promesas rotas; nanami kento (𝑒𝓃 𝑒𝒹𝒾𝒸𝒾𝑜𝓃)

dos

Los días pasaban con una agonizante lentitud. La voz de Yaga-sensei era ahogada con mis pensamientos, veía como sus labios se movían, agitando su definida barba, pero era incapaz de descifrar las palabras que salían de ellos. Quizá algo sobre la importancia del clan de Satoru, o por qué definir nuestras técnicas es de suma importancia a estas alturas. 

Dejé caer mi cabeza al pupitre, recostándola sobre mi brazo completamente estirado, la punta de mis dedos acariciaban el cabello suelto de Geto. Jugué con él durante toda la clase, creando pequeños bucles y dejándolos ir después de un par de segundos, hasta que mi gran amigo, lleno de fastidio, recogió su oscura cabellera en un chongo mal hecho. Bufé. Buscando en la clase algo más con qué distraerme.

Me acomodé en mi silla, dejando resbalar mi espalda hacia abajo del asiento, casi cayéndome de la silla. Dirigí mi atención hacia la ventana, viendo el sol posarse en el horizonte, hasta que una suave carcajada me sacó de mis pensamientos. Rápidamente encontré al dueño de aquel dulce sonido, era Haibara Yu, un grado más abajo que nosotros. Compartía clases con él de vez en cuando debido a mi edad, era un año menor a Gojo y Geto, igual que Haibara. Siempre mantenía esa brillante sonrisa y alegre actitud. 

Lo observé por un par de segundos, admirando su inocencia, se agachó y tomó una flor entre sus dedos, con suavidad, duda, como si supiese que al arrancarla terminaría con su vida. La separó de la tierra y rápidamente corrió hacia alguien. Nanami. Tiró de la parte trasera de su camisa, y depositó la flor entre lo que parecían ser carcajadas, por la expresión en su rostro. Nanami era serio, pero ese día dejó salir una sutil, casi inexistente sonrisita. Sin notarlo, sonreí también.

"¿Arai-san?" escuché aquella grave voz llamarme, me acomodé en mi silla. 

"Disculpe, Yaga-sensei" dije, dándome cuenta que el salón había sido vaciado. Suspiré. Gracias Gojo y Geto, por el aviso, pensé, cerrando los ojos. 

"Has estado muy distraída últimamente, _________" dijo él, con suavidad, algo inusual en él. Sonreí a medias, asintiendo apenada. "No siempre tienes que ser la número uno. Recuérdalo." 

Yaga salió del aula, dejándome con aquella profunda frase enterrada como una estaca en mi corazón. Tenía razón, lo sabía. No siempre tenía que ganar, que destacar, pero, ¿si no era la número uno, qué más sería de mí? Sería como cualquier otro hechicero mediocre de esta escuela, no lo suficiente poderoso para ser grado 1, ni lo suficiente inteligente para siquiera pasar los exámenes. Debía ser la número uno, la más inteligente, no tenía otra opción. 

(...)

"¡Te dije que no me gusta!" gritó Gojo, lanzando un cojín al rostro de Geto, quien lo recibió con un suspiro frustrado.

"Sólo admítelo, Satoru. No dejas de verla en los entrenamientos" molestó Geto, Gojo entrecerró los ojos, levemente ocultos por sus gafas oscuras, Geto imitó su acción. Tomó una almohada de mi cama y la lanzó con fuerza hacia Gojo, desafortunadamente para él, el albino había dominado su técnica, infinito. Con tan sólo cruzar los dedos se defendió de aquel indefenso, pero poderoso golpe. Geto se dejó caer a un lado mío, observándome con los ojos entrecerrados.

"¿Qué me ves?" dije frunciendo el ceño, extrañada ante su reacción.

"Mmm..." dijo él, de forma pensativa. "No sólo es Gojo con Osaki-san, te gusta alguien, pequeña Arai-san..."

Sentí mis mejillas arder, inconscientemente rodeé mi cuerpo con mis brazos, abrazándome en un intento de protegerme de las -acertadas- sospechas de uno de mis mejores amigos. Gojo sonrió, relajando los dedos, me miró con una enorme sonrisa, blanca como su cabello. Su fantasiosa y perturbadora mirada se encontraba sobre mí, y no había forma de escapar. El pelinegro y el albino me tenían rodeada. Cerré los ojos y suspiré...