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Y no falló al pensarlo. En la azotea se encontraba el chico de las vendas, mirando nada.

Al sentir una presencia, el castaño se giró con tranquilidad. La media sonrisa que tenía se borró por completo al ver a Ranpo con un aspecto tan preocupante.

—Dazai... —habló el chico de ojos esmeralda con la voz cortada.

Osamu no necesitaba explicaciones, él ya se había dado cuenta de cómo se comportó Edogawa a lo largo del día y también sabía por qué motivo. De cualquier forma, escuchó todo lo que el chico de ojos esmeralda quiso decir acerca de la desaparición de Poe.

Aunque Ranpo no sabía nada del paradero de Edgar, estaba lamentándose como si fuera seguro que el más trágico de los escenarios es verídico. No había pistas y no hizo ninguna hipótesis, pero cuando se trata de preocupación por un ser querido es normal que se pierda la cabeza.

En aquel momento no pensaba en la humillación del pedir ser ayudado, estaba mostrando sus sentimientos tal cuales eran a una persona, lloraba y le expresaba al castaño toda su preocupación por Poe.

La razón de esto es que en el escenario que Ranpo tenía en mente participaba Fyodor Dostoyevsky. Si bien Edogawa era quien poseía mejor intelecto en la agencia, Fyodor era un enemigo completamente peligroso, las estrategias hechas por el chico de ojos esmeralda no lograban frenarle. A percepción de Ranpo, la única persona que de verdad tenía capacidad para seguirle el paso a Dostoyevsky era Dazai. En parte porque ambos son bastante similares.

Mientras Ranpo le suplicaba por respuestas, si Dostoyevsky tuvo algo que ver con la desaparición de Poe; Osamu solo le miraba con un rostro inexpresivo. Daba la impresión de que pensaba: "Lo que te esté pasando me es indiferente en su totalidad" pero prestaba atención a lo que decía Edogawa y jamás le interrumpió. Además, aunque le costaba aceptarlo, el escuchar a Ranpo hablar en ese tono tan triste y sin que pudiera articular bien las palabras debido a que su voz se quebraba, también le causó melancolía.

Cuando Ranpo terminó de hablar Osamu dijo de manera serena:

—El demonio no ha tenido nada que ver. Digamos que está quieto. De hecho, es raro que no esté ejecutando planes ahora.

Incrédulo, Ranpo levantó la vista.

Antes de que pudiera decir algo, Osamu le tocó el hombro y habló en voz baja:

—Lo encontrarás. Así debe ser y así será.

Y se retiró de la azotea.

Bien sabido es que Osamu destaca por omitir información que conoce. Pero no podía decirle a Ranpo que no puede encontrar al responsable porque es imposible. Dazai sabe que hay seres detrás de aquella desaparición, pero no quienes. Estaba consciente de que lo único que le quedaba era resignarse por completo.

No puede decirlo a Ranpo, ni al chico de la Port Mafia que está en una búsqueda desesperada, pues su hermana ha desaparecido.

Tras aquello, Ranpo se dirigió a la mansión. Esperaba encontrar a Poe allí.

Y para sorpresa del detective, así fue. A lo lejos, Edgar estaba sentado en las escaleras de la entrada. Y sin pensarlo, Edogawa corrió a abrazarle.

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—¡Oye! ¡No debes hacer eso! No puedes estar tan relajado —reclamaba Sigma—. Era tu compañero de trabajo y tu amigo después de todo, ¿o no?

—Te equivocas —respondió Dostoyevsky con tranquilidad—. Era mi novio.

Sigma guardó silencio unos segundos debido a la sorpresa que le causó lo dicho por el azabache, luego continuó:

—¡Con mayor razón! ¿Acaso no te preocupa donde este él?

—Claro, pero no podemos hacer nada. Movernos sería ir en contra de la voluntad de Dios.

—¡El mundo está gobernado por el diablo! —contestó Sigma al borde del llanto—. No existe ningún Señor al que le guste la armonía como tú dices, Dostoyevsky.

—Claro que existe —contestó Fyodor sin alterarse—. El que no entendamos la razón de sus acciones es diferente.

—De cualquier forma...

—Nunca intentes ir en contra de lo que quiere una divinidad, Sigma. O podrías acabar muy mal. —aconsejó Dostoyevsky. Tras una pequeña pausa prosiguió—: Claro que me afecta lo que le pasó a Nikolai, pero no nos queda más que aceptarlo. No puedes llevarle la contraria a una deidad.

Si bien para Sigma Dostoyevsky siempre había sido un hombre que no destacaba por su gran cordura, aquello era otro extremo. La forma en la que Fyodor se expresaba de la religión y todo lo incluido por esta no era normal.

Sigma aseguraba que Fyodor podría parar las desapariciones repentinas en Yokohama si él así lo quisiera. Sin embargo, la razón de porque no actuaba se encontraba lejos de su entendimiento. De cualquier forma, Sigma no comprendía al enemigo.

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Por otro lado, un chico pelirrojo entró a una gran sala donde el superior le estaba esperando.

—Chuuya —saludó el jefe de la Port Mafia—. ¿Qué tal fue tu día hoy?

—Bueno —respondió Nakahara—. ¿Y el de usted?

—También. Elise dibuja bastante bien, sería preferible que no lo hiciera en las paredes, pero no podemos ignorar el hecho de que tiene talento.

Tras una pausa, Mori continuó:

—La razón por la que te he llamado es porque quiero pedirte algo. Es sobre tu subordinado preferido.

No hubo ninguna reacción por parte de Chuuya, sin embargo, se llenó de tensión. Conocía muy bien a su superior, y de lo que este podía llegar a pedir.

—Sabes que Akutagawa no es débil. Y que si continúa así puede arruinar por completo a la Port Mafia. Eso es algo que nadie aquí desea.

Mientras Ougai hablaba, una niña de cabello rubio que estaba sobre la mesa miraba a Nakahara de una manera burlona.

—Te quiero pedir que lo hagas entrar en razón —habló Mori—. No deseo tomar medidas no muy agradables. Pero como un líder tengo que buscar el bien de la organización sobre todas las cosas. Entiendo los sentimientos de él, pero tiene que comprender que no se trata de un simple enemigo al que nos podamos enfrentar como si nada. Es claro, ¿verdad?

—Sí. Hablamos de algo que no es ni humano y que prácticamente tiene la capacidad de hacer lo que quiera con nosotros.

—Confío en que tú puedes hacer entrar en razón a Akutagawa. No somos capaces de hacer nada con las desapariciones que están pasando. El responsable se ocupa de sus asuntos y nosotros de los nuestros. Uno de ellos es el bien de la mafia.

Tras asentir con la cabeza, el pelirrojo se retiró. Él podía entender como se sentía Akutagawa y no creía ser capaz de cumplir lo que le pidió el jefe de la Port Mafia, puesto que su subordinado solo estaba actuando como cualquier humano lo haría en su situación. Después de todo, él si tenía humanidad, algo que Chuuya no.

Las desapariciones de YokohamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora