reencuentro 💟 armario

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tw: reencuentro.

Armando Mendoza toma el teléfono sin esperar que quien se encuentra al otro lado de la línea es, nadie más y nadie menos que su mejor amigo de toda la vida. Debe tomarse un segundo para incorporarse, la sonrisa que dibujan sus labios es irremplazable. Deja un momento el libro que había estado luchando por leer, reconoce que ha llamado en el momento indicado pues se moría de aburrimiento.

Después de los acontecimientos ocurridos hacia dos años, desconocía como reaccionaría si ocurriera el reencuentro. Recuerda haber descartado la posibilidad de que aquello pasara y la melancolía lo mataba, extrañaba a Mario de todas las formas posibles. Si bien, si estaba enamorado de Beatriz había descubierto también que lo que siente por ella es en gran manera distinto a lo que sentía por Mario.

A ella le tomo una gran devoción que reflejaba la que ella le tenía a él en principio, era su confidente y el ojo que no sabía que necesitaba cuidando sus espaldas. Ambos se brindaron seguridad en mutua alianza, aspecto parecido a con Mario. Pero con él si había que irse con cuidado, sus caprichos lo podían hacer moverse de balance y él jamás habría perdonado ni la mitad de lo que Betty si perdonó. Mario era valioso porque era escaso, como una joya elegante en una casa de empeño, uno en un millón. Requería cuidados específicos, amabilidades y distinciones solo para él, Mario Calderón se amaba a si mismo como a nadie más y no se dejaba arruinar por nada ni siquiera por Armando, aspecto del que Beatriz siempre había carecido incluso ahora. Por eso le extrañaba, se sentía especial de tenerlo consigo, suertudo si era la palabra. Aunado a ello, estaba su confianza, con él hablaba cosas que no podía comentar con nadie más, pues solo él conocía la empresa como la palma de su mano e incluso conocía al propio Armando como a sí mismo.

Así que ahora que el pelinegro contiene la respiración tras la bocina, Mario celebra tirando un puño al aire y sonriendo de lado, le conoce y sabe lo emocionado que se encuentra de oír su voz. Mario le ha extrañado demasiado. Sonaría malévolo decir que era el único que lo hacía sentir como una persona pero es lo que es.

Él, que tampoco podría decirse a si mismo un desalmado reconocía que a veces podía ser un poco egocéntrico. Tomaba las oportunidades que se le presentaban sin dudar, pensaba primero en él y no temía pisotear a quien debiera si eso le ofrecía un beneficio. No creía que era malo, no, se creía un oportunista de primera. De hecho, cuando se hubo marchado con el labio roto de Ecomoda había ido a caer rápidamente al primer postor que se le presento. Era este sujeto extranjero, economista, bien parecido, sentado en una fortuna de al menos 20 millones de dólares que había estado loco por Calderón desde hacia ya años, en parte perseguía su talento para las finanzas -claro eso le decía a todo el mundo- La cosa es que siempre quiso algo más de él, cosa que una vez la lealtad ciega que le tenía a Armando se pasara, le entregó con medida rapidez.

Igual el tipo le aburría cada día más, así que desde la lujosa soledad de su habitación en Bogotá no se detuvo a tomar la iniciativa, llamar al teléfono de su amigo. Apuesto le extrañaba tanto como él.

Bajo la nerviosa plática mañanera de Betty y Armando este último le indicaría que tenía una reunión para esa tarde y que no vendría a comer, la esposa supone que dice la verdad, no tendría que mentirle. Pero desconoce que es Mario Calderón quien espera en la mesa del Le Noir con una sonrisa carismática puesta en la cara, haciendo una pose de mago que acaba de aparecer algo maravilloso frente a sí y el pelinegro, su esposo, festeja la magia y le envuelve en un fuerte abrazo apenas lo alcanzan sus brazos, Mario se pregunta internamente si de verdad han pasado dos años desde su separación pues no los siente cuando lo ve de nuevo.

El castaño ya no hace sus repetitivas bromas hacia Beatriz, la distancia le ha dado el don del silencio y la resignación. Ahora ella era su mujer. De igual forma mientras Armando le cuenta animado el estado de la empresa piensa divertido que jamás ha importado si él tiene a alguien más, Mario siempre sería su Mario.

Fue lo mismo en cierta forma con Marcela, cuando él se le reía en la cara mencionando que no creía que pudiera andar formalmente con ella y que él era mas bien un mujeriego "¿Para que atarse, mas a parte, por qué justo con Marcela? Vea esa piraña lo va a casar en cuanto tenga oportunidad y ¿Quién va a acompañarme en las andadas? No sé lo digo por mi, machote, yo tengo mi encanto, pero ¿Usted?" y Armando siempre se meneaba exasperado diciendo que no hablara de tal forma de Marcela, que estaba enamorado y que él no era más que un amargado incapaz de amar "¿Incapaz de amar? No, no diga eso. Yo si soy capaz de amar, sépalo Armando, pero soy consiente de que tengo mucho amor para dar me entiende, entre más mujeres se dejen dar mi amor mejor será para mí. Y si toma mi consejo, usted debería hacer lo mismo, no vaya contra la naturaleza." Entonces, de nuevo, el pelinegro terminaba peleando con él, jamás a golpes como por el mostrete ese, pero peleaban al fin.

Poco ha cambiado, Armando sigue siendo el mismo aunque tenga puesta la sotana y mencione ser hombre de una sola mujer. Tiene la chispa interna intacta, se nota más ansioso al dirigirse a él como si estuviera corriendo un maratón, nervioso que su esposa ponga la garra sobre su hombro mientras él se ríe de lo que ha sido la vida de Mario. "¿Se casó? ¿Usted? No puedo creerlo, Mario, debí haberle roto algo del cerebro con la paliza que le dí" Armando le comenta y Mario, que había preferido olvidar el altercado, hace un amago de sonrisa fría para no verse removido "Ni me lo recuerde, fue usted un barbajan. Y no, no me casé. Ni en las fantasías más locas de ese americano me habría yo casado con él" no lo dice, pero al pelinegro le calma saberlo. "Estaba de nervios, hombre, ya perdóneme. Y usted no dejaba de joderme sin parar, tenía que ponerle un alto" hay risas por parte de Armando, bebe de su copa de vino al momento que Mario piensa en que contestar "Figúrese que le entiendo. Igual me debe la revancha, me tomó por sorpresa eh sino el que le hubiera roto la cabeza hubiera sido yo" no lo dice en serio, Mario nunca ha sabido pelear ni cuando estaba en el instituto, Armando levanta la ceja con picardía "Si, claro. Si usted tira goles y no atina ni uno. Aún así, hermano, no hay necesidad de ponernos físicos de nuevo. Mantenga su distancia y yo le dejo la mandíbula en su lugar" Mario abre la boca, incrédulo tira su pie debajo de la mesa y golpea la rodilla de su amigo que le devuelve el golpeteo con mayor fuerza. La misma bestia, se dice el castaño en su mente.

Al terminar, le acompaña a dar un vistazo a la habitación de Mario. La que más bien es un penthouse. A él le parece un poco penoso confesarle que vive ahí por la temporada y que es prestado de su amante, igual se lo menciona en algún momento.

"Uno se convierte en lo que come, Calderón véase usted, viviendo en el penthouse del novio, se ha convertido en toda una peliteñida" dice a su oído con tono juguetón revolviendo su cabello. "Solo le falta tinte e implantes" Mario le tiende un trago con la sonrisa cerrada.

"No creo que sea muy cierto" se acerca a tantear las piernas de Armando, se burla antes de decir el chiste el otro le mira sin entender "No siento que a usted le hayan salido tentáculos del miembro por meterse con monstruos" confiesa sin reparo, Armando contiene la risa y en cambio le tira con fuerza suave a su costado y se le echa encima tratando de darle zapes de los que Mario se protege como puede intentado hacer lo mismo. Pelean como niños y se desordenan el traje en el intento, son un manojo de risas y súplicas de parte de Mario quien le pide que pare a cada tiempo.

A un momento se detienen, Armando tiene las gafas desacomodadas y Mario se burla de él siendo aún dominado por el cuerpo de su amigo que está casi encima suyo. La mirada del pelinegro cambia, se relaja soltando una sonrisa cálida. Dios, le había extrañado tanto incluso si seguía siendo el mismo imprudente. Cuando ha llegado el tiempo de regresar a casa quizá Armando se detiene antes de tomar el elevador solo para girarse de nuevo hacia Mario y abrazarlo con fuerza manejándolo como a una marioneta, sus pies en puntas desparramado sobre Armando riendo por la gran presión que le hace en la espalda.

"Ya vállase de mi casa, que me asfixia."

"¿Puedo verlo mañana, Calderón?"

"No vaya tan rápido, machote que usted es casado y yo, a veces respeto los matrimonios."

"Imbécil, no me importa lo que diga vendré el viernes. No haga planes con su tinieblo."

Mario sonríe como un tonto por días, duda que tenga ganas de hacer planes con su americano después de volver a ver a su adorado presidente.

todas mueren por mi  !  yo soy betty la fea, one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora