Lanzo un suspiro en el acogedor silencio y agradezco la oportunidad de escapar, aunque solo sea por un rato, de la locura de conversaciones triviales que me espera al otro lado de la puerta.
A todos los efectos, las personas que mantienen dichas conversaciones son mis invitados, pero eso no implica que tenga que sentirme cómoda con ellos.
Afortunadamente, Aly comprende mi necesidad de tomarme un respiro y me envía a hacer un pendiente que tenía esperando. Deambulo por los pasillos desiertos de la parte de atrás del escenario del viejo teatro que he alquilado para el evento de esta noche y el único sonido que interrumpe el divagar de mis pensamientos es el de mis tacones. Rápidamente llego hasta el antiguo vestidor y recojo los catálogos que a Aly se le olvidaron durante la caótica y acelerada sesión de limpieza previa a la fiesta.
Cuando me dispongo a regresar, repaso mentalmente la lista de cosas que hay que hacer para la muy esperada subasta de citas. Un zumbido de lo más molesto en mi cabeza me dice que se me ha olvidado algo. Pensativa, me llevo la mano a la cadera, donde suelo llevar el celular con la lista de tareas que tengo que realizar, pero en su lugar atrapo un pedazo de organza de seda color rojo de mi vestido de fiesta.
-Mierda -murmuro entre dientes y me detengo un momento para intentar recordar qué he pasado algo por alto. Apoyo la espalda en la pared y las copas del vestido me impide suspirar de frustración. Aunque me quede increíble, el dichoso vestido debería venir con una etiqueta de advertencia: respirar es opcional.
«¡Piensa, Angye, piensa!».
Dejo caer los hombros contra la pared y me balanceo sobre los talones de manera nada elegante para aliviar la presión de los dedos de los pies, apretados dentro de unos zapatos de diez centímetros de tacón. «¡Paletas! Nos faltan las paletas para la subasta». Sonrío por haberlo recordado a pesar de lo abrumada que he estado últimamente porque soy la única coordinadora del evento de esta noche.
Aliviada, me separo de la pared y avanzo unos diez pasos. Entonces, los oigo. Una coqueta risa de mujer seguida de un profundo gruñido masculino.
Me paralizo, sorprendida por la osadía de los invitados a la fiesta, y, entonces, escucho el inconfundible sonido de una cremallera al bajarse, seguido de un jadeo ahogado que me resulta familiar y que procede de un camerino oscuro a pocos pasos de distancia.
-¡Ah! ¡Sí! Cuando adapto los ojos a la oscuridad, distingo la chaqueta de un esmoquin negro tirada de cualquier manera sobre una silla vieja y unos zapatos de tacón al lado que alguien se ha quitado a toda prisa. «No hay dinero suficiente en el mundo para convencerme de que haga algo así en público».
Mis pensamientos se ven interrumpidos por un siseo masculino y entrecortado seguido de un gruñido:
-¡Oh, Dios mío! -Aprieto los párpados, indecisa. Necesito las paletas que están en el armario del almacén al final del pasillo, pero la única manera de llegar es pasar por delante del camerino de los amantes. No tengo otra opción. Rezo en silencio con la esperanza de pasar inadvertida. Me decido a avanzar con la cara como más roja que un jitomate y la mirada fija en la pared opuesta y camino de puntillas para que los tacones no resuenen sobre el suelo de madera.
Lo último que necesito es llamar su atención y encontrarme cara a cara con alguien conocido. Sin hacer ruido, exhalo aliviada cuando consigo cruzar con éxito. Sigo intentando ubicar la voz de la mujer cuando llego al armario. Con torpeza, agarro la manija de la puerta. Tengo que girar con fuerza para abrirlo y enciendo la luz. Localizo la bolsa con las paletas en el estante del fondo, entro en el armario y me olvido de sujetar la puerta para mantenerla abierta.
Cuando tomo la bolsa, se oye un portazo detrás de mí tan fuerte que hace temblar las estanterías baratas que hay dentro del armario. Sobresaltada, me giro a toda velocidad para volver a abrir y veo que la bisagra de cierre automático se ha desconectado. Dejo caer la bolsa, las paletas causan un gran estallido al caer contra el suelo de hormigón y desparramarse por él. Cuando alcanzo la perilla, la giro, pero la puerta no se mueve ni un centímetro. Siento pánico, pero lo reprimo y vuelvo a tirar de la manija con todas mis fuerzas. Sigue sin moverse.
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DRIVEN "EL ORIGEN DEL DESEO".
FanfictionEsto no es una historia rosa, advierto, aquí se moverán los bajos instintos de los personajes, infidelidades, sexo, malas palabras, aquí quien es malo es malo, quien es bueno puede convertir su bondad en amarga venganza. Un amor toxico, una relación...