2: Un corazón lastimado, roto y magullado

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Dustin McGregor:

No me gusta en lo absoluto como me siento. Es horrible, este dolorcito constante en el pecho, este nudo en la garganta, estas inmensas ganas de hacerme bolita. Creo que soy una persona muy sensible con respecto a este tema. Jazmín siempre me tiene en constante estado depresivo en cuanto a su vida amorosa se refiere.

Creo que no es nada sano, pero aun así, no sé cómo detenerlo. Alejándome de ella, me han dicho. Pero no quiero tomar esa opción, nunca hemos estado separados por más de unas cuantas semanas, máximo, un mes. ¿Cómo sería mi vida sin Jazmín? No lo sé, y no me apetece averiguarlo. Es lo más bonito que me ha pasado en la vida, apartando a mi familia.

Ella es la chica. Lo es todo y aunque eso no sea del todo bueno para mí, me gusta que así sea. Mi relación con Jazmín siempre ha sido agradable, más que eso, ha sido estupenda. Conectamos desde que nos conocimos el primer día y desde ese instante, nos volvimos inseparables.

Recuerdo la primera vez que la vi, mi corazón dio un vuelco y me inspiró tanta ternura que fue casi imposible no ir detrás de ella. En ese entonces yo tenía nueve años, Jazmín era una pequeñita de siete. Yo tenía una semana en el centro de acogida de menores, no tenía muchos amigos, los niños me parecían o muy aburridos o muy problemáticos, así que me centre en conocer el lugar y en los posibles escondites divertidos, eso hasta que llegó Jazmín.

Ese día, estaba huyendo de un niño que quería embarrarme de pegamento, lo perdí de vista y justo en el momento en que me detuve para tomar aire en uno de los pasillos, por una de las puertas que daban a las habitaciones donde nos tenían prohibido el paso, apareció Jazmín. Llevaba un vestido verde acuarela muy bonito, su cabello en una trenza bien hecha y de la mano de una de las trabajadoras sociales que siempre le daba cumplidos a los niños sobre sus dibujos aun cuando muchos eran horribles.

Estaban hablando entre murmullos, así que decidí esconderme, me dije: «seguro si me ven, estaré en problemas» por lo que, aunque no quería, volví a la habitación de juegos. Al llegar no deje de pensar en la niña, tenia gran curiosidad sobre ella, y para mi grata sorpresa, minutos después ambas aparecieron por la puerta.

Cielos, la segunda impresión fue mucho peor. Se me aceleró el corazón al verla allí, parada junto a la mujer que daba un discurso sobre la nueva niña de la cual debíamos ser amigos. Yo no escuché ni media oración, me concentré en Jazmín. Tenía las mejillas sonrojadas, su piel suave de color canela se veía graciosa teñida de rojo.

Me quedé a unos metros, observándola. Y cuando se quedó sola, me debatí entre acercarme o dejarla sola allí. Mis dudas desaparecieron al verla observar todo el lugar con miedo, estrujaba sus manitas en la tela de su lindo vestido y entonces lo comprendí: ella estaba asustada.

Mi corazón sufrió un vuelco, uno inesperado, pero agradable. Así que me acerque a esa dulce niña tímida y temerosa de su alrededor. Los demás niños no parecían prestarle atención, lo que me enojó, sin embargo, luego de pensarlo, me gustó. Estaba bien, así solamente yo tendría su atención.

—Hola —le dije, cuando estuve frente a ella.

Me regaló una sonrisa diminuta pero muy bonita —Hola —su voz salió apenas en un susurro.

— ¿Cómo te llamas?

—Jazmín —contestó, esta vez con más firmeza en la voz.

Jazmín, me pareció un nombre tan hermoso. A pesar de tener nueve años, me prometí que Jazmín seria uno de mis nombres favoritos, y hasta el día de hoy lo sigue siendo. Esa fue la primera vez que escuche su nombre, la primera vez que nos conocimos. La primera interacción, la primera de muchas.

Buscando un novio para Jazmín ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora