Seis

287 22 1
                                    

Jasmine miró a Bethany, solo para comprobar que la niña seguía profundamente dormida. Lentamente, salió de la habitación y se dirigió escaleras abajo. Eran las cinco de la mañana, pero no podía dormir. La pelea con Hawk la noche anterior le había quitado el sueño.

Ella había hecho sus tareas, terminó la pizza, limpió, comió, dio un baño a Bethany, y la llevo a la cama. Pero, desde que llegó a su habitación, salvo para vigilar a Bethany durante la noche, no había salido de allí.

Ella debería haber sabido que pasaría algo como esto.  El pasado siempre estaba al acecho, esperando que alguien lo encontrase y lo sacase a relucir. Ni siquiera culpaba a Hawk por descubrir la verdad.

Pasándose los dedos por el pelo, entró a la cocina, y se detuvo. Hawk estaba ahí.

Solo que este, era un Hawk que nunca había visto.

Llevaba un par de pantalones de chándal, y nada más. El chaleco de cuero que normalmente llevaba, no estaba por ninguna parte. Su musculoso, y muy tatuado cuerpo estaba a la vista, para que ella lo mirase.

Aunque seguía enfadada con él por lo de la noche anterior, no podía retirar la vista. Era tan increíble.

Su coño se apretó, e intentó ignorar el anhelo que, de repente, se extendió por todo su cuerpo.

—Has madrugado —dijo, encendiendo la cafetera.

—No podía dormir. He tenido una noche difícil.

—Te debo una disculpa.

—No me debes nada. Tenías razón. Estoy cuidando de tu pequeña, y tienes derecho a conocer mi pasado. Es lo mismo que yo habría hecho si tuviese una hija. No te mentí. No tengo hijos. Es solo que no creo que hubiese ido bien, si te hubiese hablado directamente de mi pasado. Ni tampoco si lo hubiese hecho durante una entrevista. Pregunté a la agencia que debería decir y que no. Ellos fueron los que me advirtieron sobre hablar de mi pasado. Están felices con la forma en que trabajo. —Respiró hondo, y miró el mostrador de la cocina.

Lo último que hubiera querido era que él pensara que había hecho todo lo posible por engañarlo. Eso no es lo que ella quería, en absoluto.

—Siento haberme entrometido en tu vida. No debería haberlo hecho —dijo— . Por lo menos, no debería haberte dicho toda esa mierda anoche. Hable sin pensar. Estaba preocupado.

—No tienes de que preocuparte. Protegería a tu hija con mi vida. —No estaba loca cuando ingresó en el psiquiátrico.

De hecho, algunos de los médicos le habían dicho que no tenía por qué hacerlo, que les había demostrado que no había querido acabar con su vida.  No había querido arriesgarse.

—Eres buena con Bethany. ¿Está durmiendo mi angelito? —preguntó Hawk.

—Lo está.

—Eres una hacedora de milagros, eso te lo puedo garantizar.

—¿Por qué?

—Fui incapaz de conseguir que se durmiera. Su actividad favorita era mantenerme despierto. Estoy a punto de cumplir cuarenta y seis y, créeme, necesito mi sueño reparador.

—Yo creo que te ves muy bien. —Sus mejillas se calentaron, cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir—. ¿Quieres desayunar?

—Sería un placer. Hice un poco de café. Pero no está demasiado bueno.

Ella caminó hacia la cafetera, y sirvió un poco. Lo olió, y no noto nada raro, así que procedió a beber un poco del líquido caliente y oscuro. Era increíblemente amargo, y fue incapaz de evitar la expresión de asco que apareció en su rostro.

LA NIÑERA DEL MOTERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora