daylight. 💟 armario

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au (aquí nunca existió Betty)
tw: romántico
Inspirado en cruel summer y daylight, canciones de Taylor Swift de su disco Lover.









Quizá corrías libre como los lobos y te negabas a sentar cabeza, quizá yo estuve en cada habitación de esta ciudad, tiremos nuestras capas y nuestras dagas porque ahora es la mañana
-Daylight por Taylor Swift

Les tomó su tiempo reencontrarse en la vida, fue como si se estuviesen buscando en cada labios que besaban en todas las miradas que robaban, entre la muchedumbre de sus conquistas. Siempre luchando por encontrar un lugar donde converger. Había una fiesta abajo, miles de mujeres afuera desprotegidas tratando de obtener amor y dos de los más grandes conquistadores del país ahí, escaleras arriba tomando un trago mientras conversan de cosas triviales, Mario es economista en una empresa de textiles y Armando es un niñato con aspecto divertido que quizá algún día sea presidente de una empresa prestigiosa de moda.

Fueron amigos hasta última instancia, en que Armando habría acabado su maestría y estaría listo para enfrentarse a la empresa a la que le había dedicado todos sus esfuerzos incluso antes de que fuera suya. Mario estaba orgulloso, lo demostraba  comentando con todos de lo espléndido que Armando era, lo mucho que se esmeraba, que era un joven apasionado lleno de ideas maravillosas, que ya lo verían convertir a Ecomoda en la mejor empresa de Colombia, de América si se lo proponía.

Aún así, ellos seguían siendo los mismos. Saliendo con cientos de mujeres, sonriendo con coquetería a cualquier rostro nuevo en la ciudad, escribiéndose historias de amor que se terminaban con la brusquedad que iniciaban. Buenos amigos, si, que se contaban hasta el más íntimo detalle y que pasaban largas vacaciones festejando juntos por la gran hermandad que habían formado, como salir a pasear con alguien con quién no tienes que esforzarte para ser un buen ejecutivo, o alguien coqueto y DonJuan como todos los veían, sólo eran dos carajitos que se compartían enteramente.

En algún momento del primer año de presidencia de Armando, cuando Mario ya era su vicepresidente comercial y ya era su confidente financiero fue que Armando ya no quería soportarlo más.

Mario era parte de su vida, de su corazón, quería compartir con él todo, incluso esa única cosa que parecía solo podía compartir con otras personas, con mujeres para ser exactos. Quería ofrecerle tener una relación, algo formal en que ambos pudiesen decir que eran suyos si alguien preguntaba, poder despertar uno al lado del otro, compartir relaciones íntimas y si a él no le parecía muy intimidante, compartir una cama.

No sabía cómo ponerlo en palabras, volcaba con la misma duda cada vez, ¿Que tal si Mario no lo sentía como él lo hacía? Sería la muerte. Pero no quería mentirle, prefería no mantener mentiras solo para mantenerlo a él. Odiaba estarse gastando el verano llendo a clubs solo para encontrarse mujeres para entretenerse, odiaba no poder rechazarlas y decirles que ya estaba comprometido a algo, odiaba y esto por sobre todo lo demás, que Mario hiciese lo mismo. Dejarse abandonados en los centros nocturnos cada que alguno era solicitado, era insoportable.

Fue una noche de Agosto que Mario le hacía el favor de recogerlo del club donde se encontraba para llevarlo a su apartamento, quizá sí estaba de ánimo le haría un café y se marcharía antes de las 4 a dormir a su casa. Armando, borracho en la parte trasera del auto. La crueldad del verano se dibujaba en sus muecas chistosas, Mario lo veía por el retrovisor.

“Estoy cansado de mentir, Mario” de sus ojos comenzaban a brotar las lágrimas, Calderón lo escuchaba con interés, le preguntaba si estaba bien, si necesitaba que pararan a algún lado  “Quiero que esto pare, estoy bien, solo por favor” el castaño lo veía alarmado, no sabia si se refería a detener el auto o alguna otra cosa implícita que no acababa de leer, paró en la siguiente esquina.

“Yo lo amo, Calderón y me aniquila que usted no me diga nada. Es más, me asesinaría aquí mismo si usted no me dice que no me ama. No quiero parecer apurado pero, necesito saber si usted me quiere”

Aquello lo había dejado helado, alguna vez pensó en quererlo, pero le parecía aterrador el intentarlo. Lo peor es que, incluso aunque lo era, lo suyo ya ni siquiera era un intento, ahora era la realidad. Se encontraba queriendo al sujeto de traje desarmado en la parte trasera de su auto que viene teñido de los labios de labial ajeno y lo deja alucinado lo poco que le importan ellas cuando lo tiene ahí, confesándole su smor. Mira hacia arriba, al cristal que lo separa de ver el rostro de Armando y le sonríe.

Una luna de miel los esperaba minutos después de haber concretado sus sentimientos, era algo indistinto que no habían conocido jamás, se aplicaron sus prácticas cuerpo a cuerpo, sonriendo mientras descubrían el alivio que les aportaba el ser capaces de hacerlo. Cada noche durante todo el verano, sellando su destino mientras nadie más que ellos sabía, ambos acampaban en sus hogares para descubrir su ya conocido amor en otros aspectos no conocidos. Mario sabía a colonia avallinada, tenía una peca en la parte posterior del pene y se reía cada vez que Armando le ponía las manos encima. Armando, por su parte tenía ésta loca afición por el cuello de Mario le ponía las manos encima en cuanto podía; tenía también un par de calzoncillos idénticos a los que el castaño trajo de su viaje a París, no es que importe pero cuando ambos tuvieron la coincidencia de usarlos al mismo tiempo fue algo sumamente chistoso en su encuentro.

Se amaban, ya se habían tardado en admitirlo, todos lo decían cuando se presentaban como pareja en las pasarelas. Tomaban sus manos cada que alguna persona desubicada los buscaba, no separaban sus miradas ni un segundo y se hallaban teniendo que prohibirse el verse en horarios de trabajo, Mario aguantaría poco tiempo con él antes de lanzarle la boca y Armando no sabía ni decir que no.

El amor, para Armando, había lucido antes como blanco y negro, algo de película heterosexual de los 60's, abandonar toda tu idea del amor por vivir el romance repetitivo que veías en pantalla, pero ahora sabía que era dorado, como la luz del amanecer cruzando por la persiana para aterrizar en la espalda de Mario, como las sortijas carísimas que había traído este último de su viaje a Palm Beach para proponerle unir sus días, como las flores laminadas en oro que le regaló su madre para usarlas como ramo de bodas, dorado como el brillo de los ojos avellana de Mario al decirle que sí frente a una pregunta que creyó jamás tendía una respuesta positiva.

“Aceptas al Doctor Armando Mendoza en matrimonio, para amarlo y respetarlo por el resto de tu vida”

“Acepto”

todas mueren por mi  !  yo soy betty la fea, one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora