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Acostada en la cama, Jasmine intentó concentrarse en el libro de misterio de asesinatos que había encontrado en el cajón superior de la mesita de noche de él. Le encantaba leer, sobre todo romance, pero de vez en cuando se adentraba en un libro que era un poco diferente de su estilo habitual.

Bethany ya estaba acostada y en los últimos días había estado durmiendo toda la noche.

Lo primero que había hecho cuando Hawk la contrató fue desarrollar una rutina con Bethany que incluía siestas espaciadas y momentos para jugar y estimulación con actividades que significaban que cuando llegara la noche, estaría exhausta.

Si él estaba abajo, ¿eso significaba que una de las mujeres que les gustaba follar hombres al azar estaba tratando con él? El pensamiento de él sentado allí mientras una de las mujeres se ocupaba de sus necesidades, la llenó de celos en los que no quería pensar.

―Déjalo. ―Apretó los dientes, odiando la sensación que estaba acumulándose dentro de ella ante la idea de él estando con otra mujer.

De otra mujer chupando su polla o cabalgándolo hasta el final. ¿Era el tipo de hombre que sujetaba a una mujer y la follaba? Todos los pensamientos sucios corriendo por su cabeza no estaban ayudando.

Justo cuando estaba a punto de tirar el libro hacia la maldita puerta, se abrió y Hawk entró. No parecía que hubiese estado con otra mujer. Cerró la puerta detrás de él.

Él ya le había dicho antes de que subiera las escaleras que estaría uniéndose a ella esta noche en esta cama. No sabía exactamente qué significaba eso, pero estaba intrigada. ¿Solo iba a acurrucarse? ¿Iban a tontear? ¿Tener sexo? ¿Tontear? ¿Cuántos años tienes?

―Hola ―dijo ella.

―Interesante libro.

Ella sonrió.  ―Sí.

―¿En qué parte estás?

―Erm, ¿parte?

―Sí.

―¿Lo has leído?

―Yo sí leo.

―Por supuesto que sí.

―Estoy al principio.

Él rió entre dientes. ―Estoy leyéndolo.

―Claro que sí.

Ella lo ignoró, observando mientras él se quitaba el chaleco cortado de cuero.

La camisa que usaba se aferraba a sus brazos musculosos. No se había dejado ir a los cuarenta y cinco años. Cada centímetro de él era acero puro y duro. Quien pensara ponerle un sicario era idiota en lo que a ella respectaba. No hay forma de que él dejaría que ese tipo de cosas pasen.

―¿Te divertiste abajo? ―preguntó ella.

Apretó los dientes después de hablar, ya que no quería llamar la atención sobre el hecho de que estaba un poco cabreada con él por estar abajo con esas otras mujeres. No quería llamarlas zorras o putas, ya que eso simplemente se sentía tan grosero.

―¿Diversión?

―¿Sabes? De fiesta y esas cosas.

Él sonrió mientras se quitaba la camisa, mostrando toda su tinta.

Mordiéndose el labio, ella trató de ignorar su propia excitación al verlo desnudarse. Hawk estaba parado al borde de la cama, las manos en las caderas, sonriéndole.

―¿Quieres decirme qué estás pasando?

―Yo solo... te tomaste tu tiempo. Debes haber estado... ya sabes, ocupado. ―Levantó el libro para ya no tener la tentación de mirar fijamente su cuerpo perfecto.

LA NIÑERA DEL MOTERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora