Pov Parker

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Nota:

Esto en realidad no es un extra , sino la segunda mitad del capítulo 70 de Lujuria "Fénix" , que es narrado por Parker, pero se ve mucho sobre la relación de Parker y Brenda, por lo que es considerado como un extra de esta pareja.
 
                           
Parker

Algo me agujerea el pecho, un dolor punzante y profundo que me obliga abrir los ojos. El olor a sexo prevalece y tomo asiento en la cama observando mi entorno. Fustas, látigos, cadenas. El remordimiento aparece acompasándose con el peso de la soledad.
Hay cuatro personas en mi cama y lo único que hago es pasarme las manos por la cara sintiéndome como una mierda, me tiembla el cuerpo y no me apetece ponerme de pie.                   
No hay llamadas, ni mensajes. No hay respuesta a los detalles que envié, ni señales de que esta soledad pueda mejorar.
Limpio las lágrimas sintiendo asco de la imagen que proyecto en el espejo, asco de lo que hago, pero que tampoco quiero dejar de hacer. Es la única forma de distraer esta maldita depresión. Me visto rápido huyendo de la asquerosa escena que tengo al frente y vuelvo a revisar el móvil con la esperanza de ver un mensaje suyo, una llamada perdida por lo menos, pero no la hay, no hay nada que me asegure que volverá.
«Brenda» Maldigo la hora en la que vio los vídeos de Ángela conmigo, eran de hace años, pero vergonzosos, al fin y al cabo. Imágenes que me mostraban abofeteándola y obligándola a que me chupara la verga, "Obligarla era parte del rol," pero el que no entiende lo malinterpreta.
No le dijo nada a sus amigas y tampoco a mí, simplemente sacó la excusa de que Ángela me necesitaba, alegando que con ella es con quien debo estar. Sin saber que a mi este mundo ya me sabe a mierda. Salgo en busca de mis llaves y veo a Ángela desayunando en la barra.
—El café está caliente —me dice— Ven que te sirvo una taza.
Obedezco tomando asiento junto a ella, vuelvo a mirar el móvil, mi entorno y lo que me rodea sintiéndome hastiado. No quiero seguir en esta casa.
—¿Estás mal otra vez? —pregunta Angie— Pensé que te habías divertido anoche.
Clavo el codo en el mármol sacudiendo la cabeza.
—Parker, no es el fin del mundo, siempre hemos sido seres solitarios y si ella no te valoró, pues es su problema.
Acaricia mi espalda mientras reparo el café.
—No debiste mostrarle ese vídeo —le digo.
—Le estabas mintiendo, ocultando lo que realmente eres —contesta— No la vuelvas a llamar.
—Siento que lo estaba haciendo bien y lo arruinaste.       
—Ese no eres tú. Dominic Parker es perverso, dominante, azota, somete... No pertenece a nuestro mundo. Tú tienes tu modo de divertirte y ella tiene un hijo, un niño que demanda un estilo de vida diferente —aclara— No puedes dejar que eso te vuelva a hundir en una depresión.
Baja del banquillo apoyada en el bastón.
—Parker, ella no te va a llenar, ibas a terminar aburrido y hastiado, no te estabas mostrando como se debe y ambos sabemos que eso iba a terminar en infidelidad.
  Dejó la taza de lado poniéndome de pie, pueda que tenga razón, pero mi cerebro no lo entiende y se apega a los momentos felices que tuve con ella.
—Nate viene en la noche —me avisa cuando toma la chaqueta— dice que tiene un grupo de mujeres el cual quiere conocerte.
—No sé si quiera —aclaró.
—Es una buena forma de distraerte —me dice— Te sientes mal porque llevabas tiempo alejado. Una vez que te vuelvas a empapar, será como antes.
—Te veo luego.
Bajo a abordar la camioneta, Ángela pasó por peores cosas que yo y, sin embargo, ha tratado de subsistir con mi ayuda y la de Luisa. No quiere hundirse dejando que los traumas la hundan, por ello no quiere dejar de lado la vida que llevaba. Participa de lejos, aún no dejan que la toquen, solo observa y se acerca de vez en cuando.
Conduzco preguntándome si así viviré para siempre. Solo, inconforme ¿Qué diría mi hermana? De seguro no sabe que su partida me quitó la única posibilidad de no sentirme solo. Estaciono en mi sitio y recuesto la cabeza en el cuero frío tratando de no demostrar mi miserable existencia. Detrás del capitán autoritario no hay más que un hombre solitario.
La mañana empeora con Bratt estacionando su Audi frente a mí, Milla lo acompaña y echan a andar juntos encaminándose a la torre. La rubia le frota el brazo, llegué a la conclusión que entré más malo eres, mejor te va.
Lewis es un ejemplo, siendo un imbécil tuvo a Rachel y, pese a que por su culpa Meredith murió, ahora tiene a Milla que lo ha estado acompañando en el duelo, mientras a mí me ha dejado la mujer que quiero por ser un maldito inmoral.
Abandonó el auto yéndome a la torre 43, recorro la primera planta y me planto frente al vidrio decorado con dibujos infantiles. La maestra nota mi presencia y recuesto el peso del cuerpo en la puerta. Harry se levanta tomando su lonchera sin que nadie le diga nada.
—No tardaré —avisa— Solo es visita de rutina.
La maestra deja salir al niño que me sonríe con la lonchera colgada en el hombro.
—Mi capitán —se lleva las manitas a la frente dedicándome un saludo militar— El cadete Harry Smith lo saluda; Con orgullo, honor y valentía.
—Descanse soldado —me arrodillo frente a él dándole un beso en la frente— ¿Cómo estás hoy? ¿Estás poniendo atención a todas las clases?
  —Claro que sí —me toma la mano llevándome a la escalera. Se sienta en uno de los escalones y abre la lonchera ofreciéndome un sándwich.
De lunes a viernes esta es mi rutina y los fines de semana son un calvario. Harry y Brenda me han dado de probar el verdadero significado de la palabra felicidad.
—Le pedí a la niñera que nos echara mortadela extra como nos gusta —me dice— Buen provecho.
Me siento a su lado comiendo con él, saca una cajita de jugo y deja que le dé un sorbo.
—¿Cómo está tu mamá? —pregunto.
—Estoy enojado con ella —confiesa— Ayer un tal Alan nos fue a visitar y dañó mi auto de bomberos.
El apetito desaparece con el mero hecho de sopesar que esté saliendo con otro y por ello no responde mis llamadas ni mensajes de disculpa. He tratado de convencerla de que ese día estaba ebrio y no sabía lo que hacía, es mentira, pero con tal de no perderla prefiero que crea eso. Quiero convencerla de que no soy una mala persona.
—¿Alan?
—Sí, es un resbaloso que le dice a mamá que es una "Morenaza" —rueda los ojos— No me gusta que él le diga eso. Son palabras que solo podemos usar tú y yo.
Termino de comer para que él haga lo mismo, procuro morderme la lengua, pero las palabras son inevitables.
—¿Y qué hicieron? —indago— ¿Se encerraron?
—No, salieron con la tía Luisa y la tía Laila.
Asiento con el genio descompuesto. Ya hace tres meses que me terminó, es normal que salga con otros y más si sabe que soy un maldito enfermo.
—¿Vas a mi casa hoy? —pregunta el niño- Podemos jugar con la pista de carreras.
No quiero que Brenda crea que uso a Harry para acercarme a ella y si está saliendo con Alan, lo mejor es que me haga a un lado.
—Estoy indispuesto —le acarició los rizos castaños— Me iré a la cama temprano.
Cierra la lonchera decepcionado, es un buen niño y le gusta que lo visite seguido.
—¿Qué tal un partido de fútbol mañana? —pregunta— Mamá me compró un nuevo balón.
—Si amanezco mejor —abre los bracitos ofreciéndome un abrazo.
—Qué su día sea provechoso, capitán —vuelve a clases y me quedo en la escalera con la decepción en el pecho.
Que esté saliendo con alguien lo empeora todo, porque si antes me evitaba ahora sí que no tengo oportunidad de nada.
Salgo del edificio y subo a mi planta encontrándome con un montón de soldados amontonados en el pasillo.
Me abro paso buscando el motivo del alboroto y terminó apartando a los escoltas de Leonel y Kazuki que esperan en la entrada de la oficina del coronel.
Asombro total, es la expresión de todos menos la de Christopher que se mantiene con la mirada fija en su escritorio lleno de sangre. Sangre roja y espesa que gotea en el piso, el cuerpo peludo del lobo siberiano yace muerto, abierto y con las tripas afuera. El olor me obliga a taparme la nariz reparando el mensaje que escribieron con el mismo líquido carmesí.
"Morgan a la tumba". Tumba para ti, tus hijos y los hijos de tus hijos.
—Manipularon cámaras e intentaron entrar al sistema, pero no hay nada —informa Patrick.
—Qué bajo hemos llegado —se queja Kazuki— ¿Amenazarnos de muerte? ¿Qué nos cuesta competir sanamente?
El coronel se acerca a observar a su mascota, aunque sea un animal, es una escena sangrienta y desagradable a la vista de todos. El ministro llega a los pocos minutos apartando la cara cuando su hijo lo mira a punto de explotar. El consejo aparece sin saber qué comentar y hay dos investigadores tomando fotos de la escena.
—Lamentable panorama —comenta Leonel—  Pero como dicen en las vegas; El show debe continuar.
—Están amenazando a Christopher de muerte —insiste Kazuki.
—Actos patéticos, dignos de un pendejo... —espeta el coronel mirando a Leonel.
—¿Qué te pasa? —se defiende Leonel— No tengo nada que ver con la muerte de tu perro y si yo fuera tú, acataría la amenaza o terminarás peor que el animal.
—No eres quien para decir eso —se mete Gema— Y para mí que esto no es más que miedo de saber que vamos en primer lugar.
—No por mucho —contraataca Leonel antes de salir con el concejo tras él.
—Lo lamento —dice Kazuki— Pueda que se vea como una simple mascota, pero lo que muchos no saben es que a veces vemos esa mascota como un hijo.
—Gracias —contesta Gema dándole un abrazo.
—Los veo en el debate —se va.
Los soldados se dispersan al igual que los investigadores que tomaban fotos de la escena. Intentó irme también, pero Patrick me toma la playera disimuladamente.
—No me dejes solo, por favor —gruñe entre dientes.
Me quedo quieto viendo al hombre tomar el pelaje del perro.
—Te compraré otro —el ministro se lleva el teléfono a la oreja.
  —El único perro que quiero es el que me acaban de matar —contesta rabioso.
—Cariño, lo siento mucho —Gema le acaricia el brazo— Mamá se va a morir cuando se entere.
—Te mantendrás en los muros del comando mientras llega el refuerzo —ordena el ministro— Pediré que recojan los restos del perro, la guardia se está preparando para...
Aparto a Patrick cuando se lleva la mano al bolsillo desenfundando la navaja que atraviesa la puerta enterrándose en el mural de aviso que sostiene las fotos de los candidatos. Un tiro certero que cae entre las dos cejas de Leonel.
—No voy a aceptar que nadie me esté respirando en la nuca como si fuera un puto crío —encara al papá— Me vas a montar un montón de hombres sabiendo que la mejor solución es matar a los hijos de puta a los que les temes.
Gema se atraviesa evitando la pelea y se alza en puntillas tratando de distraer a Christopher con un beso.
—Si tuvieras los cojones de matar a los malditos que solo roban oxígeno en la cárcel, las cosas serían totalmente diferentes —la aparta.
—El concejo no aceptaría tal cosa.
—La FEMF no necesita un concejo y mi mandato no lo tendrá —se impone yéndose a la puerta— ¡Y olvídate de que voy aceptar más guardias!
  El ministro se pellizca la nariz y Gema se le acerca palmeándole la espalda.
—Temo por la vida de todos —le dice.
  —Tú solo preocúpate por conseguir más votos —le contesta— De Christopher me encargo yo.
Aparta a la chica viniéndose a mi puesto.
