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Seungmin y Jeongin rompieron su noviazgo, lo hicieron por cuestiones que ni siquiera ellos mismos quisieron admitir. Después de su ruptura, desapareció cualquier vínculo entre ellos. Unos cuantos años después...
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08:30 a.m.
01 de septiembre, 2019«
—Buenos días, chicos —saludó Yongsun, colocando sus libros sobre el buró—. La mayoría de ustedes ya me conoce. Pero, para los que no saben quién soy, me presento: soy Kim Youngsun, su profesora de matemáticas.
—Buenos días —respondieron los alumnos, desganados.
—Finalmente, nos hemos reunido. —Sonrió—. ¿A que estaban emocionados por iniciar las clases? De seguro, ustedes no veían la hora de comenzar con las matemáticas. ¿A que sí? —Yongsun rio al ver la cara de asco de sus estudiantes—. Venga, saquen sus cuadernos que ya comenzamos.
Mientras Yongsun escribía en la pizarra, Jeongin tenía la cabeza recargada de su brazo. Sus ojos se cerraban por sí solos, tanto así que era complicado mantenerse despierto. Un ominoso cansancio poseía su cuerpo, al punto de que se sentía como si hubiese sido aplastado por un autobús cientos de veces. En momentos así, cuando su materia gris era más que insuficiente para rendir bien, a Jeongin se le antojaba asesinar a los creadores de las matemáticas. Para empezar, ¿a quién se le ocurría poner matemáticas a primera hora? ¿Acaso no era un poco insensible? Entre números y la voz de la profesora Kim, que llegaba a sus oídos como una canción de cuna, Jeongin terminó durmiéndose.
Jeongin no sabía cómo, pero ese día había despertado en su habitación. Le frustraba tanto no poder recordar nada de la noche anterior y, cuando intentaba indagar en sus recuerdos, una severa jaqueca lo invadía. Lo único que lograba recordar es que había ido junto a su mejor amigo a esa ceremonia y que luego habían estado conversando. Después del acto de presencia que hizo el alcohol, Jeongin dejó de recordar. Para empeorar, esa mañana ni siquiera había podido ver a Seungmin ni a Jisung. Todo era demasiado raro.
—Señorito Yang... ¡Señorito Yang! —La voz de Yongsun se alzó lo suficiente para despertar a Jeongin del quinto sueño.
—Profesora Kim... —murmuró Jeongin, somnoliento.
—El hecho de que seas un alumno nuevo no te da derecho a quedarte dormido en clase —objetó Yongsun, un poco irritada—. Aquí se viene a estudiar, no a dormir.
Después de la conclusión de Yongsun, se escuchó un murmullo entre los estudiantes. De inmediato, las mejillas de Jeongin se tiñeron de rojo vivo. Primer día, y ya había metido la mata con éxito. «Casi no te gusta llamar la atención, Yang Jeongin», se recriminó a sí mismo. Inhaló y exhaló. Definitivamente, necesitaría mucha energía si deseaba salir vivo de la clase de matemáticas.
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Finalmente, las clases habían cesado. La hora del receso había llegado; por lo que Jeongin salió inmediatamente de su salón. Mientras caminaba por el pasillo, iba superfeliz porque solamente pensaba en el manjar que comería de merienda. Pero, al parecer, sus planes se truncarían un poco.
