veintiocho.

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Este capítulo contiene contenido explícito (+18) si son menores de edad y/o no se sienten cómodas con este tipo de lenguaje, pueden saltarse este capítulo, no será de mucha importancia. 

No era la misma persona que era a los 16, de eso no había duda alguna. Había crecido mucho, madurado demasiado para mis 26, pero aún así, cada vez que cruzaba miradas con Nanami, sentado al otro lado de la oficina, sentía mis mejillas arder de la misma forma que cuando lo miraba en el salón durante clases años atrás. Nanami sonrió, bajando la mirada mientras seguía escribiendo un par de cosas en un pedazo de papel. Me puse de pie y me dirigí hacia él, sosteniendo un folder en mis manos, intentando disimular la verdadera razón por la que me dirigía hacia él. 

"¿Sigues trabajando en tus reportes?" pregunté, mirando de reojo lo que escribía. 

"Sí, son un dolor de cabeza." dijo pasando una mano por su cabello, echándolo hacia atrás.

Era de noche, éramos los únicos en la oficina. Gojo estaba en una misión con Osaki, Ijichi estaba fuera de la ciudad, y Yaga llevaba todo el día encerrado en su oficina debido a los nuevos avances en la situación de Suguru. Me senté sobre su escritorio, mirando la forma en la que su corbata caía sobre su pecho, su camisa ligeramente abierta, sus...

"¿Te falta mucho?" preguntó él, agité la cabeza, sacándome a mí misma de mis impuros pensamientos. Asentí con la cabeza y una suave sonrisa. "Ya casi termino aquí, ¿quieres esperar en mi habitación?" 

Lo miré por un par de segundos, sin decir más. Sonrió de lado y escribió, aumentando la velocidad con la que escribía cada una de las palabras. Sonreí para mi misma al notarlo. Me bajé del escritorio y caminé lentamente, posándome detrás de él. El sonido de mis tacones estrellarse contra el suelo era hipnotizante ante cualquier hombre, lo sabía. Posé mis manos sobre su pecho y bajé lentamente las manos, inclinándome hacia su oreja, acariciándola con mis labios, suavemente. 

"¿Tengo que esperar en tu habitación?" dije con voz suave, ronca. 

"¿Qué parte no te agrada, princesa?" dijo él, divertido. "¿Esperar o hacerlo en mi habitación?"

"Esperar." dije sonriendo. 

Nanami se dio la vuelta en su silla, su rostro quedando directamente frente a mis pechos ligeramente descubiertos en mi camino hacia él. Nanami suspiró, alzando ambas cejas mientras sonreía, obligándose a mirarme a los ojos. Posó sus manos sobre mi cintura, acariciándola con suavidad. 

"Me falta sólo uno, pero..." Nanami comenzó a hablar, pero lo interrumpí al escuchar la última palabra. Si había un pero, había una solución. Lo besé con la intensidad de mil soles, con cada gota de pasión en mi cuerpo y más. Llevaba días pensando en esto, queriendo esto. Años, quizá. Y por la mirada oscurecida de Nanami, podía asumir que él también. Me despegué un segundo de sus labios, ambos tomamos aire, nuestros pechos subían y bajaban al mismo ritmo. 

"Te dejo terminar," dije sintiendo mis mejillas arder, intenté ponerme de pie pero las fuertes, grandes manos de Nanami en mis caderas lo evitaron por completo. Solté un suave gemido al sentir al rubio pegarme contra él.

"Necesito tu ayuda para hacerlo..." dijo con un suave susurro, sus dedos enterrados en la parte trasera de mi cabeza. Nanami me tomó de nuevo entre sus labios, esta vez tomando el control, estaba sentada sobre su regazo en aquella vieja silla de ruedas que, con trabajo, soportaba a Nanami. La parte frontal de mi torso estaba completamente pegada a él, cada centímetro.  Nanami elevó sus talones, acomodándose en la silla. Gemí al sentir su presión contra mí. Me miró divertido, deleitado por mi reacción. "¿No quieres esperar a llegar a mi habitación? Bien, aquí será." dijo con voz ronca, poniéndose de pie conmigo encima. Tragué aire al sentir la fría superficie del escritorio pegarse en mi piel. 

promesas rotas; nanami kento (𝑒𝓃 𝑒𝒹𝒾𝒸𝒾𝑜𝓃)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora