all too well. 💟 armario

701 37 4
                                    


au
tw: corazón roto




“Él dijo que si hubiésemos tenido edades cercanas quizá hubiéramos estado bien, y eso me hizo querer morir”

Lo había conocido en una fiesta de cumpleaños, la empresa entera festejaba sus recientes 29 años mientras él era el encargado de llevar el pastel. Mario Calderón era un sujeto de estructura espectacular, de sonrisa discreta y con un aire de misterio poco convincente que agradecía apenado por las atenciones. Armando, un joven tímido observaba el pequeño discurso de agradecimiento que pareciese ser únicamente para él, Mario no dejaba de mirarle mientras hablaba.

A la noche, cuando todos se habían ido, el mayor se acercó a la oficina del otro con intención de iniciar una corta travesía de amor, Armando no quería nada distinto y se la acepto. A sus diecinueve años se encontraba acompañando a uno de sus superiores a casa, en el gracioso Mercedes rojo que manejaba, dispuesto a ser quien quiera que él le pidiese ser, dispuesto a entregarse a amar.

El menor jamás había estado enamorado, al menos no tanto como ahora estaba de él. Calderón era un tipo muy simpático, capaz de sacarle una carcajada en los momentos más tensos del día, que le llevaba un detalle cada mañana y le devolvía toda la energía que había perdido en el día con tomarlo por las mejillas y besarlo durante el almuerzo. Alguien perfecto incluso en su intensa coquetería. Armando solo deseaba poder mejorarle una cosa, su definición de "compromiso".

Si, ellos estaban juntos cualquier otro día pero eso no evitaba que cada que alguna mujer hermosa entrase por las puertas de Ecomoda él le dedicase toda la atención, tampoco que se disculpara tontamente por no llevarlo a casa solo para llevar a una modelo en su lugar. Mario decía que le amaba, se lo probaba cada vez que estaban desnudos y si tenía un poco de suerte alguna que otra vez en la sala de juntas, más, jamás se lo probaba con exclusividad y menos con acciones  de afecto públicas.

Cada vez que hablaba de ello, queriendo llorar de frustración al costado derecho de la cama de Calderón, él le decía que estaba siendo inmaduro al ponerse mal por algo así, que estábamos en otros tiempos y él tenía derecho de estar con quién quisiese porque lo suyo era algo esporádico. Pero cuando las lágrimas corrían por las mejillas de Armando, el castaño lo abrazaba con fuerza y se disculpaba por ser tan desgraciado, llenándole el rostro de besos hasta hacerlo reír, diciendo que mentía, que lo suyo era algo hermoso y para nada desechable. Entonces todo estaba bien de nuevo, pero nunca se mantenía así.

El de gafas esperaba siempre un poco más de él y en apariencia Calderón no fallaba en dárselo, solo en apariencia. Así que la confrontación no tardó en ocurrir, Armando no le permitió romper en su espacio personal para callar sus justas molestias, no permitiría que el castaño lo volviese a someter con sexo.

Calderón estaba incómodo conversando, casi enfadado. La sala de juntas cerrada con seguro para evitar que huyera.

—Mario yo lo amo, y se lo digo de verdad, desde el fondo de mi corazón. Sea honesto ¿Usted me ama?

—Claro, no podría no hacerlo. Más sabiendo lo bien que la pasamos juntos— de nuevo, intento acercarse, Armando dió un paso atrás.

—Entonces ¿porqué no puede estar conmigo?

—Estoy aquí.

—No se haga el imbécil, estar conmigo  bien. Los dos, ambos, en bina, en una relación solo nuestra. Monogamia ¿Entiende? ¿Le suena de casualidad?

—Basta, Armando. Acaso usted se cree que estamos en la época de cavernícolas para querer estar casados y recluidos el uno con el otro. Madure de una buena vez, sabe bien que en esta no gana nunca.

—¡No! ¡No uses la pendeja excusa de que madure! Usted es el que debería madurar y decirme de una buena vez si de verdad puede estar conmigo.

—Lo amo, Armando no se porque haces tanto drama de esto ahora. Entienda, es parte de mi imagen ser así, no puedo acabar con todo así como así, compréndeme, salgase de su mente un rato, hermano.

—Es que ni siquiera te pido hacerlo público, Calderón. Yo lo respeto, pero respéteme a mi, por Dios.

—Estas mal, Armando. Consíguete ayuda que si sigues así te vas a quedar solo toda la vida. Amargado y solo, eh, recuerda mis palabras.

Armando comprendió que él seguiría creciendo mientras todas y todos los amantes de Mario Calderón seguirían teniendo la misma edad. Días después, el nuevo mensajero, 18 años, atendería más veces de las necesarias a la oficina del vicepresidente comercial, el corazón de Mendoza no podría estar más destrozado.

todas mueren por mi  !  yo soy betty la fea, one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora