Virtud: Sinceridad

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Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.

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Virtud del código Bushido: Sinceridad

Jūgo se materializó en la puerta de la habitación; su rostro estaba sombrío. Sasuke enarcó una ceja y Jūgo negó con la cabeza.

—No sé cuándo ocurrió —susurró Jūgo, ya que Hinata todavía estaba dormida—. La sangre aún está fresca. Pero no hay ningún cuerpo.

Entonces, era como Hinata había dicho. Sasuke asintió. Una enfermiza luz gris iluminó la habitación cuando se acercaba el amanecer.

—Le he traído algo de ropa —añadió Jūgo, deslizando una pequeña bolsa de su hombro.

Sasuke se levantó y caminó hacia la puerta para aceptarla. Sasuke nunca dejaba de sorprenderse de lo considerado que era Jūgo. Sasuke dudaba de que a él se le hubiera ocurrido traer esos objetos.

—Duerme un poco—ordenó Sasuke en voz baja.

Jūgo asintió y se escabulló.

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Sasuke observó el amanecer con una calma. Hinata no se había movido ni una sola vez durante la noche, pero su respiración se mantenía firme.

Miró hacia abajo, hacia ella. La luz del amanecer era dorada y cálida e iluminaba el rostro de Hinata con su brillo. Para cuando el sol se alzará en el horizonte, estaría lo suficientemente alto como para que las hojas del gran árbol que estaba fuera de su ventana bloquearan la luz. Por ahora, la luz, era lo suficientemente suave como para no despertarla.

Complaciéndose, flotó las yemas de sus dedos sobre la mejilla de ella, imaginando que tenía permiso para trazar las venas. Sentía curiosidad y tenía suficiente tiempo para pensar. ¿Cómo era capaz de usar su Byakugan, pero no de leer?

Los ojos de Sasuke se deslizaron hasta sus labios.

Sus sentidos se estremecieron en señal de advertencia. Había gente esperando fuera de su recinto.

Sasuke buscó la bolsa de ropa y la puso junto a la cabeza de Hinata para que la encontrara. Ella se removió, pero no abrió los ojos.

—¿Sasuke? —murmuró.

Él se sentía muy osado mientras pasaba la mano por su suave cabello.

—Está bien.

—Está bien —ella volvió a enterrar el rostro en la almohada.

Sasuke resistió el impulso de sonreír ante las somnolientas reacciones. Cerró ligeramente el puño como si así pudiera retener la sensación de calor que recibió al tocarla. Deslizó con cuidado la puerta para cerrarla.

Al final del pasillo, Jūgo se asomó desde su propia habitación.

—Yo iré —Sasuke asintió—. Hinata sigue dormida.

Jūgo asintió, con el rostro sombrío. Se quedaría aquí arriba para asegurarse de que nada la alcanzara.

Sasuke se dirigió, casi con indolencia, hacia la puerta. Los visitantes no intentaban ocultar su chakra ni sus intenciones. Esperarían, aunque Sasuke les hiciera esperar horas. En realidad, podría hacerlo. Solo le sorprendía que alguien desobedeciera a su Hokage idiota.

Sin prisas, destrabo la puerta y dejó que se abriera. Las bisagras oxidadas emitieron un gemido tan fuerte que rivalizó con el canto de los pájaros. Dos hombres permanecían erguidos y estoicos frente a Sasuke.

Virtudes de un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora