Prólogo I: parte 1

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PRÓLOGO

La creación de un monstruo

SHUYANA

513 años atrás...

—Dicen que hasta la Gobernadora lo ha dicho —se burla mi hermana—. Que no sirves como hechicera, y que estarías mejor sirviendo en las cocinas, Shuyana.

—¡Eso no es verdad!

Me trago las ganas de llorar, pero la rabia me colorea la cara y mi hermana, como hace cada vez que ello sucede, alarga un dedo de uña afilada y pintada de turquesa, como el color de sus escamas, y lo clava en una de mis mejillas cruelmente.

—Eres demasiado tonta y mundana como para ser algo más que una sirvienta —dice con una sonrisa altiva y cruel—. No deberías andar por ahí teniendo fantasías en la cabeza que nunca vas a cumplir. Deberías ser sensata y aceptar el puesto como friegaplatos que la amiga de madre te ofreció. Así al menos serías útil.

—¡Voy a ser una hechicera! La Kánnmar Edaleka me ha aceptado como aprendiz y voy a aprender magia —le grito al borde de romper a llorar, como siempre que ella me encuentra. Sus palabras se me clavan como dagas—. ¡Déjame en paz y vuelve a tu estúpida habitación en el palacio! ¡Vete!

Ella suelta un bufido de risa.

—Estás loca si te crees eso. Y tú a mí no me dices lo que tengo que hacer, mundana.

Me aguanto las ganas de darle un bofetón porque no quiero que madre me castigue. Mi gemela es su mayor orgullo, por mucho que me duela admitirlo. Como si el haberla dado a luz a ella fuera mejor que darme a luz a mí.

—¡Cállate!

—¿O qué, mortal estúpida? —Mi hermana me empuja y me tropiezo, pero logro mantener el equilibrio—. ¿Se lo dirás a tu madre?

—También es tu madre, somos gemelas.

Ella hace una mueca de asco.

—¡Cállate! Yo soy dragón y tú no. No podemos ser familia, no seas ridícula. Estoy por encima de ti.

Shivana siempre ha sido arrogante, pero desde hace unos años está peor que nunca. Ha dejado claro más de una vez que no quiere tener nada que ver con nosotras.

Ni conmigo ni con madre, ahora que padre ha muerto (y madre, sé en mi corazón, le seguirá pronto. Lo echa demasiado de menos, y siempre lo ha querido más que a sus hijas).

Shivana es una de las khovaz, una hija de Khoen nacida dragón en vez de mortal. Algo que sucede tan rara vez que es un hito histórico cuando pasa. Y madre y yo somos solo Khoen, los descendientes mestizos de humanos y dragones, demasiados de los cuales son indiferentes a su descendencia mortal, y que viven las ciudades de los dragones Kánnmar como siervos o soldados.

Ese es el papel que se espera de mí por mi sangre, pero es un papel al que me resisto. Puedo ser más, mucho más, si tan solo me dejan serlo.

—Me voy, no merece la pena ensuciarme las manos contigo, no estás a mi nivel —resopla mi hermana, dándose la vuelta para marcharse.

—¡Te odio! —le grito a pleno pulmón a su espalda erguida—. ¡Eres horrible y algún día te demostraré que soy más poderosa que tú! ¡Ya lo verás!

Oigo su risa alejarse callejón abajo hacia la calle principal que da al palacio, pero ella ni siquiera se digna a responderme.

Mi hermana vive en el palacio. Se mudó cuando cumplió dieciséis años porque quería vivir, decía, «entre los suyos», y le habían ofrecido habitaciones allí (a madre y a mí no).

Y yo, en cambio, vivo con madre en una casa a las afueras, cerca de la muralla exterior, porque no lo soy. Porque solo soy Khoen, como madre y como padre y como sus padres antes que ellos, y no dragona como la bisabuela o como Shivana.

No es justo, pero la vida no lo es nunca.

Padre solía decir que, si quieres oportunidades, debes crearlas tú mismo. Pero padre está muerto y madre camina y habla, pero también lo está. Sus ojos están tan vacíos como el del cadáver de aquel gato vagabundo con el que practiqué mi magia una vez.

Estoy sola, porque Shivana no cuenta excepto para torturarme como siempre lo ha hecho. No importa que seamos gemelas, siempre nos hemos odiado la una a la otra y siempre lo haremos.

—Juro que lo haré —le prometo a la nada y a todo el universo en general, pero, sobre todo, me lo digo a mí misma porque necesito oírlo—. Juro que me vengaré y que seré más poderosa que ella. Más poderosa que todos, incluso que la Gobernadora. O que el más poderoso de los dragones. ¡O que la bisabuela!

Es una promesa que se mantiene conmigo hasta el final de mis días.

La reina prometida (romance fantástico elfo/humana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora