Siete

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Bethany está bien.

No. Me dispararon.

No. Bethany está bien.

Hawk estaba jodidamente furioso mientras veía al doctor mirar por encima de la herida de Jasmine. Sus muchachos habían llegado diez minutos tarde después que su casa fuera tiroteada. Un pedazo de mierda pensó que podrían atacar su casa.

No lo habían alcanzado. Había conseguido su arma y le había disparado. Tenía la matrícula e iba a encontrar ese pedazo de mierda y luego habría algo de sangre.

Nadie disparaba contra su casa. Bethany podría haber sido alcanzada. Jasmine jodidamente lo fue. Ella hizo una mueca cuando el médico le inyectó un analgésico en el hombro. La bala estaba allí.

—Necesito ir al hospital —dijo—. Por favor, ¿puedo ir al hospital?

Lágrimas cayeron de sus ojos, y le estaba rompiendo el corazón verla así.   Bear estaba del otro lado e incluso a su vicepresidente le costaba mucho verla. Todos habían recibido un disparo una o dos veces. Incluso algunas putas del club, pero tomarían lo que sea que el médico o el club necesitaran para callar su maldita boca para que él hiciera su trabajo.

Jasmine no era una puta de club. No iba a tomar alguna droga para mantenerse elevada.  El doctor le palmeó el brazo y se volvió hacia él. Bear y Red se acercaron mientras estaban allí.

—He adormecido el área, pero se está moviendo demasiado. Necesito conseguir esa bala. Voy a tener que noquearla o vas a tener que sujetarla mientras hago esto —dijo el médico.

Dando un paso adelante, puso sus manos sobre los muslos de Jasmine. Todavía llevaba el pijama en el que había bajado las escaleras.

—Jasmine, no puedes ir al hospital.

—Tienen médicos, camas de hospital y personas que pueden hacer esto sin causarme dolor.

—Bebé, odio decir esto, pero este tipo aquí es un maldito buen doctor. Nos ha cosido a todos. No voy a dejar que te pase nada.

A lo lejos oyeron gritar a Bethany.

—Tengo que ir a ayudarla —dijo Jasmine.

—Ella está bien. Lo que debes hacer es ser curada ahora mismo.

—Quiero ir al hospital.

—Si quieres que te noquee, puedo darte algo y te quitará el dolor de inmediato —dijo Bear.

—No. No quiero eso.

—El dolor no va a desaparecer hasta que me dejes atenderlo —dijo el médico.

Jasmine era fuerte.  Él, Bear y Red eran más fuertes.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó.

—Unos minutos y luego puedo coserla.

Asintió con la cabeza. No había manera de que fuera al hospital. Todas las heridas de bala tenían que ser reportadas, lo que significaba policías. Habían estado montando su trasero tratando de entrar al club por muchos putos años. No iba a tener un policía en su casa, ni iba a dejar que el hijo de puta que hizo esto se saliera con la suya.

Mirando fijamente a los ojos de Jasmine, dio la señal a Bear y Red. Todos sabían qué hacer, lo habían hecho antes.

—Jasmine, ¿confías en mí para que no te pase nada? —preguntó.

—Sí, ¿por qué? —Se había alejado a la parte superior de la cama improvisada que tenían en el sótano.

—Bien. —La agarró por los hombros, asegurándose de no tocar su herida, y la atrajo hacia la cama.

LA NIÑERA DEL MOTERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora