CAPITULO 3

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Estoy entre bambalinas en el caos que se forma después de la subasta, pero la cabeza todavía me da vueltas.

La última hora y media pasa rápido. Un tiempo de mucho éxito, de hecho, pero he tenido que pagar un precio muy alto: la dignidad.

A última hora, una de las participantes de la subasta de citas se ha puesto enferma. No había nadie más dispuesto a participar y los programas ya se habían repartido, donde se especificaba un número determinado de participantes, por lo que he suplicado, sobornado y rogado a todas las mujeres del personal para que ocupasen su lugar.

Todas las que no eran indispensables para llevar a cabo la subasta, o estaban casadas o salían en serio con alguien. Todas, hasta yo, donde queda Min en este momento, pensé podría salir libre de todo esto , pero no contaba con la falta de una de la chicas.

He lloriqueado, me he quejado y he implorado, pero en un giro irónico de los acontecimientos, en el que todo el personal ha disfrutado, he acabado como el lote de subasta número veintidós.

Así que he tenido que aguantarme y hacerlo por el equipo, mientras ignoraba la sensación de que algo no iba bien, aunque no conseguía caer en qué. Creanme cuando les digo que he aborrecido cada minuto. Desde la presentación estilo concurso de belleza y pasearme por el escenario como un trofeo hasta los silbidos de la audiencia y los insípidos anuncios del presentador de las ofertas de los interesados.

Las luces eran tan cegadoras que me impedían ver al público, no distinguía más que el vago contorno de las siluetas. El tiempo que he pasado siendo el centro de atención se ha reducido a la vergüenza, los latidos de mi corazón retumbándome en los oídos y el miedo de que el sudor que me causaba el calor de los focos dejase marcas oscuras en las axilas del vestido. Si hubiera estado en el otro lado del escenario, sin duda los comentarios del subastador me habrían parecido ingeniosos, habría estado feliz por la participación del público y las payasadas que hacían algunas de las mujeres en el escenario para intentar aumentar la situación que me habrían parecido divertidas.

Habría observado cómo subía la recaudación total y me habría sentido orgullosa de mi equipo por el exitoso resultado. Sin embargo, estoy sentada entre bambalinas mientras intento respirar hondo y procesar todo lo que acaba de pasar.

—¡Así se hace, Angye! Aly se divierte con mi malestar mientras se dirige hacia mí a través de las otras veinticuatro mujeres que han participado de buen grado en la subasta. Están bajando del escenario y recogiendo las bolsas de regalo que les hemos preparado para agradecer su participación. La fulmino con la mirada sin ocultar el enfado. Me dedica una amplia sonrisa y me envuelve en un abrazo no correspondido. Estoy más que enfadada. Estoy muy emputada! demonios, ¡maldita noche!.

Primero, me quedo encerrada en el armario; luego, me uno a la lista de conquistas de Don Arrogante; y, por último, me toca soportar la humillación absoluta de exhibirme como un trozo de ternera en un mercado de carne. Me asombra el atolondramiento de las mujeres que me rodean. Hablan felices sobre el momento que han pasado bajo los focos y presumen de lo que han ganado por ellas.

Les agradezco que hayan participado y estoy extasiada por los beneficios, pero me desconcierta su entusiasmo. Recuerdo cuando me acusó de ser una mojigata y descarto el pensamiento. —¡Maldita pesadilla! —me quejo y sacudo la cabeza con incredulidad mientras se ríe de mí con compasión—.

Lo único que quiero es un enorme vaso, no, a la mierda, una botella entera de vino, algo de chocolate, quitarme este dichoso vestido y bajarme de los tacones, acurrucarme en los brazos de Suga y refugiarme entre sus labios, ¡lo extraño tanto!.

DRIVEN "EL ORIGEN DEL DESEO".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora