente distinta a como se veía en todos esos meses. Había encontrado a su hijo y al "amigo" de él, claro que estaba tranquila. Miró a su hijo -hija- detalladamente— Ahora eres una chica... Sigues igual de guapo- ¡Digo guapa! —corrigió de inmediato— Incluso te pareces a tu abuela.
La rubia sonrió y abrazó a su madre, quien le hizo cariño en su cabello y mejillas, dándole besitos por su cara también.
—Al menos díganme que ustedes ya son novias —dijo la señora Min acariciando el cabello castaño de su hija. Las chicas se miraron y sonrojaron, negando— La muerte les cambió el cuerpo, pero no la pendejez.
—¡Mamá! —se quejó Jennie.
—Ni te atrevas a quejarte, Jen. Estuve sin mi hijo por más de siete meses, déjame molestarte un poco —respondió la mujer alzándose de hombros— Por cierto: tu nuevo apellido y nombre están bonitos, me gusta.
—¡¿Verdad que sí?! —dijo emocionada Jennie sonriendo.
Roseanne le miró desde su lugar, sonriendo encantada al ver tan radiante a su mayor. Le gustaba verla sonreír, le gustaba ella.

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¡𝑬𝒔𝒕𝒆 𝑵𝒐 𝑬𝒔 𝑴𝒊 𝑪𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐! - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆
FanfictionUn accidente que los llevó a la muerte, pero también a una nueva y rara aventura. ¿Cómo reaccionarías que, de un día para el otro, pasaste de ser un chico a una chica? ¿O que ahora debes vivir en otro cuerpo? No era una idea fácil de afrontar que de...