—Un helicóptero te llevará mañana a Manchester —me ordena— Espera mi llamada. Hay que concluir un proceso.
—Como ordene, señor —se va.
—Seré la primera dama de un dictador —Gema se recoge el cabello— Que Dios me ilumine porque no será fácil.
—¿Ya hay fecha para la boda? —pregunta Patrick y Gema asiente.
—Se anunciará dos semanas antes de ir a las urnas, el vestido ya está al igual que los preparativos —se despide de cada uno con un beso en la mejilla— Al mal tiempo, buena cara. Faltan días para el cumpleaños de Christopher y debo organizarle algo. Ya saben... Al mal tiempo, buena cara.
Abandona la oficina y no dejo de preguntarme si sabe en lo que se está metiendo.
Me lavo la cara en el baño, con Bratt devuelta tengo que concentrarme más en el trabajo o será él quien ocupe el cargo del coronel. Me atrevo a sacar el móvil en busca de algún mensaje que me alegre el día, pero igual que siempre no hay nada. La necesidad de verla me quema, así que con valentía me encamino a la subdivisión de sargentos «Una última vez me digo» Un último intento y si no funciona la dejaré en paz. Me acomodo la ropa subiendo la escalera, los sargentos me saludan y llego al umbral de la sala congelándome en la puerta. Ella está en su puesto de espaldas y con Alan frente a su mesa.
—Analiza este plan —le suelta el portugués— Comida cubana, música salsa y este hermoso moreno bailando toda la noche —se pone a bailar— Celia cruz y Héctor Lavoe...
—Alan, estoy trabajando —le dice ella.
—¿Puedo tomar eso como un sí?
—Como un lo pensaré, ahora vete.
Alan nota mi presencia tornándose serio.
—Te recojo a las 8 —le dice antes de irse a su puesto.
Me devuelvo lidiando con las espinas que se me entierran en el pecho, el dolor agudo que me deja sin habla y con la cabeza apoyada en los ladrillos «Se va a ver con él esta noche» Va entrar en su vida y con dolor me tengo que resignar, porque no soy quien para obligarla a estar con un maldito enfermo.
Golpeo los ladrillos sintiéndome impotente, estúpido por elegir mi destino en una etapa donde no era más que un resentido.
—¿Estás bien? —me preguntan y trato de apaciguar el nudo que tengo en la garganta— Parker...
Volteo, es Bratt el que me repara como si no me conociera.
—Ocúpate de tus cosas —avanzó y se me atraviesa.
—Estás pálido y sudando. No es mi asunto, pero deberías ir a que te revisen.
—No voy a renunciar a la opción de ser coronel si es lo que pretendes conseguir —me abro paso— No pierdas tu tiempo.
—Ahora sé lo que se siente ¿Sabes? —me detiene— Cuando se vive, se entiende.
Acortó el espacio tratando de entender lo que acaba de decir.
—¿Entender qué?
—El dolor de saber que por tomar decisiones equivocadas causaste daños colaterales que nunca tendrán solución —baja la mirada— Mataron a mi mamá —se le quiebra la voz— a mi novia y a mi hijo. Sé que debí decir esto antes; Lamento mucho lo de tu hermana. Lamento que no estuvieras con ella cuando te necesitó y que presenciaras la muerte de tantas personas en la guerra.
Retrocedo anonadado.
—Tenía miedo de perder a Rachel porque en el fondo sabía que mi única competencia aquí eras tú y por eso lo hice, por eso te envié lejos...
—Tu disculpa no me devuelve lo que perdí.
—Ya lo he pagado con creces —las lágrimas le invaden los ojos— ¿Cómo crees que duermo? Fueron 17 puñaladas, le cortaron la lengua y le propinaron cuatro tiros a mi madre por mi culpa. Como ya dije, mi dolor no repara el tuyo, pero de corazón te pido disculpas.
Se marcha y miro al cielo temeroso por mi futuro. Temeroso de que esta depresión me reprima tanto que pueda llegar a extinguirme. Ocupo el día en mis quehaceres diarios y lo único que almuerzo es el medicamento depresivo que me formuló mi psiquiatra.
—Capitán, buenas tardes —saluda Alan en la puerta— Vengo a informarle que ya organicé el armamento, ordené la tropa y dividí las raciones personales.
No lo miro.
—Bien —no es bueno mezclar lo laboral con lo personal, pero eso ahora parece un sacrificio— Retírate.
Carraspea entrando del todo a mi oficina.
—Pueda que esto no venga al caso, pero por el respeto que le tengo me gustaría hablarle de Brenda —habla— Tengo entendido que sostuvieron una relación que no funcionó...
—¿Y? —lo corto.
—Me gusta —se sincera— Y lo correcto es informárselo para que no haya malos entendidos.
Reparo los documentos en la mesa tragándome la molestia, no soy quien para decirle que no puede; Como tampoco soy quien para meterme en algo que se me sale de las manos. Yo ya tuve mi oportunidad y la dañé.
—No se te ocurra lastimarla —contesto— Porque mujeres como ellas son pocas. Harry no la valoró y no merece tener dudas, ni pasar por los brazos de imbéciles incapaces de ofrecer todo lo que se merece.
Respiro hondo.
—Le daré el trato que se merece, no se preocupe —dice— Permiso para retirarme, mi capitán.
—Adelante.
El trabajo no se me da y termino de pie dando vueltas en mi oficina. De última me doy por vencido, así que termino abordando la camioneta otra vez. Llueve y no dejo de reparar la foto de los tres juntos en el estadio.
¿Fuiste feliz? = Si.
Es triste que te arrebaten las cosas de semejante manera, que hagas tu mejor esfuerzo y aun así no sea suficiente porque tú mismo te marcaste hace mucho.
Estaciono frente a mi casa, subo, suelto la chaqueta y me encierro en mi estudio buscando un lienzo en blanco intentando calmar la tristeza que me invade, cierro los ojos, tomo el pincel, pero mi mente no es más que un hoyo negro.
Me quedo de pie recordando la poca felicidad que tuve y acabo de perder, notando que esto tampoco me llenará de ahora en adelante. Observo los cuadros que he hecho a lo largo del tiempo, las obras que exhibí en distintas galerías y que ahora reposan en esta habitación manchada de pintura.
«Celeste, Infierno en tierra, Río de sangre, Guerra urbana» Obras que encantaron, pero que no son más que la tapadera de un maldito enfermo.
Arrojó el balde de pintura al lienzo en blanco y saco mi navaja rompiendo la tela, pateando la madera y volviéndola trizas en el piso. Apuñaló los cuadros que me rodean, vacío la pintura dejando que la tristeza me ahogue destruyendo los cuadros que me rodean. Grito jalándome el cabello, maldiciendo esta vida de mierda.
Reparo el desastre yéndome a lo que, para mí, es mi mejor obra. La contemplo de arriba abajo con la barbilla temblando. Observo los ojos azules y el cabello negro "Ángel, diosa, diabla. hermosa, mala, preciosa. en resumen R.J." Clavo la navaja rasgando todo.
Soy un farsante, una mentira y una bestia disfrazada de hombre. La tela cruje y tiro el marco pateando el caballete.
—Dominick —Ángela toca la puerta— ¿Qué está pasando? Sal ya, por favor.
Me tapo la cara odiándome, dándome asco...
—¿Parker? —insiste Ángela— No me hagas romper la puerta....
Me apresuro a la perilla y ella retrocede cuando abro, mueve la cabeza tratando de mirar y cierro la puerta de golpe.
—¿Ya llegaron los invitados?
—¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan alterado?
—No es tu asunto —echo andar a la sala encontrándome con Nate y sus amigas.
—Amigo —me saluda— ¿Estás preparado?
Las mujeres vienen de sumisas, Nate ya las tiene con el debido atuendo, desabotono la camisa y Ángela me toma del hombro forzándome a que la mire.
—Parker, no hay nada malo en lo que haces y si ella no puede aceptarte así, entonces no es la mujer para ti.
Callo dejando caer la prenda, Nate y los otros amarran a las chicas y yo observo empuñando la herramienta que voy a usar. Mi cuerpo reacciona, mi miembro se endereza y me acerco a ellas tomándolas del collar.
Introduzco un dildo en el culo de una, beso a la otra y amordazo a la tercera…. Me descontrolo, azotó, abofeteo, golpeo y me decepciono más de lo que ya estoy.
 
Ellas piden más, aclaman mi toque y mis golpes tragándose el dolor mientras yo sudo y me reprocho de la imagen que me ofrecen. Pienso en los días que no se veían grises, en las mujeres que he maltratado y utilizado como juguetes, y es ahí cuando las extremidades me dejan de funcionar. 
—¿Qué pasa? —pregunta Ángela en el sofá.
Le tiro la fusta en los pies.
—Azótame tú —le pido— Ábreme la piel.
—Eres dominante, no sumiso...
—Un fenómeno es lo que soy.
Clavo las rodillas en el piso escondiendo las manos tras mi espalda.
—Hazlo, Angie... ¡Azótame e intenta que el dolor carnal sea más fuerte que el emocional!
Niega.
—Hazlo.
Le entregan la fusta y se levanta apoyada del bastón.
—¿Te hará sentir mejor? —pregunta.
—Si.
Alza la fusta en el aire y bajo la cabeza queriendo pagar todo lo que he hecho. El cuero me muerde la piel y aprieto los dientes con fuerza.
—¿Cuántos? —pregunta.
—Hasta que caiga.
La fusta recae y repite, pero me duele más el alma que la piel ... 1 ... 2...3... 4... 5... 6...7... 8... 9... 15 latigazos y sigo de rodillas, empiezo a marearme e ignoro el sonido del timbre cuando resuena. No quiero desconcentrarme ni que Ángela pare. La puerta rechina y mi cerebro se despierta con la pequeña vocecita que trona en mi sala.
—¡Capitán! —«Harry»— ¡Mamá, están lastimando al capitán!
Ángela vuelve a levantar la fusta, pero esta no llega.
—¡¿Qué haces?! —le grita Brenda— ¡Cómo se te ocurre lastimarlo así!
Estoy demasiado mareado y lo único que siento son los brazos de Harry rodeándome el cuello. Miró a Brenda que repara con ojos llorosos lo que realmente sucede. Mujeres desnudas, instrumentos sexuales en el suelo.
—Brenda, yo... —intento decir, pero su única reacción es alejar a su hijo— ¡Espera!
Me levanto como puedo y Ángela me toma del brazo mientras Brenda huye a la puerta.
—¡No tienes que negar lo que eres! —me regaña y la hago a un lado siguiendo a las dos únicas personas que le dan sentido a mi vida.
—¡Capitán! —Harry estira su manita, pero su madre lo lleva escalera abajo.
—Brenda, espera por favor —los sigo, sin embargo, es rápida y se escabulle en las escaleras— Lo siento lo siento… ¡Para un segundo, por favor!
Llega a la primera planta, atraviesa la recepción y me odio más de lo que me odio ya. Se apresura a su auto y...
—Brenda, por favor —tomo su brazo y baja al niño con los ojos llenos de lágrimas. No quería decepcionarla, no quería que le volvieran a romper el corazón— Perdóname, por favor...
Niega y caigo de rodillas, apretando la tela de su vestido.
—Perdóname, maldita sea. Yo también me odio y lo único que quería era sentirme pleno en este infierno que tengo como vida —le abrazo la cintura— Es real, el Parker que ha compartido contigo y con Harry es real y no es el maldito asqueroso que acabas de ver.
El llanto me sacude los hombros, nunca me había dolido tanto perder algo.
—Olvida a la sabandija que acabas de ver ahí…
  Me aparta despacio y vuelve a tomar a Harry metiéndolo en el auto.
  —No quiero dejar al capitán... —llora el niño y me congelo en el andén siendo incapaz de mirar atrás. Aprieto los ojos cuando oigo la puerta del vehículo y me limpio las lágrimas esperando oír el sonido del motor, pero sucede todo lo contrario.
Me cubren los hombros con una manta suave y me ayudan a levantarme, guiándome al auto. Sin decir nada se pone al volante arrancando y metiéndose al tráfico de la ciudad. Miro a la ventana siendo incapaz de verla a los ojos. Harry me vio, ella me vio y ahora saben que soy un anormal.
Llegamos a su torre, las heridas no me duelen como deberían y ella baja al niño rodeando el auto y abriéndome la puerta. Estoy tan avergonzado y tan asqueado de lo que vieron. Manda al niño a dormir cuando subimos y este se acerca a abrazarme.
—Mamá siempre me canta canciones cuando me raspo o me corto —me dice— Mamá ¿Le cantarás una canción al capitán? Me preocupa que le duelan las heridas...
Ella no contesta y yo hundo las manos en su mata de rizos.
—Voy a estar bien —dejo que se vaya— mañana estaré mucho mejor.
—¿Lo promete?
—Si —dejo que se vaya.
Se hace un silencio sepulcral y sé que debo dar explicaciones, pero no sé cómo.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta ella— Este tipo de cosas se debe saber desde un principio.
—No quería alejarte.
—Parker, ese tipo de cosas no se pueden esconder —se acerca— Y no puedes dejar que te lastimen así...
—A las bestias se les azota, se les maltrata y yo soy eso.
—Cuando estábamos juntos no actuabas así, nunca me demostrarte ningún tipo de problema…
—Porque te amo —la miro a la cara— A ti, a Harry y a la ilusión de que eres una versión mejorada de lo que le pedí a la vida. Me dejaste y normalmente la soledad me absorbe recordándome el viejo yo y...
El silencio vuelve y agacho la cabeza cuando se va a buscar un botiquín. Se sienta a mi lado limpiando los latigazos que no arden más de lo que me arde el pecho.
—¿Te gusta? —susurra.
—¿Qué?
—Tu viejo yo.
  Lleno mis pulmones de aire.
  —Lo detesto, pero hay fetiches, reacciones y cosas que...
  —Enséñamelas —me corta— muéstrame, pero no te escondas porque para amar debemos mostrarnos tal cual somos y tú no me estas demostrando tu verdadera cara.
—Te irás, me dejaras...
Se levanta y vuelve casi de inmediato con una cuerda en la mano.
—Enséñame y ya luego decidiré si me quedo o no.
Se encamina a la alcoba y reparo la cuerda que me acaba de entregar, la sigo y ella se quita la ropa cuando cierro la puerta de la alcoba. Es de senos pequeños, pero caderas anchas, los crespos le caen sobre los hombros y siempre he pensado que su tono de piel es perfecto.
—Muéstrame. Dame un poco de lo que haces.
Me ofrece las manos y las ató con cuidado, antes de jalarla a la cama.
—¿Cómo te sientes más cómoda de espalda o.…?
—Como a ti te apetezca, eres el que manda ¿No?
Busco en el bolsillo del pantalón las pinzas que me dio Nate cuando empezamos. Acaricio los picos erectos besándolo antes de poner las pinzas.
 
Echa la cabeza hacia atrás cuando la pellizcan y tiro de la cuerda poniéndola en cuatro, la amarró a la madera y le agacho la espalda dejándole el culo en pompa. Llegan las contradicciones, pero ella tiene razón, si no me muestro como soy no la estoy amando de verdad.
Tomo un puñado de su cabello arrojando la nalgada que la hace dar un salto, el placer me corroe con la sensación de hormigueo en la mano, lanzo otra más fuerte y más sonora y toco las pinzas que tiene en los pezones llenándome de aire.
Mi miembro amenaza con reventar y temo a la respuesta que me dará al final, de saber si se quedara o va huir. Le estrujo los pequeños pechos y pasó la lengua por la piel que recibió los golpes, abro sus glúteos y lameteo la humedad que desprende su coño pasando la lengua de arriba abajo cubriendo sus dos intimidades, meto la lengua lameteando la zona y chupo esa pequeña área que otros ven como tabú. La ensalivo, subo a sus pechos estrujándolos con fuerza y le sujeto el cuello antes de meterle los dedos asombrándome de lo húmeda que está.

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