Prologo:

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Narra la escritora:

El 31 de octubre de 1981, la lluvia golpeaba con insistencia la casa de la familia Black-Wolf. Mientras Regulus, el primogénito, y los gemelos Ónix y Orión descansaban en sus habitaciones, algo inusual acontecía en la sala. En ese hermoso hogar, Sirius Black y Elizabeth Wolf se enfrascaban en una discusión, rompiendo la paz que generalmente reinaba en aquel lugar.

-Sirius, por favor, no lo hagas-, suplicó ella con desespero.

-Tengo que ir, es mi amigo-, le devolvió el grito mientras se ponía la chaqueta de cuero.

-¡Por favor, Sirius, no lo hagas! - Decía ella, acercándose y aferrándose a su chaqueta. -Tienes hijos, Sirius, no vayas-, le rogó al borde de las lágrimas.

-Tengo que ir a ayudar, es mi mejor amigo-, vociferó nuevamente.

-Y yo soy tu esposa, tus hijos están aquí-, reclamó ella con más fuerza. Observó cómo su esposo se acercaba a la puerta y la abría, pero antes de salir, se detuvo y la miró a los ojos.

-Me voy a ayudar a James. Lo siento, amor. Espero que me perdones mañana-, dijo antes de marcharse, cerrando la puerta tras de sí.

Ella permanecía arrodillada en el suelo, llorando mientras escuchaba el sonido de la moto de su amado alejándose. Las lágrimas caían desconsoladamente hasta que el chirriante sonido de la escalera la sacó de su tristeza. La voz de su pequeño hijo llegó a sus oídos.

-¿Mamá, estás bien? - le preguntó su pequeño mientras la abrazaba.

-Claro que sí, mi pequeño Regulus-, dijo mientras se limpiaba la cara y lo tomaba en brazos. -Vamos a la cama, ahí es donde deberías estar tú-. Subió con su hijo en brazos hasta su habitación y lo acostó en su cama, arropándolo con ternura.


Cuando el pequeño cayó en los brazos de Morfeo, ella regresó al salón, donde hacía poco había tenido un desencuentro con su esposo. Se sentó en el sofá, esperándolo. Pero pasó una hora, luego otra, y otra más. Finalmente, cayó dormida hasta el día siguiente, cuando fue despertada temprano en la mañana por el ruido de la puerta siendo golpeada con desespero.

-¿Quién es? - preguntó al acercarse a la puerta.

-Amigos que vienen a hablar-, respondieron del otro lado de la puerta. En ese momento, ella abrió la puerta, revelando a su padre, abuela, Dumbledore y Minerva, esta última con una expresión llena de tristeza. Entraron como si nada y se acomodaron en el salón. Ella los siguió, retomando su lugar y esperó a que alguno hablara.

-Lamento informarte personalmente que Lily Potter y James Potter han sido asesinados por Voldemort-, habló el barbudo primero con suma tristeza, dejando a la joven helada.

-Y también, Elizabeth, lamento informarte que tu esposo, Sirius Black, será enviado a Azkaban por matar a Peter Pettigrew y a varios muggles-, dijo Dumbledore, sin mostrar ni una pizca de compasión, provocando que la joven derramara lágrimas.

-No creo que sea el mejor momento para decirte esto, pero no hay otro momento. La gente del pueblo nos está pidiendo que nos vayamos-, informó rápidamente una de sus abuelas, haciendo una pausa para que su nieta pudiera asimilar la noticia.

-Y no solo los muggles, también los del Ministerio quieren expulsarnos debido a las revueltas de los muggles en nuestra contra-, continuó hablando la señora de avanzada edad.

-Y además, nuestra familia está siendo acosada por los mortífagos que quedan-, concluyó el relato el padre de ella.

-Así que decidimos marcharnos de Inglaterra... Bueno, vosotros, porque yo me quedaré en la mansión-, concluyó la anciana, provocando que la joven llorara ante la avalancha de malas noticias en tan solo unos minutos. Todos abandonaron la sala, dejando a la joven destrozada y con la carga de decidir qué hacer con sus hijos mientras empacaba lo necesario, todo esto en tan solo dos días. La pobre madre ya había tomado una decisión para proteger a sus queridos hijos.

El legado continúaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora