Capítulo 3

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Los meses siguientes, extrañamente serenos, me otorgaron una oportunidad inesperada: ganar el cariño y respeto de los sirvientes del castillo. Aunque mi vientre albergaba una nueva vida, mis pensamientos seguían enredados en las pérdidas que mi corazón había soportado anteriormente. Los intensos vómitos que me asaltaban en los primeros meses del embarazo parecían augurar un futuro fuerte, pero mi alma dolida rechazaba aferrarse a tal esperanza.

Tras la partida de Ned Stark, una ferviente búsqueda se desencadenó en busca de una nueva consorte para el atormentado rey Robert Baratheon. No obstante, cualquier noble dama que se le presentara parecía desvanecerse ante los ojos del monarca, cuyo semblante seguía envuelto en sombras de dolor. Su corazón se hallaba como un abismo oscuro, anhelando desesperadamente llenar el inmenso hueco que la doncella lobo había dejado en lo más profundo de su espíritu. A pesar de la insistencia de los consejeros, Robert rechazaba toda opción que le presentaban, y la idea de encontrar un nuevo amor se tornaba inadmisible.

La noticia de la llegada de Tywin Lannister, acompañado de su hermosa y soltera hija, me sumía en una posición complicada. Sabía que el Guardián del Oeste convencería a Robert de comprometerse con su hija, asegurando así una alianza poderosa. Los Lannister eran una familia de autoridad y prestigio, temida por muchos y cortejada por otros. Mi condición me permitía encerrarme en mis aposentos y evitar encuentros incómodos, pero no podía escapar de las intrigas que se tejían en torno a la corona. Con la nueva reina, la fortaleza estaría repleta de cortesanos y espias al servicio del Viejo Leon de Casterly Rock.

- Esposo, te veo sumido en la preocupación. Por favor, cuéntame qué te atormenta. Juntos encontraremos una solución - expresé con voz suave y cálida. Desde que supimos de mi embarazo, adopté una actitud de devoción cuidadosamente calculada, presentándome como una mujer atenta y sensible, incapaz de causar daño a nadie.

- Robert aún no ha elegido una esposa, y la lista de solicitudes es abrumadora. La llegada de Tywin Lannister en unos pocos días complica aún más las cosas. Su hija es una de las damas más agraciadas del reino, y es probable que logre conquistar el corazón del rey. Pero estoy intranquilo por los problemas que ese matrimonio podría generar en el futuro – simplemente asentí, comprendiendo la magnitud de las consecuencias que dicho enlace acarrearía. Era consciente de que la unión de la Casa Lannister con la corona podría ser catastrófica. Sin embargo, a pesar de los peligros, sabía que esta boda era necesaria.

- No niego que Lady Cersei sea una joven hermosa y de noble linaje, además, su dote sería un gran aporte. No olvides que actualmente eres el segundo hombre más poderoso de Poniente, confío en tus capacidades para encontrar la forma de mantener a los Lannister bajo control – repliqué, tratando de infundirle un poco de esperanza en medio de la incertidumbre.

Mi esposo asintió con silenciosa aceptación a mis palabras y se recostó para descansar. A pesar de ello, la tranquilidad no tardó en desvanecerse, pues apenas unas horas después, un dolor punzante en la parte baja de mi vientre anunció la llegada inminente de nuestro hijo. Jadeando, desperté a Jon con urgencia, y sus ojos se abrieron de golpe al comprender lo que estaba ocurriendo.

- Por favor, llama al maestre. El bebé ya viene - le rogué, mientras lidiaba con las contracciones que se intensificaban cada momento. Mi conyugue corrió lo más rápido que pudo hacia la puerta, alertando los guardias para que lo trajeran de inmediato.

El maestre llegó acompañado de parteras y sirvientas, todos preparados para asistir en el nacimiento. Jon fue sacado de la habitación, consciente de que no podía hacer más que esperar y rezar por nuestro bienestar. Sus fuertes pisadas se escuchaban desde afuera, dejándome con el consuelo de saber que estaba cerca, aunque no pudiera compartir este momento conmigo. El dolor se volvía arrollador, y el esfuerzo por traer una nueva vida al mundo me recordaba lo valiente y poderosa que es una mujer al dar a luz. Pero mi bebé, al parecer, había decidido ser un desafío adicional en este proceso. Era grande, lo que hacía que el trabajo de parto se prolongara y se volviera aún más extenuante.

No tenía noción del tiempo que había pasado, pues el dolor y la ansiedad se habían apoderado de mi mente. Pero finalmente, con un último esfuerzo, sentí que lo lograba. Nuestro perfecto bebé había llegado. El maestre cortó el cordón umbilical y revisó al pequeño de pies a cabeza, asegurándose de que estuviera sano y salvo. Al entregármelo, mis ojos se llenaron de lágrimas. Observé su rostro, maravillándome con la belleza de la nueva vida que habíamos traído al mundo. A pesar del agotamiento, una sonrisa se formó en mis labios mientras lo sostenía, sintiendo un amor inmenso y profundo que solo un recién nacido puede inspirar.

- Un varón, mi señora, en perfectas condiciones – anunció una de las sirvientas con alegría, y mis ojos se iluminaron al escuchar tan hermosa noticia. Sin embargo, pronto me di cuenta de que el malestar aún no había cedido del todo.

- Continúa doliéndome - expresé, preocupada por el persistente malestar. Las miradas de todos a mi alrededor cambiaron a un tono de preocupación, y nuevamente me examinaron para asegurarse de que todo estuviera bien. Una de las parteras, sorprendida, me instó a pujar nuevamente.

Con todas las fuerzas que me quedaban, me entregué nuevamente a la labor de parto, sintiendo que mis energías se agotaban con cada esfuerzo. No obstante, mi determinación se fortaleció al pensar en el bienestar de mi bebé. Minutos después, nació mi segundo hijo, y una oleada de alivio y felicidad me invadió al escuchar su llanto, señal de que estaba sano e impetuoso.

- Felicidades, Lady Arryn. Acaba de dar a luz a dos varones - me felicitó el maestre antes de retirarse, dejando instrucciones a las sirvientas para que me atendieran y prepararan para recibir a mi esposo.

Cuando Jon finalmente ingresó a la habitación, su mirada se encontró con la de nuestros gemelos, y la incredulidad se reflejó en sus ojos. Vi cómo unas lágrimas de felicidad recorrían su mejilla, y en ese instante supe que había logrado darle un regalo invaluable.

Los recién nacidos que yacían a mi lado representaban la renovación de nuestra familia en los Siete Reinos. En ese momento, comprendí que todos los desafíos y sufrimientos que habíamos enfrentado valían la pena. Nuestro cariño había dado fruto en dos pequeñas vidas, y juntos los veríamos crecer y prosperar, llevando adelante el legado de la Casa Arryn. Con aquellos gemelos como símbolos de un futuro prometedor, sabíamos que estábamos listos para enfrentar cualquier desafío que el destino nos tuviera reservado.

- Se parecen tanto a ti Lysa, te aseguro que serán muy guapos de grandes. Quiero que tu escojas sus nombres, es lo mínimo que puedo hacer después de que me hayas entregado el mejor obsequio de todos - explicó mirándome con ternura.

- El mayor se llamará Artys, como el primer rey de la Montaña y el Valle. Y el otro tomará el nombre de Ronnel, en honor a tu hermano y al primer Guardián del Oriente - anuncié con orgullo.

- Son nombres muy hermosos, y sé que mis hijos serán dignos de llevarlos - respondió, sus palabras llenándome de confianza y satisfacción. Sentí el calor de su aliento mientras sus labios se acercaban a los míos, ofreciéndome un tierno beso que me tomó por sorpresa. Era un gesto diferente, cargado de un afecto genuino que parecía haber florecido entre nosotros tras este momento tan especial.

Acomodados juntos, observábamos a nuestro hijo mayor, Artys. En ese instante, los ojos del pequeño se abrieron, revelando un tono azul claro, similar al cielo y extrañamente similares a los de su padre. Era como si el futuro estuviera reflejado en aquellos ojos, mi corazón se llenó de una mezcla de sorpresa y emoción ante la idea de verlos crecer y desarrollarse.

Ronnel, el otro pequeño, seguía descansando plácidamente, ajeno a todo. Era asombroso cómo dos seres tan pequeños ya habían cambiado tanto nuestras vidas y nuestro vínculo. El nacimiento de los gemelos nos había transformado, y la forma en que Jon me miraba ahora había cambiado para siempre. Ya no éramos dos extraños unidos por la obligación, sino una familia. En el horizonte quedó la muchachita deshonrosa y en su lugar, emergió la fértil y devota esposa, que con amor brindó dos herederos de un solo golpe, como flores naciendo del jardín de su esperanza.

Dog days are Over ( Sin edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora