Prólogo II: El rey amargo (parte final)

65 5 4
                                    

—El conjuro no te ha afectado, interesante. Me pregunto qué clase de ser serás. —Ella sonríe con sadismo, rodeándose de una barrera que contiene a los espíritus del bosque, que presionan contra esta, intentando acabar con ella con todas las fuerzas que les quedan. Fuerzas que no son las que deberían ser, atados a mí y a mi actual debilidad como lo están—. Pero no pasa nada. Tenía algo especial guardado, y serás la víctima perfecta con quien probarlo.

—¡No te atrevas a hacerle daño!

La bruja se gira hacia él, desoyéndome, y, con un movimiento de sus manos y unas palabras de poder, lo hace desaparecer.

—¡No! —Se me rompe el corazón en mil pedazos—. ¡Faridil!

Los espíritus que quedan en pie a lo largo y ancho del reino están cada vez más cerca, azuzados por mi rabia, pero llegarán tarde de nuevo. Y los que hay presentes en el claro no son suficientes para avasallar a la bruja y matarla, debilitados como lo están por mi culpa.

Ella me deja para lo último. Para que pueda ver cómo me lo arrebata todo y a todos. De qué manera, tan profunda e imperdonable, le he fallado a mi pueblo como su Rey y a mi sobrino.

Cuando la Oráculo me habló de una maldición jamás esperé algo tan cruel. Tan espantoso.

Esperé que solo me afectara a mí.

Y, en mi arrogancia, nos he fallado a todos.

—Y a ti....A ti, Rey Thrael...—La bruja se acerca a mí tras matar a los últimos espíritus del bosque presentes, y yo caigo arrodillado sobre el suelo cuando las piernas me fallan—, a ti no te convertiré en estatua. No, eso sería demasiado suave para semejante insecto insolente como tú. A ti...

—¡Detente! —grita una voz femenina que reconozco como la de Vatra, la princesa mestiza de las hadas de Ondara.

¿Qué hace ella aquí?

¿Acaso me habrá envenenado ella el vino o la comida? No sería la primera vez.

—Lárgate de aquí, esto no es asunto tuyo.

—A él no le harás daño. Ese no es nuestro trato —habla el hada con desesperación—. Dijiste que me lo darías cuando tuvieras la corona, ¡el Rey de los Silvanos es mío!

—¡No la tengo por su culpa! —chilla la bruja, perdiendo los estribos—. Y no te debo nada, imbécil. Podría haberlo derrotado sin tu veneno debilitante del sueño eterno. No hay trato.

Mis manos lanzan una última oleada de magia solar en su dirección mientras está entretenida, y la bruja jadea de dolor y debilidad, pero ya es demasiado tarde.

Apenas puedo moverme, y mi magia apenas responde, como si hubiera algún tipo de barrera en mi interior, y mi pueblo ya ha sido maldecido.

Y mi sobrino...mi sobrino. No puedo pensar en él sin desear aullar desconsolado por su incierto destino.

—Yo le sacaré la información que necesitas una vez nos hayamos casado y una mi alma a la suya —suplica el hada, y me estremezco del horror por lo que implican sus palabras—. Dámelo y no te fallaré.

Para casarse, un elfo requiere primero de la unión física que consuma nuestra unión espiritual, uniendo ambos planos de nuestra existencia al mismo tiempo. Sexo entre dos predestinados. Y ella no es la mía.

Pretende violarme cuando no pueda defenderme.

Intento apartar la mano que me agarra, asqueado, pero fracaso. Mis brazos pesan tanto como montañas y apenas puedo pensar con claridad.

—¿Crees que no te maldeciré a ti también si te atreves a oponerte a mí solo porque me has sido útil, mestiza? —amenaza la nigromante—. Si vuelves a decir una sola palabra más te arrancaré las alas. ¡Apártate!

—¡No! ¡Teníamos un trato! ¡Tienes que hacer que él me ame y se case conmigo, lo has prometido! He puesto el veneno de mi madre en su vino como acordamos para robarle su poder y dejarlo indefenso, a él y a sus espíritus. He cumplido con mi parte. Ahora te toca cumplir con la tuya.

Estoy demasiado agotado como para escuchar más de esa conversación entre ambas, pero oigo claramente el grito de agonía del hada.

La mente se me nubla cada vez más y los párpados se me cierran, a pesar de que intento luchar contra la magia del veneno que he consumido sin percatarme.

La bruja y el hada se gritan entre ellas, lanzándose magia la una a la otra, pero no comprendo nada más de lo que se dicen.

Lo último que siento, antes de volver a despertar cientos de años después, es la magia de Vatra envolviéndome y tirando de mí lejos de mi reino, tan posesiva y desalmada como la de la bruja.

🎉 Has terminado de leer La reina prometida (romance fantástico elfo/humana) 🎉
La reina prometida (romance fantástico elfo/humana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora